El rugido de Peña Colorada sólo tiene dos sintonías (que marca el comienzo o el fin de un programa): En el caso, o nos anuncia el inicio del colapso y con ello la perdemos o bien, se termina por protegerla, para conservarla como un bien ambiental invaluable para los ciudadanos de la metrópoli.
Y para entender mejor el papel de Peña Colorada citaré al Dr. Ignacio Kunz que nos dice: “El Ecosistema de Peña Colorada tiene un papel clave en el futuro de la Zona Metropolitana de Querétaro por los servicios ambientales que presta y por funcionar como una zona de amortiguamiento a la expansión urbana de la urbe hacia el norte, de manera similar al papel que juegan El Tángano y el Parque el Cimatario hacia el sur.”
Debemos considerar que la mancha urbana ha venido creciendo por variadas razones, pero también hay que reconocer que tal situación implica necesariamente contar con espacios o territorios ambientales que lo compensen en términos de los servicios ecosistémicos de los que nos servimos, como la termorregulación del clima en la zona metropolitana, la infiltración de agua a los acuíferos de los que dependemos hasta hoy en día, la remoción de contaminantes en la atmósfera y la captura de CO2 para tener una calidad del aire aceptable. En la historia de la civilización humana hay demasiados casos en distintos países que por malas decisiones, esos pueblos cruzaron la línea de no retorno, y por ello colapsaron. Para el caso de Peña Colorada, como la tierra de la disputa, puede suceder una u otra, pero lo cierto es, cualquiera de las dos opciones, sus consecuencias no quedan atrapadas en es territorio de un poco más de 4 mil hectáreas, sino que el impacto es para una zona mas amplia de influencia como se trata de la zona metropolitana.
Y de acuerdo con el especialista en desarrollo urbano el Dr. Kunz señala que “No hay razones técnicas, urbanas, sociales ni económicas que justifiquen pensar en la urbanización de Peña Colorada.” Y remata puntualizando lo siguiente: “El modelo de crecimiento extensivo de Querétaro está llevando a la pérdida de ecosistemas y zonas de recarga de acuíferos y conduce al aumento del consumo de agua derivado del crecimiento de la población.”
El territorio de Peña Colorada, sin duda alguna, comprende cuestiones del orden climático, pues es un espacio que mitiga los efectos, pero ahí no termina, pues también ha servido para paliar el déficit de agua de los acuíferos ( justo allí confluyen tres importantes acuíferos para la zona metropolitana) y, frente a la trayectoria de declive de la biodiversidad metropolitana, es a todas luces un baluarte que prospecta la existencia de especies y ecosistemas nativos e insisto, nos provee de servicios esenciales.
Ahora bien, desde el punto de vista económico, quizá vale la pena mencionar que su valor de esas mas de 4 mil hectáreas (tasada en millones de dólares por sus servicios ecosistémicos) es superior al valor inmobiliario, pero sobre todo, que su desaparición nos conlleva a generar una enorme deuda (o pasivo) que no sólo traspasaríamos a la siguiente generación viva, sino también a la generación que aún no nace y que no habría inversión capaz de recuperarla o restaurarla (final del colapso).
En demasiadas ocasiones se ha pretendido encapsular el futuro de Peña Colorada en el dilema de si afecta o no a la población local (de las comunidades que habitan y ostentan la propiedad ejidal) y ello realmente es falso, pues el modelo mexicano de área natural protegida es precisamente un modelo (a diferencia del Americano) que alberga comunidades que no causan impactos negativos ambientales, razón por la cual, es del todo compatible la coexistencia de población semirural con la conservación y máxime si se planean actividades compatibles y mecanismos de compensación económica-ambiental para beneficio de esos pobladores.
Pensar en el futuro de Peña Colorada, es repensar en el bien común de todos quienes habitamos la metrópoli urbana.
No escapa de este planteamiento aquel otro dilema muy común, que dice que Peña Colorada si desapareciera como territorio ambiental, podría ser sustituido por otras áreas, lo cierto es que su localización es distinta y privilegiada en términos ambientales, que se trata de un ecosistema funcional articulado con un alto índice de integralidad y con abundantes servicios ambientales que ya he mencionado. Entonces se trata de un espacio o ecosistema vivo, no de un bien que sólo se valora a partir del suelo para otros usos distintos.
Así mismo, la protección y conservación de Peña Colorada, ha sido y sigue siendo un reclamo social que no debe ignorarse, porque se trata del derecho humano a un medio ambiente, de un bien colectivo y de la calidad de vida a que aspiran los ciudadanos metropolitanos, por ello, el gobierno estatal y el municipal han establecido en sus ordenamientos ecológicos del territorio mecanismos para su protección, de lo contrario ya casi no existiría. Hacer oídos sordos al reclamo social, no es aconsejable, máxime que hoy vivimos una etapa considerada de los derechos humanos, sociales y ambientales, que no pueden ser soslayados, olvidados o excluidos. Se trata de la nueva sociedad de la inclusión, del pensar en el otro, de la cohesión social, se trata de la ciudad y metrópoli sostenible, resiliente, naturalizada y para todos.
Recuerdo en la historia reciente, allá en el polo turístico de Huatulco, se opto por suprimir un territorio similar al de Peña Colorada, y después aparecieron todas las externalidades negativas, entre ellas una muy delicada, las inundaciones en la parte bajan, que implicaba sumas cuantiosas de inversión para contrarrestarlas y que ponía en riesgo la oferta y demanda turística. Ese destino turístico no levanto jamás, sobre todo como destino de turístico internacional que se esperaba llegaría en crucero (los hoteles cercanos y ubicados en la parte baja, padecían fuertemente de este problema).
Así es de ¿qué prefiere usted lector? la sintonía del inicio de un colapso o el final para protegerla y, para conservarla como un bien ambiental invaluable para los ciudadanos de la metrópoli.