El 30 de octubre pasado, el candidato Luiz Inácio Lula da Silva ganó los comicios presidenciales en Brasil para ejercer un tercer mandato. El retorno de este ícono de la izquierda y del progresismo latinoamericanos se une a la nueva ola de triunfos de esta tendencia política que ha alcanzado el poder en varios países de la región.
Las recientes victorias de Gabriel Boric en Chile y de Gustavo Petro en Colombia complementan las de, entre otras, Alberto Fernández en Argentina, Pedro Castillo en Perú, Luis Arce en Bolivia, Xiomara Castro en Honduras y, sin duda, la del presidente Andrés Manuel López Obrador en México.
Este panorama evoca aquella primera ola de principios de siglo, cuando varios países formaron parte de lo que se conoció como el socialismo del siglo XXI. No obstante, los escenarios son distintos. La solidez de los gobiernos de entonces descansó en los altos precios de las materias primas y en el auge petrolero; hoy, el regreso de la izquierda recoge enfados sociales y descontentos políticos. Además, el desgaste de los indicadores sociales en la región, escenificado por la etapa convulsa de constantes e interminables crisis políticas y estallidos sociales que inició en 2018 y alcanzó su punto álgido en 2019, se acentuó con la llegada de la COVID-19.
La región sufre desigualdad, polarización, pobreza, hambre, desnutrición, desaceleración económica, deuda, desempleo, pérdida de ingreso, estancamiento y retroceso educativo, corrupción, inseguridad, crimen, violencia, represión y desconfianza ciudadana hacia las élites en el poder, las agrupaciones políticas y las instituciones.
Como un hecho inédito e histórico, la izquierda recupera terreno en toda la región, y hoy las principales economías latinoamericanas están lideradas por este sector político. Este panorama, sin precedentes, podría traer buenos tiempos y nuevos aires para América Latina, su historia e integración y para el desarrollo de cada país, como ya lo ha considerado el presidente argentino. Aún así, persisten grandes retos internos y regionales.
Algunos de los desafíos internos que enfrenta la izquierda que retoma el poder en la región latinoamericana son los siguientes: fortalecer las instituciones; mejorar los sistemas electorales; combatir la corrupción, la desigualdad y la inseguridad; transparentar la gestión pública; afianzar una cultura de la responsabilidad ciudadana y una mejor fiscalización; robustecer la sociedad del bienestar; universalizar la educación y la sanidad de calidad; revisar los sistemas de pensiones; asegurar el pleno empleo y un salario digno; luchar contra la pobreza; atender la exclusión y mejorar la atención a la población mayor; invertir en infraestructuras físicas, tecnologías e investigación; mejorar el transporte, así como combatir el cambio climático, apostar a la exportación de bienes y servicios con alto valor agregado, y también a las energías renovables.
Bajo una aspiración histórica, sigue pendiente la construcción de una verdadera integración regional, un proceso muchas veces marcado por propuestas ideológicas que han condicionado su rumbo. La llegada de Lula al poder trae consigo aires de esperanza para un MERCOSUR en agonía.
En este marco, impulsar el comercio intrarregional, generar mercados atractivos para la inversión y entrar en las cadenas de valor son algunos elementos vitales para reivindicar el crecimiento, progreso y bienestar en todos los países latinoamericanos. La reapertura de relaciones entre Colombia y Venezuela es ya un primer paso para reimpulsar la cooperación regional.
En aras de una convergencia ideológica, cada proceso y cada líder han sido diferentes, pero la sensibilidad social y la defensa de las personas más desfavorecidas abanderan los compromisos asumidos por estos gobiernos. América Latina debe unirse para tener una mejor voz ante el mundo.
Para convertirse en un actor influyente, el diálogo, el consenso y las alianzas son claves para aprovechar las perspectivas tanto en lo político como en lo económico y lo social. Desde el Senado de la República en México continuamos pendientes de este importante proceso, que sin duda traerá nuevos rumbos y grandes expectativas para la región de América Latina y el Caribe.