Cuando Xóchitl Gálvez cerró su ayer su precampaña (eufemismo para llamar a una etapa), con el guante de los debates en la liza de la “Arena Ciudad de México”, nada más colocó su trabajo político en el único campo donde puede ser ella misma con todas sus ventajas y sus desventajas: la ciudadana sin el apoyo decisivo de una coalición de poco ligamento, cuyos partidos, supuestamente profesionales, experimentados, curtidos y sabedores de la contienda y sus secretos, están sobrepoblados de vividores, advenedizos y –para decirlo con palabras de ella–, pendejos y huevones.
Pero debe arar con esos bueyes y encender sólo la cera existente. No hay más. No tiene más.
En contraste con el oficialismo, cuyos cuadros exceden en mendacidad, corrupción y trapacerías de toda laya a los aliados de la fuerza y el corazón por México, la señora Gálvez sólo tiene a la señora Gálvez, porque si la campaña formal va a ser un largo trabajo de reparación y fontanería de los dislates y sabotajes de Marko Cortés (¡Karajo!), nada va a conseguir y ni toda la experiencia acumulada en la organización territorial del PRI, ahora menguada, la va a salvar en una desigual pelea en cuyo cuadrilátero el oficialismo y su segundo piso, tienen sobornado al público y comprado al árbitro.
La frase provocadora hacia la candidata del presidente López Obrador, Claudia Sheinbaum, es absolutamente cierta: “…si le dan permiso, nos vemos en los debates…”.
La estrategia de Morena en esta campaña es muy parecida a la exhidida en el estado de México. La candidata Gómez exhibía encuestas a través de Horacio Duarte, amo y señor de las inserciones pagadas y los cuestionarios sesgados de agencias demoscópicas tumultuariamente homogeneizadas.
Los (5) debates –primero rechazados; después manipulados–, fueron condicionados (a 2) para enfrentar a Alejandra del Moral con las manos atadas. La pelea estaba tan arreglada como los campeonatos del Canelo. Y aún así en el primer episodio Alejandra le abrió las cejas a la poco elocuente señora hoy gobernadora a quien ni siquiera su fama de recolectora del diezmo (como hoy el secretario del Trabajo) le hizo mella ante la avalancha morenistas y la fuga de los desertores encabezados por Alfredo del Mazo.
En fin.
El cierre de ayer –volviendo al tema reciente–, mostró a una mujer firme y decidida pero valida principalmente de sus propios recursos. Quien sabe si esa imagen solitaria –a pesar de la algarabía matraquera y festiva– sea suficiente para ganar, pero sí lo será para insistir en los yerros y fallas de la Cuarta Transformación, para quien sepa y quiera escuchar más allá del ruido de la cuchara en el plato de lentejas.
“…este Gobierno –dijo–, ya es responsable de la muerte de más de un millón de mexicanos; más de un millón de muertos, 800 mil por pandemia, 175 mil por la violencia y el crimen y desafortunadamente los que faltan…
“…Han muerto más de 200 mil personas por falta de medicamentos para la diabetes y la hipertnsión arterial. Más de un millón de vidas perdidas en cinco años, ¡carajo!, con un millón de muertos cómo pueden ofrecer continuidad; continuidad es impunidad; continuidad es mediocridad.
“…Quiero desde aquí decirles a las autoridades electorales y al pueblo de México: no puede haber voto libre con autoridades que atacan intimidan y acosan a la oposición.
“Les exijo al INE y al Tribunal que saque al presidente y a los gobernadores de estas elecciones…”
Y otro guante:
“…pero sabe qué, señor presidente: no le tengo miedo.
“Xóchitl no le tiene miedo. Todos no le tenemos miedo. ¿Y saben por qué?, porque no hay presidente que sea más grande ni más fuerte que el pueblo de México. Porque no hay trampa que le vaya a alcanzar para doblar la voluntad de los ciudadanos…”
A ver.