Alejandro Espinosa Medina trascendió a la luz ayer 27 de enero de 2021, pero su ejemplo, su sonrisa, su asertividad me seguirá por siempre. Lo conocí a principios de los años ochenta cuando ingresé a la Estudiantina de la Universidad Autónoma de Querétaro y él, poderoso Secretario de Administración (hoy Oficialía Mayor) del gobernador Camacho Guzmán, iba a ensayar para las navidades habiendo sido fundador del grupo en 1963, tocando su viejo violín. En noches moderadas de bohemia nos unían el amor por la Música, el Humanismo y la selección alemana de fútbol.
Después sería por un tiempo Secretario de Finanzas en el gabinete camachista para regresar a la Secretaría de Administración. Ya luego regresaría a su espacio natural en la iniciativa privada, llegando a presidir la COPARMEX local, para retornar al gobierno con su amigo de toda la vida, Enrique Burgos García, en la Secretaría de Planeación y Finanzas (1991-1994) y en la Secretaría de Gobierno (1994-1997), siendo llamado después por el gobernante Pepe Calzada para ser su Secretario Técnico entre 2009 y 2013 en que finalmente por problemas de salud solicitó su bien merecida jubilación, misma que los pretores de este sexenio le quisieron regatear con injustas acusaciones.
En el Partido Revolucionario Institucional encabezó el Sector Empresarial, entre 1998 y el año 2000, en una época difícil en la que el efecto Fox sacaría de Los Pinos y de Palacio Nacional al otrora invencible partido. Pero Alejandro siempre fue fiel, añorando su sueño de ser presidente municipal de Querétaro.
Nuestro personaje nació en Santiago de Querétaro en los años cuarenta, bajo el cobijo de una familia que por el lado paterno vino de San Felipe Torres Mochas, Guanajuato, pero que se arraigó tanto en este suelo queretano que los Espinosa Silis crearon empresas exitosas que dieron cientos de empleos a los queretanos, como la famosísima tienda abarrotera de “La Luz del Día”, de don Toño, tío de Alejandro. Alejandro, al igual que sus hermanos y primos, se formaron entre los hermanos Maristas, en el viejo Molino de Cortés, al que Cayetano Rubio modernizó y pasó luego a ser el famosísimo colegio “El Queretano”, siendo hoy en día la Universidad Marista. Ingresó Alejandro Espinosa más tarde a la Universidad Autónoma de Querétaro, con compañeros inseparables como sus primos Espinosa Ugalde, los Servín Muñoz, los Muñoz Gutiérrez, Aurelio Olvera Montaño, Gonzalo Aguirre y muchos más, fundando la prestigiosa Estudiantina de la U.A.Q. y grabando Alejandro los primeros exitosos long play de vinilo, haciendo viajes a Centro América y por toda la república nuestra, así como muchos programas de televisión en el entonces Canal 2, en Noches Tapatías y otros famosos programas donde se ve a Alejandro tocando el violín bajo la jefatura del mejor de todos los violinistas estudiantinos: Miguel Ángel Epardo Ibarra.
Las dudas juveniles entraron al espíritu del joven Alejandro y dudó entre seguir la carrera de Derecho en la entonces Escuela de Leyes o irse a la Ciudad de México a estudiar Filosofía, dejando entonces la jurisprudencia para dedicarse al amor a la sabiduría, materia en la que sus hermanos mayores, sacerdotes ambos, Antonio y Salvador, eran duchos mentores. Poco a poco se hizo especialista en las Relaciones Laborales y de allí en adelante la Calidad Total y la Mejora Contínua nutrieron su vida. Por un momento pensó la queretanidad que Alejandro también abrazaría la carrera sacerdotal pero la belleza de Consuelo Lámbarri Malo lo llevó a formar una bella y ejemplar familia cuyos frutos son Alejandra, Pedro y Andrés, todos ellos buenos hijos y excelentes personas.
Alejandro Espinosa medina siempre fue congruente, con sus ideas de la Democracia Cristiana y con su ideal de trabajar en favor de los más necesitados. Cuando en el gobierno enfrentaba graves problemas nunca perdió la serenidad ni la sonrisa para desarmar a los más violentos demandantes en el Querétaro noventero. Antes de entrar a su oficina siempre pasaba a encomendarse ante la Virgen de Guadalupe en La Congregación, con su paso taciturno y, en su traje oscuro, bien escondidos, sus cerillos y sus cigarrillos Marlboro. Su voz microfónica y nasal lo hacían un orador que mucho se parecía a un predicador, dada la influencia católica de su apreciable familia paterna y su formación humanista, siempre en favor de los Derechos Humanos.
Hoy que los tiempos políticos están marcados por la difamación, el descontón y las órdenes de aprehensión, justificadas e injustificadas, mucho agradecemos a Espinosa Medina su ejemplo, su decencia, educación, honestidad y enseñanzas. ¡Misión cumplida señor! Nos vemos arriba amigo.