Un personaje sin el cual no se entendería la historia de la Universidad Queretana ni de muchas otras instituciones, pero ¿quién se iba a imaginar que Álvaro Arreola Valdés no es queretano de nacimiento? Sus logros, acciones positivas, travesuras, litigios, peleas han repercutido en la queretanidad y sin embargo nació en Tamaulipas, en el año de 1934, en el poblado de Xicoténcatl, llegando a esta prócer ciudad de Santiago de Querétaro en 1941por razones laborales de su señor padre que era telegrafista de Ferrocarriles Nacionales. Las opciones eran el árido San Luis Potosí o esta bella tierra, por lo que el señor Arreola “apilcó” venirse a la Joya del Bajío. Vivieron en la ribera del río en diferentes ubicaciones, primero a la altura de Cuauhtémoc, luego entre puente Colorado y puente Grande y más tarde entre el puente de Frijomil y puente Grande, para residir después en la calle de Otoño en San Sebastián, por lo que don Álvaro se considera ribereño y encuerado. La primaria la hizo en muchas escuelas, quizá porque como era estudiante modelo se peleaban por él las instituciones para darse prestigio, empezando por la Benito Juárez, la Riva Palacio, terminando en la Nicolás Campa hoy Margarita Maza de Juárez.
Siempre ocupó los primeros lugares en competencias atléticas hasta que en la prepa de la U.A.Q. se hizo más formal su afición en la clase de Educación Física, la que recibía en el Estadio Municipal los sábados inclusive. Estuvo en el equipo de futbol, en el de beisbol, en los que ganaron certámenes nacionales. En el box llegó a subcampeón universitario nacional en peso mosca, porque fue derrotado por Manuel Ojeda, del IPN, un futuro campeón nacional del profesionalismo. Así se acercó al atletismo donde fue campeón nacional en relevo de 4×4 y en 400 metros con obstáculos. Llegó a la concentración para los Juegos Panamericanos y su frustración es que por segundos no dio el tiempo requerido.
Ya luego también se “lo pelearían” el Instituto Queretano, el Instituto Benjamín Velasco y la Universidad, sin autonomía, pero donde se doctoró en meter las manos fue en el famoso Velasco, que siendo pequeño le daba pelea en deportes a la U de Q, donde estudiaba todo el día en su tercer año de secundaria y sólo salía para dormir por las noches en su casa. En 1951 habló con su padre para entrar en la Uni en la llamada prepa complementaria, pero fue advertido que era su última oportunidad para estudiar o de plano se iría de ferrocarrilero, como sus hermanos. En la Universidad se sintió como pez en el agua tanto en el deporte como en la política, donde llegó a ser presidente de la sociedad de alumnos en la prepa, en la Escuela de Derecho y más tarde alto funcionario de la F.E.U.Q., la que fundó con su amigo y primer presidente Pedro Septién Barrón.
Después se hizo docente, desde que era estudiante daba civismo en la secundaria de la Uni, de la que fue puntal importantísimo para impedir la destitución del rector Fernando Díaz Ramírez como para lograr la autonomía universitaria entre 1958 y 1959, además de pertenecer a la hoy extinta Confederación Nacional de Estudiantes. Dio clases más de 28 años, recordándosele muy ameno y puntual en sus materias, sobre todo por la de “Historia de México” y la de “Derecho Positivo Mexicano”. Fue director de Educación en el Estado todo el sexenio de Mariano Palacios y el de Burgos, inicia con Loyola pero mejor le renuncia en buenos términos dejándole la puerta abierta, eran buenos amigos desde que Nacho fue su alumno en prepa centro, aduciendo que era priísta y tío político de Fernando Ortiz Arana, el candidato del PRI que compitió contra Loyola Vera. También don Álvaro fue rector de la Universidad Tecnológica de Querétaro, misma que creó en los tiempos de Palacios Alcocer como una necesidad educativa y de capacitación para el trabajo, la que ha tenido mucha demanda y se ha multiplicado por todo el territorio estatal.
Hizo su primer libro en 1983 participando como coautor sobre la autonomía de 1959, y ahora lleva cinco y tiene el sexto en prensa. El de Saturnino Osornio es muy bueno.
Cuenta que nunca se peleó en la zona de tolerancia, que nunca se peleó con Luis Juárez Ramírez ni con Chucho Rivera “El Monje”, y que al final se hicieron buenos amigos gracias a la intervención de José Guadalupe Ramírez Álvarez. Recuerda que una vez iba pasando por el jardín Guerrero frente al cuartel de la zona militar en compañía de su compadre Jorge Hernández Palma –el que ponía la boca y Álvaro los puños- y algo les dijo a unos militares éste, los que se regresaron para enfrentarlos. Jorge sólo atinó a decirles con su vocecilla delgada: “Si es con la boca yo les contesto, pero si es a golpes aquí está mi comadre y váyanle entrando”, por lo que se tuvo que medir con los milicos en una pelea limpia que al final quedó empatada y en buena lid se dieron la mano.
Nunca hubo una radicalización emocional, siempre fue pleito caballeroso, al grado de que se decían los rivales “dame tú primero”.
Los queretanos de los años cincuentas todavía recuerdan con risa destemplada cómo Arreola y Hernández Palma le hicieron una broma pesada al faquir que se enterraba en lo que hoy es el pasaje San Francisco, al que le echaron hormigas rojas a través de un popote para ver si era tan valiente y aguantaba bajo tierra mucho tiempo como presumía.
¡Quién pensaría que el eterno docente también fue jefe policíaco, de la llamada Policía Judicial!