La ciudad de Querétaro tenía ocho entradas y salidas principales, cual si fuera una ciudad amurallada, con sus respectivos edificios virreinales que fungieron por varios siglos como garitas, las que fueron clausuradas al suprimirse las alcabalas, pero Carranza las vio con interés por su afición a la historia del sitio de 1867 y hasta unas placas conmemorativas mandó poner en sus muros de cal y canto. Las más famosas fueron la de México, la de Celaya, la de El Pueblito, la de San Pablo, la de El Portugués, la de La Cañada y la de San Miguel El Grande.
Entusiasmó a los queretanos la publicación del decreto declarativo de “Capital Provisional de la República” en favor de Querétaro, y febrilmente se dedicaron los vecinos a preparar la ciudad para este acontecimiento tan memorable. Cierto era que en Querétaro, a partir del 29 de julio de 1915 —fecha en que había sido designado por el primer jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza, comandante militar y gobernador de Querétaro el general Federico Montes Alanís—, se inició la reconstrucción de la ciudad. Montes, reconociendo los méritos del ilustre profesor Luis F. Pérez —y además su radicalismo revolucionario—, lo designó secretario general de Gobierno.
El antiguo mesón de San Sebastián, ubicado en la esquina del río y calle Invierno, es utilizado como cuartel. Como la Cruz Roja se había fundado en Querétaro en 1913 (en México en 1911) como acción del gobierno huertista, el gobierno de Carranza la cerró, dejando para cuartel la casona de don Trinidad Rivera, misma que ocupaba la benemérita institución.
Las tropas carrancistas trajeron el tifo por su falta de aseo, según los queretanos de la alta sociedad. Saquearon el mercado Vicente Escobedo. Se prohíbe visitar panteones, aún el 1 y 2 de noviembre, por la epidemia de tifo. Hambre y frío campearon en el invierno queretano de 1915-1916. Se instala un comedor público y gratuito en el hospicio de la Junta Vergara, para abatir la hambruna entre la gente pobre. Se ordena por el gobierno de Montes la requisa del alcohol en todos los expendios con el objeto de que la soldadesca ya no robe o compre vino. El consumo del mismo entre la tropa es de escándalo.
El convento de Teresitas pasa a ser la comandancia de policía. Las oficinas del Liceo católico fueron convertidas en la Dirección de Instrucción Pública, misma que fue suprimida para 1916.
Puedo decir que la ciudad padeció la alteración de su vida cotidiana y la violenta interrupción de sus arraigadas costumbres religiosas, además de la importante pérdida de objetos de arte religioso, mobiliario, libros y documentos históricos. A pesar de los esfuerzos de Carranza y Montes por evitar el saqueo, las tropas ávidas de riqueza y hambreadas eran difíciles de controlar, a pesar de que la escena de fusilamientos por la quema de confesionarios se repitió otras cinco veces. El atrio de La Congregación fue convertido en matadero de reses. Las casas y autos de los ricos fueron confiscados.
El centro de la ciudad fue transformado casi en su totalidad, porque las calles que enmarcaban al jardín Zenea fueron mejoradas en su empedrado (con piedra de bola, no adoquinadas, ya que esto se haría en el sexenio 1943-1949), pero las calles y avenidas que contaban sólo con terracería, que eran casi todas a excepción de las cercanas a la plaza de Armas y jardín Zenea, fueron empedradas también, a costa de recursos federales, quedando cubierto prácticamente el centro histórico de la ciudad con este pavimento; se le dotó al primer cuadro citadino de una iluminación moderna con bellos arbotantes metálicos; instalación de drenajes, limpieza de canales y drenes, construcción de un gran colector, pozos de visita, ocho colectores secundarios y tanques, ya que la población sufría permanentemente de enfermedades gastrointestinales y con la llegada de tropas hubo epidemia de tifo desde 1914 y hasta muy avanzado el año1917.
Se reorganizó la nomenclatura de calles y avenidas. La nomenclatura virreinal de la ciudad estaba cincelada sobre cantera; los carrancistas escribieron sobre esas canteras con humo negro de ocote, el cual fue de poca duración, ya que al darse cuenta de los defectos y fealdad de esta técnica la sustituyeron por placas de cerámica de fondo blanco y letras azules, de tono muy oscuro, que señalaban el nombre antiguo, y las que subsisten a la fecha, de fondo azul y letras blancas, contenían el nombre nuevo o moderno.
Se impuso el nombre de Nicolás Bravo a un callejón interno del ex convento de Santa Clara, hoy callejón de Matamoros. La calle Josefa Vergara se convirtió en Corregidora, la que solamente atravesaba San Francisco de Independencia hasta Hidalgo. Las antiguas calles de Buenos Aires y Guadalupe se cambiaron por el de Epigmenio González (hoy Andrés Balvanera a partir de 1919). La avenida de El Comercio y antes del 5 de Mayo se renombró como “avenida Presidente Madero”, conservando hasta la fecha el de Francisco I. Madero. Puedo concluir que todas las arterias principales de la urbe cambiaron su nomenclatura, conservando los nombres virreinales solamente las de la periferia, como Estío, Otoño, Primavera, Juan Caballero y Ocio, Invierno, etcétera. La calle que hoy se llama Venustiano Carranza, que baja de la esquina chata en La Cruz, se llamó avenida Constitución.
El antiguo portal de Carmelitas, que había sido convertido en casa particular del gobernador porfiriano ingeniero Francisco González de Cosío, fue derruido en 1916 para ampliar la calle y alinear las casas, al poniente del jardín Zenea, ya nombrada calle Juárez, subsistiendo a la vez como la “avenida Juárez” la actual avenida Zaragoza, en su tramo de calle Juárez hasta los Arcos, por lo que Querétaro contó en el tiempo del Congreso Constituyentes con dos importantes arterias con el nombre del Patricio de Guelatao.
La avenida Juárez fue prolongada de la calle Pasteur hasta Los Arcos, ocasionando se derrumbaran las humildes casitas del barrio indígena de San Francisquito, lo que provocó ira y manifestaciones de los habitantes damnificados. Cuando ellos reclamaron a Carranza la medida, en una inspección que el viejo fue a hacer, éste les contestó fríamente: “duerman en las iglesias”. La prolongación de dicha avenida Juárez siguió hasta la avenida de Los Arcos, rompiendo la pared del acueducto para conseguir unir a ambas arterias principales. El pueblo llamó desde entonces a este punto vial como “calzada de Las Lágrimas”, ya que se derramaron muchas por el dolor de ver dividido al primer barrio de la ciudad, ver derrumbar su único patrimonio y creer que Carranza destruiría todo el Acueducto en su afán modernizador.
Como parte del reordenamiento urbano, con vistas al célebre Congreso Constituyente, expulsaron del primer cuadro a las prostitutas, las que estaban en la calle de “Las Machuchas”, y las reubicaron atrás de la iglesia de La Merced. Desde 1906 el gobierno porfiriano de Francisco González Cosío había colocado una estatua en la esquina de la entonces avenida Juárez con Pasteur y la calzada de Las Artes, pero como atrás de la estatua se encontraba la zona roja o de tolerancia, la humilde callecita que daba hacia el oriente era llamada de “Las Machuchas o Cuscas”, en clara referencia a las prostitutas que pululaban por la ciudad y fueron colocadas en dicha zona del templo de La Merced, entre Plaza de Armas y La Cruz, como parte del reordenamiento urbano con vistas al célebre Congreso Constituyente y expulsar del primer cuadro la insalubridad, la miseria humana, la pobreza y el pecado. Aclaro que la hoy avenida Zaragoza se llamó así desde el gobierno del general Montes, pero nada más en su tramo de la hacienda de La Capilla a la calle Juárez, donde tomaba el nombre de avenida Juárez, casi frente a la Alameda Hidalgo.