SAN GREGORIO BARRIO MÁGICO
Dedico este ensayo a la hermosa , rosa fulgurante nativa de este eriazo cerro y humilde barrio de mi corazón. En la segunda mitad del siglo XVI, después de la fundación del pueblo de indios de Querétaro, se formaron congregaciones y se construyeron ermitas para el adoctrinamiento de las diversas etnias otomíes que habitaban el norte del Río Querétaro desde épocas prehispánicas. Durante los siglos XVII y XVIII, se levantaron las capillas que después identificarían a los barrios como tales. La mayoría de los habitantes de estas lomas o cerrillos eran de castas negros y mulatos, que trabajaban en faenas del campo, en el cuidado del ganado, sobre todo del lanar, fuente primaria del progreso de Querétaro como ciudad textil. También fueron mercedarios de tierras por méritos de conquista en guerra contra los chichimecas. Más tarde trabajaron con los hacendados, en los trapiches y obrajes y como albañiles y mano de obra en fábricas de ladrillos y cal.
El cerro de San Gregorio, lleno de magueyes, cactáceas y suculentas, así como de garambullos y nopales, fue un punto importante en todas nuestras guerras intestinas, pero también cuna de leyendas como la de la Llorona que paseaba con su lastimero grito desde los alfalfares hasta el rumbo por donde ahora está la Gerber, y de ahí tomaba por el camino real a San Pablo, no faltando el borracho donjuanesco que creyendo que se trataba de una mujer guapa con quien saciar sus apetitos más bajos la seguía, llevándose una sorpresa mayúscula cuando la dama volteaba y tenía cara de mula o caballo.
El templo de San Gregorio está en la parte alta de la loma y data del siglo XVII. La vialidad de la zona lo ha dejado como una pequeña isla, pues es una de las vías de acceso entre norte a sur. Subiendo por Los Molinos y Los Alcanfores, hay que hacerlo por la calle Ejido, que conserva todavía su camellón arbolado y le proporciona una agradable vista al pequeño templo donde se encuentran dos representaciones del santo patrono del barrio, una de ellas es de bulto y tiene aproximadamente un cuarto de siglo, y la otra es un lienzo al óleo y es más antigua. El templo tiene dos cuerpos rematado por una espadaña de dos vanos. Su cúpula es octagonal sostenida por contrafuertes de cada lado. La planta es de una sola nave dividida por pilastras con motivos fitomorfos y grabados. El altar con estípites que sostienen a los lados medallones y un nicho de cantera.
Al frente de la Capilla de San Gregorio en el mismo espacio atrial, está un Calvarito, formado por arcos mixtilíneos y con techo abovedado.
Desde que terminó el general en jefe, Mariano Escobedo, sus reconocimientos de las inmediaciones de la plaza, pensó en ocupar el cerro de San Gregorio, que el enemigo había descuidado en guarecer y fortificar, ya que este punto era indispensable apoyo para ejecutar con ventaja la embestida sobre la plaza. Por la noche del 7 de marzo de 1867, el general Escobedo se descuelga desde San Pablo y ocupa el cerro de San Gregorio y sus laderas que corren hacia el Río Blanco. Advertido de este movimiento, a media noche, se despierta al archiduque Maximiliano en el Cerro de Las Campanas para que resuelva lo que haya que hacerse ante la posibilidad de que las tropas republicanas ataquen. Se cita a un urgente consejo de guerra, aprobándose verificar un movimiento de conversión consecuente con el movimiento del enemigo, y así, la reserva que había estado en la Alameda, se pasa al llano tendido entre la falda del cerro y las últimas casas de la ciudad por el rumbo de Santa Ana.
El 12 de marzo, los imperialistas celebran un nuevo consejo de guerra alrededor de las siete y media de la noche: existe la obligación de hacer cambios en la defensa de la plaza; las fogatas y grandes luminarias que se advierten en el pueblo de San Pablo, San Gregorio, Patehé, Carretas y la Cuesta China, y que ya escasean por el poniente, indican claramente que el Cerro de Las Campanas no tiene por qué seguir siendo la atalaya más importante de los sitiados, ha perdido mucho de su importancia como centro, así que toman el acuerdo de que el cuartel general sea a partir de ese día 12 el convento de La Cruz, más seguro y cubierto, y desde donde se podían dominar las posiciones republicanas situadas al oriente y norte.
Consecuentemente a este cambio de frente republicano, se toma también el acuerdo de extender la línea de defensa, menoscabando la del poniente, para extenderla desde San Gregorio, pasando por el río y apoyando su centro en el Puente Grande (hoy Universidad e Invierno) y concluyéndola por el sur a la altura del barrio de San Francisquito, la Alameda y Casa Blanca. La línea de circunvalación mediría ocho kilómetros como ya comenté líneas atrás. Menciono que las fuerzas republicanas apostadas entre San Pablo y San Gregorio llegaban a doce mil hombres, número que excedía al total de imperialistas sitiados en la plaza que apenas sumaban nueve mil.
Los estrategas imperialistas se percataron tarde de la importancia que tenía este punto y para subsanar la omisión en su estrategia, el 14 de marzo, el general Severo del Castillo fue el designado para tomar el cerro de San Gregorio “a sangre y fuego”. Los republicanos, al ver este movimiento que hacían los sitiados al norte, planearon un ataque falso al convento de La Cruz y al templo de San Francisquito, trabándose en un nutrido fuego ambas líneas de la artillería colocada en esta zona. La tropa imperialista se replegó a la plaza quedando los republicanos en definitiva con la posesión del cerro de San Gregorio. El suceso de armas más importante celebrado en San Gregorio sin duda fue esta batalla del 14 de marzo.
El primero de abril, el ejército imperialista intentó otra fuerte ofensiva en la Otra Banda donde las líneas estaban resguardadas por el general Antillón con la Brigada de Guanajuato. Una de las mesetas de la falda oriental del cerro de San Gregorio, que se extendía hasta la Trinidad, se encontraba descubierta de sus flancos y el barrio de San Sebastián estaba totalmente desguarnecido. Miguel Miramón, hábilmente entró por San Sebastián, tomó La Cruz de El Cerrito y esperó refuerzos de Salm Salm para tomar Santa Catarina, San Gregorio y San Pablo. El embate de Salm Salm fue replegado por los republicanos que, con la llegada de otros batallones, rechazados a los imperialistas rehaciendo sus líneas hasta el río.
Era tanta la importancia estratégica de la loma de San Gregorio que un soldado liberal anónimo escribió lo siguiente: “Es el punto militar más importante de la plaza de Querétaro, forma un arco de más de noventa grados que comprende parte de la población y la domina a toda ella: si desde este punto se hubiera bombardeado, no habría resistido (Querétaro) dos días; pero esto no se ha hecho no sé si por Filantropía (sic) o por falta de bombarderos…” San Gregorio se distinguió por ser el sitio en que la artillería estaba más activa, y siguió con su tiroteo poniendo los nervios de punta entre la inofensiva población. Especialmente fue cañoneado el convento de La Cruz por ser la habitación y oficina de Maximiliano, cuyas paredes acusaban ya el deterioro de los días de sitio al tener incrustadas muchas balas republicanas, las cuales no pueden reciclar los sitiados porque serían fácil blanco de los enemigos. En cambio, en San Gregorio donde quedaron cientos de balas de cañón de los imperialistas, los chinacos sí las reciclaron en el parque militar cercano.
El 1 de abril Miramón emprende un ataque sorpresivo que tiene como punto central San Sebastián pero llega hasta La Trinidad y San Gregorio capturando un sinnúmero de prisioneros, parque y botín de boca, perdiendo muchos hombres y sin poder quitar dichos puntos a los republicanos. Escobedo quita el mando sobre San Gregorio al general Florencio Antillón por no haberse defendido eficazmente del joven Miguel Miramón y casi se pierde el punto tan importante. Dicen los cronistas de la época que Antillón fue sorprendido en plena batalla como al Tigre de
El 3 de mayo vuelve a atacar Miramón San Gregorio y aunque los chinacos ganan la escaramuza, tienen que lamentar la muerte de doscientos soldados, que quedaron tendidos en el ala norte del cerro.
Hoy, el Ayuntamiento de Querétaro lo ha declarado Barrio Mágico. Bien merecido.