Como todo el mundo, mi Querétaro tiene entre su sociedad excentricidades de todo tipo, incluyendo inocentes y enfermizas. Por ejemplo, el Divo de Cadereyta, hoy Divo de Bernal, hacía el amor vestido de jaquet o smoking con una Constitución en la mano, como Benito Juárez o Sebastián Lerdo de Tejada, según el historiador José Fuentes Mares.
Homero Sicilia Chávez se come las lentejas con plátanos y azúcar y su hermana Conchita le echa limón al pescado para que no sepa a pescado, al pollo para que no sepa a pollo y a la carne de res para que no sepa a buey. Mi culto amigo, Armando Ruiz Pérez, organiza una misa cada año, el 19 de junio, para pedir por el alma de Maximiliano de Habsburgo. En “Los Chiquilines” se afinan güiros y se pintan casas a domicilio. Un grupúsculo de ricos, o nuevos ricos, que llegan en camionetas negras polarizadas con blindaje del cuatro, de vez en vez llegan clandestinamente al Panteón y Recinto de Honor de Queretanos Ilustres y realizan misas negras, espeluznantes, burlando a la Guardia Municipal o untando con una sorjuanita o un billete de a quinientos a un patrullero o velador infiel.
En el mundillo periodístico, Alejandro “El Diablo” Guillén gusta tomar con el Divo malteadas de La Mariposa con vodka. A Pedro González Rivas le da por tener como mascotas domésticas o empresariales a feroces leones africanos, alimentados con carne de burro. A mis conocidos veganos muertos de hambre les da por comer carne roja cuando es de gorrita café. A Paco Cevallos Urueta le daba por pedir su café bien caliente con un vaso de hielo para enfriarlos. Al talentoso Miguel Muñoz Gutiérrez le da por combinar su etiqueta roja scotch con Coca-Cola. A Andrés Garrido del Toral se le da mucho poner en su patio bernalense a Juan Sebastián Bach seguido de “Dos Tardes de mi Vida” con Rigo Tovar.
A los jóvenes de hoy les da por echarle jugo de limón a todo, desde a un taco al pastor (que es lo más normal) hasta a una quesadilla con queso y a la barbacoa, al caviar, a las crepas, a las tortas, a las fresas con crema y a todo lo que se deje, perdiendo las viandas su sabor. Dicen los alemanes e ingleses que los únicos pendejos que nos tomamos la cerveza fría somos los estadounidenses y los mexicanos. A los que no les dieron pecho materno para mamar les da por poner headers insufribles en sus carros y motocicletas, contaminando auditivamente mi ciudad, que no tiene la culpa de ese complejo oral de los golfos. A los ricos nuevos les da por mezclar ropa hecha con lana seda 120´s, pero con colores chíngame los ojos, como el caqui, rojo cereza o rosa.
A mi compadre José Guadalupe Martínez Martínez se le ocurría ir a eventos cívicos con pants rojos y botas cafés. A mis amigos de Bernal les daba por meterse a la playa de shorts y botas vaqueras. Al “Loco” Valdez y a don Aníbal Rubio Ortega se les antojaba desayunarse con un licuado de chocolate con vodka y brandy Don Pedro respectivamente. Toñito Loarca Palacios comía insectos vivos en comidas y banquetes campestres; mi tío abuelo, Vicente Pérez Pérez, en un tiempo dueño de la cantina “El Luchador”, tomaba con lágrimas en los ojos sus propios orines para detener la ceguera causada por su terrible diabetes.
Los chilangos avecindados en Querétaro piden quesadillas sin queso y tortas de tamal o guajolotas con bolillo y una enchilada metida en éste. A los elotes embarrados con crema, mayonesa y queso les llaman “de sabores”, como si fueran de fresa, vainilla y chocolate. Los escuincles asiduos a cervecerías echan a perder la cebada con sabores de mango, tamarindo, café, chocolate y vainilla. En materia de nieves y copiando a Dolores Hidalgo del vecino Guanajuato, ya empiezan a venderse las de sabor carnitas, requesón, aguacate, camarón y mole. Guácala.
Irresponsables temerarios de clase media alta que recorrían por lo alto Los Arcos en moto y los beodos de buena clase, fifíes, que se meten todavía a afters peligrosos en la zona de Carrillo Puerto, mientras que el suegro de Chinto Rubio García se tomaba un cartón de cheves sin salir ni a orinar de la pequeña alberca de don Hiram Rubio Espinosa de los Monteros. El gobernador José María Truchuelo se levantaba de su cama a las 4 am diariamente para ir a regar y arreglar los arbolitos y plantas de la Alameda Hidalgo personalmente. El llamado auténtico Cronista de Querétaro, Heraclio Cabrera, gran maestro universitario en la primera mitad del siglo XX, tenía tanta manía por la limpieza corporal que cuando iba a hacer pipí se ponía guantes y una liguita para agarrar y sostener su pene.
El maestro José Guadalupe Ramírez Álvarez rondaba lentamente por el Centro Histórico de la ciudad, en particular dando la vuelta en sus lujosos autos alrededor del jardín Obregón (hoy Zenea) después de haber platicado con su comadre dueña de La Yegua y cenado en La Cabaña con su compadre Roberto Quintanar. El sabio matemático, Salvador Vázquez Altamirano, llegaba a su clase de 7 am en la hoy Facultad de Ingeniería en el edificio histórico de la U.A.Q. a impartir sus clases con un traje negro lleno de gis y tiza del día anterior, sin haber dormido ni una hora.
El maestro José Juárez López llegaba a su clase de 4 pm en la Facultad de Derecho con dos cervezas bohemias encima y se ponía sus grandes anteojos polarizados para que sus alumnos no lo vieran que estaba dormido. Un ex rector fue visto bailando con pants rojos con una chica desconocida en un restaurante bar sospechoso de alquilar mujercitas, sito frente a la Plaza Constitución y cuya propietaria era ni más ni menos que doña Estela Martínez, cuyo nombre real era Josefina Quinard, también dueña de la famosa Yegua, cuya palmera situada en el patio delantero sufrió los embates del vocho amarillo de “Topo” Rubio y los orines y guácaras del compañero Martín Puga, que hasta se quedaba dormido de cuete en esa sufrida planta.
Los mineros neo ricos de San Joaquín en la época dorada del mercurio tomaban el coñac Paradise con refresco Victoria de grosella y a tiempo. El padre José Morales Flores traía entre la sotana una pachita de tequila Cuervo blanco para La Santanada, la Plaza de Toros Santa María o para el Estadio Municipal. El inolvidable maestro Juan Francisco Durán Guerrero caminaba sin zapatos por toda el área junto al pizarrón mientras que daba su amenísima clase a razón de diez cigarros por hora. Los nuevos millonarios de la Sierra Gorda venían al cine a nuestra ciudad y no se quitaban el sombrero y se sentaban sobre el reclinatorio de espaldas y en las primeras filas del lunetario, provocando la rechifla de los urbanitas citadinos que no podían ver la película. A don Rafael Camacho le daba por tener una pequeña cantinita en sus múltiples salas de baño. Beto Ángeles Mendoza es todo un mecenas generoso si te invita a beber a “El Indio”, pero un codo de primera si bebe en su prestigiado bar “El Monte Casino”. El muy decente y equilibrado maestro José Arana Morán vacía todo el salero sobre sus alimentos sin haberlos probado siquiera. Los burócratas federales se embriagaban con Coca-Cola a tiempo y Cuervo Blanco, sin hielos.
Don Alfredo García Vargas, El Señor Tango, no conciliaba el sueño si no hacía la visita de las etílicas casas: La Ópera, El Reforma, El Monte Casino, El Cortijo, El Parlamento, Chava Invita, El Gene, El Monje, El 201, La Cabaña, La Casa Verde y El Luchador, hasta 1980. Los estudiantes de Psicología y la antigua carrera de Sociología dejaban un olor a mota en los pasillos de la Facultad de Derecho los jueves por la noche siendo BGM rector, hasta que el mismo Braulio los mandó sacar con balonazos de fut bol americano lanzados por los Gatos Salvajes. Estos mismos señores de Psicología y Sociología organizaban unas bacanales horrorosas en el campus: se hacían por la buena y por la mala de alcohol de diferentes marcas, brandy Presidente, ron blanco, tequila corriente, Tonayá, alcohol rojo del 96, refresco de cola y otras porquerías, el que vaciaban en una gran olla tamalera o pozolera con una bolsa de hielos y que cada quien se sirviera como quisiera en vasos desechables. ¡Imaginen la borrachera de vándalos que agarraban!
“El Mico” se casaba con banquetes a base de jaletinas y atole, esperando que sus amigos le gorrearan el chupirol y la música.Un macho alfa le ponía su nombre a cada uno de sus vástagos varones, como queriendo trascender con ello. Un machísimo alfa omega contrató a sus noventa y tantos años a unas gemelas croatas para que lo cuidaran en sus últimas horas incluyendo masajes con final feliz. Al Director del Instituto de Estudios Constitucionales y al delegado del SAT en Querétaro les da por ponerse blazers amarillos, rojos, verdes, rosas, con pantalones que no combinan. Les vendo un puerco excéntrico.