No contamos con información directa sobre quién fue el ingeniero encargado de la construcción de la gran obra pero pudiera estar entre el escocés John Alexander Anderson y el prestigiado alarife Mariano Reyes
Qué bonito es recorrer desde muy temprano o en la tarde noche de Hércules a la Peregrina Cañada, gozando de sus cerros, viejos monumentos, fábrica, Río Querétaro, callejones y sobre todo, sus acueductos. Para hacer este recorrido no tienes que irte ni por la muy concurrida Avenida Hércules ni por la Emeterio González; tienes que bajarte a tu izquierda a un lado de la Cervecería El Hércules y tomar por unas canchas deportivas hacia un callejón largo largo que te llevará al acueducto original de Cayetano Rubio, el que movía las fábricas de El Hércules, La Purísima (hoy Seminario Diocesano) y el Molino de San Antonio (Universidad Marista). El otro acueducto, la acequia a nivel del piso que desemboca en los populares “Arcos” es otra cosa: ese también lo podrás recorrer caminando por una amplia avenida nueva en La Cañada a partir del Colegio de Bachilleres o de la finca de los Loarca Palacios. Esta acequia te llevará hasta la alberca del Marqués de la Villa del Villar y si quieres seguir el paseo toma la antigua avenida del FFCC o Emeterio González y llegarás hasta Los Socavones, y si tienes suerte, allí Panchito González Pérez te invitará un chínguere elegante.
El agua tuvo un uso motriz en molinos y fábricas del Querétaro virreinal y decimonónico, además de ser utilizada para la agricultura, la construcción, el consumo humano y animal, entre muchas cosas. Después de su extracción de pozos, galerías filtrantes o veneros, se almacenaba en aljibes, se controlaba por medio de compuertas, alcantarillas o cajas de agua y sifones, se conducía por atarjeas, acequias, ductos y tuberías de barro y llegaba a las áreas de uso común o privado para su distribución y uso a través de fuentes, lavaderos, abrevaderos y estanques, según el especialista Jaime Font Fransi. Esto originó complejísimos sistemas hidráulicos elevados, a flor de tierra o subterráneos que a la fecha se encuentran en forma constante al realizar excavaciones o a la simple vista como es el caso del llamado “Acueducto de Hércules”, cuyos años de construcción los situamos entre 1836-1850.
Nos dicen Antonio Loyola Vera y Jaime Vega Martínez que las arquerías presentes en acueductos y puentes permitieron conducir el agua a grandes distancias y conectar caminos con mayor eficiencia. El establecimiento de batanes y molinos movidos por agua modificó el uso de los ríos, ya que para tener una corriente con fuerza motriz necesaria, esos centros fabriles se construyeron en las cabeceras ribereñas.
En La Cañada, para evitar el hurto, contaminación y detención de aguas y los correspondientes litigios, se expidieron Autos sobre el reparto de Aguas en 1654, para el uso y aprovechamiento del recurso, al igual que en Pathé, protegiéndose a los indígenas que utilizaban el agua por toda La Cañada hasta llegar a una presa de céspedes construida por Diego de Tapia contra la voluntad de los naturales en 1634, al que se le obligó a construirla de cal y canto a partir de 1654, además de supervisar sus manantiales y su ciénaga durante todo el año todos los años, recibiendo el nombre por parte de sus dueños de “Presa del Salto del Diablo”, llamándose simplemente por el vulgo esa presa como “Presa del Diablo”, todavía famosa en los años cincuenta del siglo XIX con tal nombre. No hay que confundirla con otras que construyó Cayetano Rubio como la “Presa de la Purísima” allá por 1838, la de “San Carlos” y la de “San Isidro”.
Para mediados de la década tercera del siglo XIX, empresarios extranjeros y nacionales comenzaron a crear centros fabriles en la ciudad de Querétaro para la producción de hilaza, mantas, telas estampadas y casimires, procurando que sus plantas productivas pudieran abastecerse con energía hidráulica además de maquinaria moderna y fuerza laboral. El empresario más destacado fue el español Cayetano Tomás Miguel Rubio Álvarez, quien adquirió los antiguos molinos suburbanos ubicados a la ribera del Río Querétaro, para así instalar sus modernas fábricas, fusionando en un mismo establecimiento la elaboración de mantas con la producción de trigo, al decir de la doctora Patricia Luna. En 1831 el gobernador queretano Manuel López de Ecala instauró por decreto la Junta Directora de la Industria del Estado, no buscando proteger la antigua industria textil de batanes y trapiches que continuó sobreviviendo, sino impulsar el surgimiento de nuevas industrias, modernas, capitalizadas y con maquinaria y tecnología de punta. Por eso la llegada de Cayetano Rubio Álvarez y la creación de sus tres famosas fábricas que requerían de agua para mover sus maquinarias: “El Hércules”, “La Purísima” y “San Antonio”. Por las inclemencias políticas y luchas armadas, la fábrica “El Hércules” comenzó a trabajar hasta el 15 de agosto de 1846, ocho años después de que Cayetano Rubio adquiriera el predio del antiguo molino Colorado. El edificio lo había restaurado desde 1840 en su totalidad.
Con el correr de los años, se construyó un acueducto alternativo para alimentar la fábrica “El Hércules”, de una atarjea superior y otra inferior, utilizada en tiempos de estiaje. Precisamente en la llamada “Presa del Diablo” es donde se inicia la construcción de este “Acueducto de Hércules”, cuyo trayecto lo explicamos en la imagen subsiguiente y que nos lleva desde la citada presa hasta el famoso manantial del Roncopollo y lo que fue “La cartonera González”, atrás y a un lado del molino de San Antonio, hoy Universidad Marista. La historiadora Natalia Carrillo nos indica que Cayetano Rubio manda construir un cañón en “Los Socavones” y los manantiales de “El Barreno” de La Cañada para canalizar esa agua por medio de un acueducto de cuatro kilómetros hasta la fábrica de Hércules, e impulsar la gran turbina que proporcionaba la energía motriz. A su vez el bate José María Carrillo nos informa que el acueducto en cita se componía de 57 arcos cuyos pilares medían 1.75 metros de espesor, estando separados entre sí por una distancia de 7.50 metros. Este acueducto conducía 72 surcos de agua, es decir, 691 litros por segundo, que movían la gran rueda hidráulica que daba todo el movimiento a la fábrica “El Hércules”, cayendo después el agua al Río Querétaro. Hacemos la aclaración que la arquería de 164 arcos –según el catálogo de INAH-y 4 kilómetros de longitud es en el tramo que va de “La Presa del Diablo” a la fábrica “El Hércules”, continuando a flor de tierra hasta el molino de San Antonio pero ya sin arcos obviamente. Antonio Loyola dice que la obra del acueducto fue hecha por veinte artesanos extranjeros, con altos sueldos, y cree dicho actor que venían de la ciudad de Madrid. Aún cuando se hizo el acueducto para reforzar el movimiento de la gran rueda hidráulica, ésta también fue movida por trescientas mulas de 1846 a 1850 cuando la obra hidráulica no se había concluido. Loyola Vera localizó una solicitud de Cayetano Rubio al Ayuntamiento de Querétaro donde éste pedía le vendieran terrenos aledaños al río para terminar el acueducto en 1850.
No contamos con información directa sobre quién fue el ingeniero encargado de la construcción de la gran obra pero pudiera estar entre el escocés John Alexander Anderson y el prestigiado alarife Mariano Reyes. John Alexander Anderson fue quien vino a construir la gran rueda hidráulica de la fábrica “El Hércules” y no es difícil que haya intervenido en la construcción del acueducto que iba a llevar la fuerza motriz a la turbina. Pero también hay indicios de que Mariano Reyes lo hizo porque era el encargado de las obras hidráulicas en todas las fábricas de Cayetano Rubio, así como quien se encargó de conciliar entre el industrial y los vecinos de San Sebastián cuando éstos sentían que Rubio les despojaba de su agua a la altura del Roncopollo. El “Acueducto de Hércules” funcionó normalmente hasta 1940, aunque algunos vecinos aseguran que todavía vertía poquísima agua en los años sesentas del siglo XX.
En la actualidad, de este acueducto sólo se conservan cinco tramos formados por pilares y arcos escarzanos de piedra y ladrillo de barro, no tiene uso y su estado de conservación es ruinoso, aunque la propiedad sea de la familia González Nova, propietarios de la fábrica “El Hércules”. El vate José María Carrillo sostiene que eran 57 arcos, nosotros preferimos quedarnos con el dato que da el INAH en su serio y muy actualizado catálogo: 164 arcos.