La famosa “Carambada” sí existió: no se llamó Joaquina Oliveria del Pozo sino Leonarda Martínez, según sus confesiones y declaraciones ante los juzgados penales de Querétaro, y nació en 1840 en Ceja de Bravo, en el municipio de Huimilpan, frontera con el municipio de Corregidora, en el estado de Querétaro. Pero no era bella ni mucho menos criada en la aristocracia vienesa ni mucho menos dama de compañía de la emperatriz Carlota Amalia de Bélgica y tampoco novia del imperialista coronel Joaquín Rodríguez ni fue acosada por el nachas prontas de Maximiliano de Habsburgo. Advierto una vez más a mis cinco lectores que esas patrañas fueron inventadas por el padre Salvador Cabrera Pedraza en 1958, mismas que escribió en un libro muy vendido de nombre “La Carambada”, publicado por la editorial “Cimatario”. El padre escribió este mamotreto con el afán de conseguir dinero para los aguinaldos de sus niños pobres en aquel frío invierno de finales de los años cincuenta y se sigue vendiendo como pan caliente este bestseller provinciano lleno de mentiras.
Lógico que al ser una obra anti juarista con detalles de morbo sexual de Guillermo Prieto, Sebastián Lerdo de Tejada y de hasta el mismísimo Benemérito de las Américas, pues la obra se vendió bien bajo el pseudónimo de Joel Verdeja Soussa, ya que al padre Cabrera le daba vergüenza que se supiera que tantos infundios eran suyos. También resalto la mentira de que Leonarda le cortó los genitales al gobernador Benitos Santos Zenea en el Palacio de Gobierno sito en lo que hoy es el Gran Hotel un 15 de septiembre por la noche, mientras la quería seducir en su despacho. Para mí que don Benito y su tataranieto Salvador Zenea solamente se fijaban en mujeres hermosas.
Don Salvador Cabrera Pedraza fue un virtuoso que hizo lo que podía para llevar abrigo y alimento por los más pobres, que se valió de la mojigatería e ignorancia de más de algún queretano que todavía juzga y defiende a la bandida como heroína imperial y conservadora. Lo cierto es que la imaginaria colectiva queretana le dio a esta bandida de carne y hueso el carácter de heroína anti juarista para vengar oprobios como la aplicación de las Leyes de Reforma y la consecuente destrucción de edificios, templos, obras de arte y bibliotecas del patrimonio católico queretano.
“La Carambada” realmente era la clásica traga santos y caga diablos, ya que su afición a la juerga, alcohol, baile, tabaco y juegos de cartas, no la hacían que digamos muy émula del nazareno inmortal. Además de viciosa era fea, rolliza, de cara colorada, muy gordita, patizamba, hombros encorvados y con barros y salpullido en la cara. ¡Y así se atrevieron historiadores ignorantes a pintarla como hermosa, criada en la corte vienesa y acosada por Maximiliano, Guillermo Prieto y Sebastián Lerdo de Tejada y amada por su prometido el coronel Joaquín Rodríguez, favorito del archiduque!
En el Querétaro de 1867 -después del Sitio y del triunfo de la República- se dieron infinidad de secuestros, robos y asaltos en las cercanías de la ciudad, por el miserable estado de la economía al término de la guerra. Los lugares más frecuentados por los malhechores eran la Cuesta China, El Cimatario, San Pablo, El Pueblito, La Cañada, El Jacal, camino a Coroneo y el camino real a San Miguel de Allende. Pero donde más atracaba La Carambada fue en la Cuesta de Costilla (hoy avenida de Los Fundadores, en el antiguo camino a Tampico) y en el camino a Celaya (hoy prolongación Pino Suárez) a la altura de lo que en esta época se conoce como El Ensueño, La Sandía, Galindas, Condominio La Carambada, Carolina y Ejido Modelo.
No se descartaba que campesinos de los alrededores de la ciudad de Querétaro participaban en estos atracos por la situación económica que era difícil por la pobreza que dejaron La Guerra de Reforma y la Intervención Francesa, pero lo que más chocaba al gobierno local es que en su mayoría los bandoleros eran viejos soldados imperialistas que fueron beneficiados con la libertad y que ahora, al no tener los medios para regresar a sus lugares de orígenes, buscaban recursos como sea. También se sabía que los más peligrosos bandidos eran ex presidiarios de las cárceles queretanas que fueron liberados por Maximiliano a cambio de trabajos forzados en las trincheras durante el Sitio de 1867. La gente robaba lo que fuera, a grado tal que el material de escombro resultante de la destrucción de las capillitas del ex convento de San Francisco desapareció para construir casitas en los suburbios.
A la difícil situación económica y sanitaria, los queretanos agregaban preocupaciones políticas en ese año nefasto y glorioso de 1867: surgió con mucha fuerza el macabro rumor de que la ciudad sería devastada piedra por piedra y que la entidad desaparecerá como estado miembro de la Federación Mexicana.
El dilema futuro de la sociedad política queretana será a partir de este momento ya no de liberales versus conservadores sino cervantistas contra anti cervantistas, regionalistas o localistas contra fuereños que venían a decidir los destinos, según sus filias o sus fobias: pragmatismo puro más allá de ideologías, como en el Querétaro de principios del siglo XXI. Realmente era el pleito del poblano gobernador de Querétaro, Julio María Cervantes, contra el cadereytense queretano Ezequiel Montes Ledesma, a quien nunca dejaron los fuereños gobernar su entidad natal y murió con esa amargura en la Ciudad de México en 1883.
La Carambada fue aprehendida allá por 1884 en terrenos del rancho “El Cristo”, perteneciente a la hacienda de La Capilla, donde hoy es la prolongación Zaragoza esquina con Hilarión Frías y Soto, en la colonia Ensueño. Estando herida de muerte se la llevaron los soldados al ex beaterio de Santa Rosa de Viterbo donde funcionaba desde 1863 el hospital civil. Allí fue oída en confesión por el virtuosísimo obispo Ramón Sabás Camacho y murió. Otra versión dice que la fusilaron en la hoy ex hacienda de San Juanico, a dos kilómetros de Querétaro, por el camino a Tlacote el Bajo, y que al quedar mal herida fue trasladada a nuestro hospital civil o “Maternidad”.
Gracias a “La única, verdadera y jamás contada historia, filosa y machetera de La Carambada”, libro de la autoría del gran conservador queretano Ramón del Llano Ibáñez, publicado por la UAQ en el año de 2007, sabemos con más certeza datos ocultos de ese personaje legendario, al investigar Ramón en el Archivo del Poder Judicial del Estado. Si nos atenemos a “El Corrido de La Carambada”, de autor anónimo, La Carambada murió en el año de 1886; pero si nos vamos al expediente de la autopsia encontrado por Ramón del Llano la bandida murió el 6 de mayo de 1884, a los 41 años de edad, después de una refriega contra los rurales del estado de Querétaro y Guanajuato, quienes la seguían desde Apaseo el Alto, en los terrenos de la hacienda de “La Comunidad”, cuyos terrenos y casco abarcaban lo que ahora son las colonias Ensueño, Arboledas, La Carambada, Galindas, Ejido Modelo y El Rosario, según el gran cronista corregidense y puebliteco Pepe Franco.
Que tal escaramuza entre los rurales y los hombres de La Carambada fue el tres de mayo de 1884, y aseguran testigos que era ella la cabecilla de los bandoleros y no el mafioso de Celaya, Guillermo Rodríguez “El Amito”. En el hospital civil -en su lecho de muerte-, Leonarda Martínez confesó que cometió el plagio de un dizque hombre muy rico de Celaya, un tal San Román, tatarabuelo de Joaquín San Román Novoa, en compañía de León Vázquez, José Morán y Víctor Medina. A éste, Víctor Medina, desde el año de 1883, lo identificaban los rurales y policías como el amante de La Carambada, no solamente como cómplice. Por cierto, dice mi amigo Joaquín San Román que su pariente plagiado y liberado tenía fama social pero no era rico, así que se equivocó La Carambada como Pablo González Loyola con mi amigo Pablo Meré Alcocer.
Los cómplices de Leonarda murieron en la escaramuza en cita, solamente ella sobrevivió, para morir tres días más tarde como aquí lo consignamos.
También, por Ramón del Llano, sabemos que Leonarda se encaboronoba de que la llamaran “Carambada”, porque según ella el apodo era muy feo, proveniente de “Caramba”. Nuestra bandida también estuvo procesada en 1883 ante el juez de lo Criminal por haber reñido contra dos rurales en su pulquería disfrazada de cafetería por el rumbo de la hacienda de Patehé, en la actual colonia Calesa. En este lugar Leonarda servía pulque, comida, café, bebidas alcohólicas más fuertes o refinadas y organizaba peleas de gallos y bailes, donde la principal atracción era La Carambada bailando con un par de cuchillos amarrados a sus botas, con el peligro de cortarse o herirse gravemente.
Aquí tienen ésta mi versión de esta historia para evitar que cronistas malandros y leyenderos irresponsables sigan envenenando a la juventud y niñez queretanas. Les vendo un puerco ignorante con locura senil.