Federico Arreola
No le gusta visitar ciudades extranjeras, pero a veces se ve obligado a hacerlo, es decir, a viajar fuera de México para cumplir ciertos compromisos que considera ineludibles. Como pronunciar un discurso en la ONU o participar en la ya más que necesaria reunión de los tres gobernantes de América del Norte: el de Estados Unidos, Joe Biden; el de Canadá, Justin Trudeau, y el de México, Andrés Manuel López Obrador.
Cada vez que lo hace los mexicanos y las mexicanas de allá de aquel lado se movilizan para saludarlo, vitorearlo, apoyarlo. ¿Había ocurrido algo parecido con otros presidentes mexicanos? Creo que no.
Como dice Manuel Ibarra en SDPnoticias, en su artículo “El fenómeno AMLO en Estados Unidos”, la mayoría de los comentaristas no entiende “el arrastre” de nuestro presidente en aquel país porque, sin duda, se trata de analistas y periodistas “anclados en paradigmas obsoletos”.
En dos semanas ha ocurrido dos veces. Cito al columnista Ibarra, conocido como Beam: “A la espectacular recepción de AMLO en Nueva York, se le suma un apoteósico recibimiento por parte de los paisanos en las afueras de la embajada de México en Washington”.
Hace unos años, en 2017, el colaborador de SDPnoticias estuvo en un evento en Los Ángeles, California, del candidato López Obrador:
“En 2017, me tocó ir a cubrir la presentación del libro ‘¡Oye Trump!’ en un teatro ubicado en pleno downtown de Los Ángeles, California. Los paisanos abarrotaron el pequeño teatro en donde se llevó a cabo el evento, en donde también asistió el columnista Pedro Miguel. Luego de hablar aproximadamente una hora, AMLO intentó salir del lugar y tardó cerca de una hora y quince minutos en poder llegar a los vehículos que lo retornarían a la ciudad de Tijuana, Baja California”.
“¿La razón de su tardanza? Los cientos de personas que buscaban una foto, un saludo a simplemente ver de cerca o tocar al entonces aspirante a la presidencia. En las afueras del lugar, me tocó observar todo tipo de personas de origen norteamericano preguntándose qué era lo que causaba tal conmoción”.
Yo también estuve con Andrés Manuel en Estados Unidos. Hace más de 10 años —en 2008 o 2009— , el hoy presidente nos acompañó al cineasta Luis Mandoki y a mí en la presentación, en Los Ángeles, de la película “Fraude: México 2006″. Ocurrió la misma cosa: los mexicanos residentes en aquella ciudad se organizaron para gritar lo que ayer gritaron en Washington y hace poco más de una semana en Nueva York: “¡Es un honor estar con Obrador!” y “¡No estás sólo!”.
Tiene razón Manuel Ibarra: con acontecimientos como los relatados “uno comienza a darse cuenta del fenómeno político y, aunque a algunos no les agrade la idea, histórico, que constituye la presidencia de AMLO”. Ya se verá, en futuro, el balance final de su gobierno; por lo pronto, tales hechos ahí están.
¿Cómo le ha ido a Andrés Manuel en Europa? En 2005 hubo manifestaciones a su favor en no pocas ciudades del Viejo Continente cuando Vicente Fox pretendió eliminarlo de la carrera presidencial con el desafuero. En una de ellas, en Barcelona, organizada por Raúl Padilla, participó el premio Nobel José Saramago.
¿Los otros presidentes de México? Les encantaba el turismo político y viajaban de más —a diferencia de Andrés Manuel que lo hace en aerolíneas comerciales, ellos en los lujosos aviones presidenciales—, pero en los lugares que visitaban, en el mejor de los casos, no los pelaba nadie.
Como expresidentes, algunos viven en Estados Unidos y Europa y otros viajan bastante para tomarse la foto y presumirla en México, tal como lo hizo recientemente Felipe Calderón, en Roma, donde acosó a la canciller Merkel hasta que logró que ella aceptara posar a su lado.
Los expresidentes priistas residen en el extranjero; sí, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Enrique Peña Nieto. Se cuidan de de no dejarse ver por los mexicanos y mexicanas que por aquellos lugares viven o visitan. Saben que si se les descubre se les insultará.
En 1998 o 1999, uno de los primeros reportajes exitosos de la revista Milenio —recuerdo muy bien la reunión en la que Ciro Gómez Leyva, Ignacio Rodríguez Reyna y yo, divertidos, analizábamos las imágenes— tuvo que ver con la revelación de fotografías de Carlos Salinas de Gortari en su exilio en Irlanda: caminaba por las calles evidentemente tratando de que nadie lo viera; de ese tamaño su miedo al desprecio de la gente de México.
Ernesto Zedillo, el menos desprestigiado, procura no abandonar su escondite en la ciudad estadounidense de New Haven. Peña Nieto se arrepiente cada vez que sale de su refugio en Madrid para pasear con su novia: invariablemente se le descubre, se le insulta, se le fotografía y se le exhibe.
Vicente Fox y Felipe Calderón no viven en el extranjero, pero deberían hacerlo: es mucho el daño que hacen en México con su activismo anti AMLO que solo genera tensiones.
Aunque, tal vez, dependiendo del juicio a Genaro García Luna —a quien se acusa de narcotráfico en Estados Unidos—, pudiera ocurrir que el destino de Calderón sea el de terminar sus días como residente en la misma prisión gringa en la que hoy es huésped distinguido ese policía que entregó a las mafias la estrategia de seguridad del Estado mexicano cuando el marido de Margarita Zavala se lanzó a su guerra contra el narco tan a tontas y a locas…, sin estrategia, en efecto, y hoy empezamos a saber que no con la inocencia de un político simplemente irresponsable que buscaba popularidad de esa manera; al parecer, poco a poco se conoce toda la verdad, tanta sangre y tanto terror eran solo vulgar negocio.