El fichaje de Adolfo Ríos de parte de Kuri no suma a su campaña. De una derrota, que no empate en 2018, viene a reforzar a un equipo que se siente débil, pero sucede que en la política como en el fútbol los refuerzos deben saber del oficio más que los demás. Un equipo de Fútbol no se va a reforzar con un buen beisbolista o con un boxeador. La incursión de futbolistas o artistas no es de buen augurio. Sabemos muy bien lo que ha sucedido en el estado de Morelos, con un buen futbolista pero pésimo administrador público, es el gobernador peor evaluado de la República. Si antes atrajeron votos, dudo que ahora que se conocen las consecuencias de incursionar en un campo tan complejo como la política, los votantes preparados y conscientes como los de Querétaro, que no son iguales a los de Morelos, vayan a votar por un equipo que se refuerza con un mal conocedor del oficio político. Es como si el Real Madrid se reforzara con el portero de Haití al que el Cruz Azul metió ocho goles.
El mensaje que envía Kuri es doble: por un lado, que se siente inseguro y, por otro, que no tiene la certeza de que Nava le vaya a aportar algún voto. Esto es claro porque Nava tiene enfrente a Arturo Maximiliano. En el campo de la política, éste es capaz de meterle más de ocho goles al equipo de Kuri, bien lo saben. Éste está actuando como un equipo muy rico que contrata jugadores mediocres.
Otro autogol es el de Ángel Balderas Puga, que desde luego está haciendo el juego a favor del PAN. No tiene más argumentos que el hecho que él no quedó en ninguna posición que él considera como propia por su gracia divina, pero el verdadero argumento es hacerle el juego al PAN. Se ha lanzado contra todo y contra todos. Ojalá algún día leyera algo sobre Talleyrand para enterarse que la política es negociación y más negociación, y se negocia cediendo y con argumentos, no con berrinches y acciones que se asemejan cada vez más claramente a lo que Lenin llamaría “Infantilismo de izquierda”, pero que traducido al ámbito local se conoce como juego doble a favor de Pancho Domínguez. Pero el tiro le saldrá por la culata, otro autogol.
Dice el ínclito candidato a diputado federal Ignacio Loyola: “Hagamos algo para detener la destrucción de nuestro país”. ¿Qué no lo hicieron ya? Es pregunta, porque las administraciones de Fox y de Calderón cedieron vergonzosamente soberanía con el Plan Mérida, con los permisos para que agentes armados de Estados Unidos se pasearan por el país como si estuvieran en Estados Unidos, porque Genaro García Luna trabajó como Secretario de Seguridad Pública al servicio del crimen organizado, porque la DEA y otros organismos de seguridad nacional de ESTADOS UNIDOS, se metieran hasta la cocina en nuestro país, porque hicieron programas supuestamente de orden social fachada, porque se incrementaron como nunca las desigualdades sociales y un etcétera larguísimo. Etcétera (et coetera) en latín quiere decir “ Y todas las demás cosas”, todo lo que implica un régimen neoliberal que cancela todo beneficio social de las mayorías y entrega la riqueza nacional a manos privadas, nacionales y extranjeras. Esa frase, que no es de él, sino de los grupos más recalcitrantes de derecha, es ni más ni menos, una proyección de su deseo de terminar con todos los avances sociales que ha puesto en marcha el presidente López Obrador y, francamente, me da escalofríos.
La situación de la gran mayoría de pobres a que había llegado México con los gobiernos del PRI y del PAN era tal, que si López Obrador no pone en práctica los programas sociales que Loyola dice “destruyen a México”, se podría haber llegado a un conflicto social más explosivo que cuando se dio la revolución de independencia, o la revolución contra el régimen porfirista. Por eso se habla de la Cuarta Transformación, la otra es cuando Juárez reconstruye la República después de la intervención armada de Francia para imponer a un emperador, que tanto añoran los de sangre azul, porque no la tienen roja como los demás mortales. Por si no lo sabe el candidato, la injusticia social produce explosión social y eso es destruir a México, lo contrario, construir es luchar contra la corrupción y contra las desigualdades sociales. Si eso esto es destruir al país, es que ve las cosas al revés.
Para no seguir hablando de porteros y de autogoles, quiero dedicar estas últimas líneas a la memoria de mi amigo Fernando Tapia, que acaba de fallecer. Fue mi compañero y amigo desde que hicimos la prepa juntos, excelente orador, con voz firme y contundente, se hacía notar ante todos. Siempre con las manos tomadas por detrás y su inseparable gorro estilo Mao. Por esa razón lo apodamos “Confucio”. Comprometido con las causas sociales, representó un modo de ver la vida alejado de la superficialidad y el boato.
Sergio Arturo Venegas Ramírez se refiere a él como un genuino hombre de izquierda. Yo prefiero recordar su faceta de psicoanalista, que conjugó con la homeopatía. Tuvo la virtud de no quedarse en el sujeto, sino de extender el marco de su acción terapéutica hacia la comunidad, por eso creó la Central de Servicios a la Comunidad de la UAQ y trabajó el Psicoanálisis con grupos operativos enfocándose, congruentemente, con la acción política de izquierda. La izquierda constructora de ciudadanía y de comunidad.
Investigador y operador de programas sociales Fernando Tapia merece el reconocimiento de la sociedad queretana por la profundidad de su obra y de su ejemplo. Buen viaje mi querido amigo Fernando Tapia, Confucio para los amigos de prepa.