Roger Bartra es un antropólogo y sociólogo. Hace años leí “La jaula de la melancolía”, libro suyo, sin par. Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, este admirable intelectual nos regala un nuevo ensayo, tan lúcido como aquél: “El regreso a la Jaula”, en el que se ocupa, con un dejo de honda preocupación, de López Obrador, a quien ubica como un populista de derechas. Populista por su retórica de manual, un adulador de las masas que “sueña” con el regreso al tiempo aquel del dorado autoritarismo del Partido Revolucionario Institucional. Pues que ha sido el PRI la fuerza que abrió el camino a ese agrupamiento que es MORENA, alter ego del viejo partido. De derechas, por la militarización que soporta el gobierno de López, pues que el ejército es su principal aliado, al que le ha entregado todo cuanto puede: obra pública, control de aduanas… Las bayonetas como arma política. ¡Qué obviedad!
El populismo de López es un esperpento, algo mal hecho que lo mismo ha convocado como compañeros de viaje a Taibo, un maoísta trasnochado, que a un Carlos Ursúa, un socialdemócrata que pronto abandonó su encargo apercibido de que todo aquello era una aberración, amén de alianzas con fuerzas políticas confesionales como el Partido Encuentro Solidario. López: un reaccionario que se rehúsa a mirarse en el espejo.
“El regreso a la Jaula”, es, a la vez, un análisis de ese engaño retropopulista que intenta reactivar lo impensable: un modelo político y económico de tiempos idos gravemente dañino en tanto da la espalda al mundo actual; un modelo atrapado en una visión caduca, la de un escolar intransigente, imitación burda de líderes latinoamericanos como Juan Domingo Perón o Hugo Chávez. Un análisis y, al propio tiempo una denuncia de lo que puede venir, que no es el socialismo tan temido, sino un supuesto “nuevo régimen”, cuya única “novedad” es la “conferencia de prensa” aderezada con ofensas que se repiten una y otra vez, hasta el hartazgo, descalificaciones, chistoretes. Total: nada que tenga que ver con un Jefe de Estado, sino con un falso redentor que abusa de una tribuna pendenciera que ya en Palacio Nacional, ya a donde viaja los fines de semana, malgasta los recursos públicos. ¿Un consuelo ciudadano? El lugar común: ‘nada es para siempre’. ¿Una opción inmediata? El sufragio de la indignación, de la sensatez; en fin, de la voluntad democrática.