viernes, mayo 30, 2025
Sin resultados
Ver todos los resultados
Plaza de Armas | Querétaro
  • Andadores
  • aQROpolis
  • Editoriales
  • Efectivo
  • En tiempo real
  • Local
  • México
  • Planeta
  • Ráfagas
  • Roja
  • Andadores
  • aQROpolis
  • Editoriales
  • Efectivo
  • En tiempo real
  • Local
  • México
  • Planeta
  • Ráfagas
  • Roja
Sin resultados
Ver todos los resultados
Plaza de Armas | Querétaro
Sin resultados
Ver todos los resultados

El pochteca Conín

por Luis Núñez Salinas
24 julio, 2020
en Editoriales
Levantamiento a las 400 horas
41
COMPARTIDO
15
VISTAS


El negociador más importante de las pe­regrinaciones de la zona chichimeca ha­cia la gran Tenochtitlán, era sin duda Conín, un pochteca que intercambia­ba magueyes por pieles, y era el encargado de surtir parte de las indumentarias de los guerre­ros águilas y los señores jaguares, mismos que compraba en la ciudad de Tepexic, de gran fa­ma por el colorido y manufactura de los unifor­mes de piel que lucían los guerreros.

El pochteca Conín llevaba varios años reco­rriendo un peregrinar en el mes ce miquiztli, en donde llevaba varias personas hacia el cerro de la Tonantzin, para agradecer los favores, sien­do esta vez algo especial su paso por la gran Te­nochtitlán.

Caídos los puentes, humo saliendo de va­rias casas, las entradas custodiadas por seño­res con rostro de cabello, y animales extraños que él nunca había visto.

Cauto comprendió que eran tiempos difíci­les para la ciudad, y que debía andar con sigilo, debido a que miraba las lagunas —la salada y la de agua dulce— llenas de sangre.

Rodeó la ciudad y desde cualquier sitio se mi­raba destrozos y fallecidos, llegó al cerro de Té­petl-yácatl-co —cerro nariz— e hizo la ofrenda a la gran señora, aquella de faldas de muertos y rostros sufridos.

Al acercarse ya para realizar sus ritos, un jo­ven de rostro de cabello se acercó y en un idio­ma que no entendía, le hizo señas que le expli­cara quien era, el pochteca enseñó sus manos en señal de rendición —hincado— y le dibujó el camino que él había hecho.

El joven que bajó del animal grande que res­piraba sudor de músculos bien definidos, y se dirigió hacia Conín, quien permanecía hinca­do, le tomó un colguije de oro y se lo arrancó, era la figura de la Tonantzin, con ojos de esmeral­da verde traía de la selva del sur —un aposento lustroso y el dije de gran tamaño, una especie de pechera— ¿De dónde lo sacaste?… ¡contes­ta! — el indio no le respondía.

Al paso de los días el joven de rostro de cabe­llo le hizo su compañía, intercambiaron comida, palabras y al poco tiempo, entre ambos trataban de darse a entender, la comitiva que acompa­ñaba al pochteca se regresó a las tierras chichi­mecas —una tribu salvaje pero poderosa, que lograban tener sus dominios hasta los propios purépechas, hermanos de amantes de niños, co­mo se les conocía, a pesar de ser nómadas— Co­nín trataba de lograr conocer el nuevo lenguaje, que ya lo había escuchado cuando con los ma­yas conoció a un príncipe que lo pronunciaba.

Al paso de los meses se entendieron bien, el joven de cabello en el rostro le hablaba de un sal­vador, de un misionero que tenía como fin acer­car el corazón de todos los hombres, un profeta que había existido hace unos miles de años, en una zona muy separada de España…

—¿Eñpaña?— trataba de pronunciar Conín, pero algunas palabras no se le daban.

—¿Qué hay más allá de este cerro nariz?

—Hay tierras ricas y llenas de verdes llanos, el maíz se siembra en grandes cantidades por allá donde se mete el sol, son lugares que domi­nan las tribus chichimecas, un pueblo nómada pero que ha tenido una estructura sólida y son expertos en el juego de pelota.

—¿Qué es el juego de pelota?…

Las horas pasaban de forma rápida, tanto como para el pochteca como para el soldado español, los días fueron sus mejores aliados en conocer sus culturas y el tiempo les indicó que ya era momento de retirarse ambos, por un la­do, Conín tenía que atender sus asuntos y el sol­dado fue designado al cuidado del templo ma­yor —o más bien lo que había quedado de él—.

—Amigo Conín agradezco tu gentileza de en­señarme tu lengua, será de gran ayuda para mí en estas tierras.

—Amigo camatltlitic —bo­ca negra— te tengo un rega­lo una vez llegues a mis domi­nios, te encantarán los verdes aromas del valle color violeta, y el maíz que logramos es de los más grande que verás.

Ambos se estrecharon un saludo de manos, sabiéndose uno aprendiz del otro.

A la caída de la gran Teno­chtitlán, de inmediato surgie­ron los trabajos para dominar aquellos grandes territorios, la­gunas, valles y ríos, fue un ejer­cicio de dimensiones colosales, por un lado, la administración y el reporte de lo acontecido —que a Cortés le llevaba el total de su tiempo— el orden de apa­ciguar a tanto soldado conquistador que de re­pente y de improviso, les salían los ímpetus de buscar el oro y las mujeres.

Para las zonas del sur designó a Francisco de Orozco y Tovar, con doscientos hombres que le acompañaban para conquistar la zona conoci­da como Huāxyacac, de los hermanos mixtecos.

Hacia el oeste envió a Juan Rodríguez de Vi­llafuerte para designar un pueblo junto a la otra costa, al pueblo de Colimán, con ciento cuaren­ta hombres decidieron cruzar horizontalmente los territorios, hasta llegar al mar.

Desde la isla La Española, se designó a Alon­so Álvarez de Pineda, con la intención de reco­nocer los territorios cercanos a un caudaloso río Pasopano, un inmenso caudal que cruza ca­si todo el territorio conocido, los capitanes Luis Marín y Diego de Godoy, se hicieron de setenta y cinco hombres para la región conocida como Centla y tratar de apaciguar a los indios Cha­molin —guacamaya roja—.

El capitán Hernán Pérez fue designado pa­ra las tierras conocidas como de los chichime­cas, un asentamiento nómada que custodiaba los trescientos sesenta y cinco juegos de entre­namiento de los pueblos toltecas —aunque ya varios le habían informado que cuando Teoti­huacán fue construida ya estaba aquel resqui­cio tolteca y los espacios de entrenamiento—.

Le habían advertido a Hernán Pérez que los comandaba un pochteca poderoso, sanguina­rio y lleno de fama de ser de mal genio y con po­cas posibilidades de dejar enemigos vivos, su nombre:

¡Conín!

Así el capitán Hernán Pérez partió con tres­cientos veinte hombres hacia las tierras del nor­te de Tenochtitlán, camino que le llevaría a la frontera del imperio azteca, más allá de aque­llas tierras había fuertes calores y noches hela­das, por ello los pueblos no se fincaron sus la­res en la región.

Al bajar los cerros ya cercanos a la llegada del valle del río —más allá de Tepexic— los recibió un mensajero vestido con armadura de caba­llero jaguar, quien les mostró un mapa dibuja­do en una piel de cervatillo, que les daba el ca­mino exacto para la llegada a donde acampaba el señor supremo Conín.

Al paso de unos cuantos días, llegó Hernán Pérez a la presencia del campamento nómada de Conín, fuertes troncos de madera sostienen una carpa de pieles puestas como si fue­ra un techo, las mismas pieles dan la vuelta a una extensión de más de cincuenta varas, ha­ciendo un palacio de maderas —solo comparadas con el Gen­gis Can mongol— una gran car­pa mantiene custodiado al se­ñor todopoderoso de la región.

Fuertes y bravos solda­dos que le custodian rebasan más de cuatro centenares, to­dos armados con arcos y lan­zas de punta de obsidiana —fi­losa como una navaja para qui­tar el cabello del rostro— los españoles ya llevaban tiempo respetando esa maniobra que hacían los luga­reños con esas lanzas, a cobro de orejas, cue­llos y narices habían sido cercenadas en el en­frentamiento.

Al llegar a la carpa los soldados en un español casi correcto le dijeron a Hernán Pérez:

—Pasa Usted solo— todos se asombraron de ser recibidos en la lengua.

—¡Paso yo y mi capitán! — mientras se abría el paso y dejó claro que iba en trato de paz.

Al acercarse observó los tres niveles de tien­das que en pequeño se iban haciendo más pe­queñas —como si hubiera diferentes capas— a su vez en cada resquicio entre tienda y tienda, guerreros custodian a su señor.

Cauto, estuvo delante del señor Conín, quien se acercó, le miró fijamente, el señor todopode­roso se hincó y levantó las manos en señal de amistad, se quitó su pectoral de oro de la To­nantzin con ojos de verde esmeralda, Hernán Pérez comprendió entonces que estaba ante su conocido, en aquellos años cuando cuidaba el cerro nariz.

—¡Hermano Conín! no te había distingui­do, me siento complacido con tu presencia, mi corazón de alegra de volver a ver a mi maestro de esta lengua.

—Hermano Hernán Boca Negra, mi espíri­tu me decía que te volvería a mirar, en el espejo de mis cielos violetas y verdes aromas.

El ejército de Hernán Pérez aún resguardaba el tiempo de no ver salir a su capitán, se notan nerviosos, los caballos sentían las emociones de su monta, los guerreros que custodiaban la car­pa no se movían, parecieran helados, solo un va­por blanco salía de sus respiraciones por el frío.

Al salir el capitán Hernán Pérez se le nota­ba contento, subió a su cabalgadura, tomaron camino casi de vuelta y acamparon a un simple día de distancia —este gesto explica que no se separarán del destino y que posiblemente ven­ga un enfrentamiento— pero no se notaba dis­gustado o listo para la batalla.

Sus hombres percibieron hasta cierto punto la cautela excesiva de su capitán, pero sonreía y se miraba tranquilo.

Ya en la fogata del campamento de los es­pañoles, el capitán segundo fue claro con Her­nán Pérez.

—¿Por qué te decía la gente del señorío de Conín boca negra?

—Seguro porque no me quito el tabaco de la boca… ¡no lo sé!

—¿Habrá enfrentamiento capitán? los sol­dados se lo preguntan, ellos creen que atacar la carpa y las tiendas que la rodean era la me­jor opción.

—No habrá enfrentamiento capitán.

—¿Pero eso cómo es posible? — asombrado el capitán no comprendía.

—He negociado la caída de estas tierras con el terrateniente Conín, a quien seguro ya con­vertimos al cristianismo, no habrá batalla, sus hombres que observaste equivalen a solo una cuarta parte del total de sus aliados, más de dos mil hombres guerreros nos asedien por todo el valle, se dé buena información de mi capitán máximo Cortés, que estas tierras son ricas en minerales, pero principalmente oro.

—¡Podemos con ellos capitán! tenemos a los caballos, un mejor ejército.

—Demasiado entusiasta tu perspectiva, nos masacrarían, son tribus nómadas y toda la re­gión de la frontera le rinden tributos, no solo administran las tierras, las dominan.

—¿Cómo será la rendición?

—Ellos tienen un cerro mágico, en donde realizan una serie danzas de hechiceras, sibilas y chamanes, sacrifican animales en nombre de sus deidades nómadas, debo reportar un en­frentamiento ante mi señor Cortés— el capitán Hernán Pérez, ahora boca negra, trataba de ge­nerar un plan en donde quedara evidencia de la realización de la batalla, por ello contactó den­tro de su ejército al escriba, quien narraría los acontecimientos de la batalla fingida.

—Los hombres no se prestarán a eso, con to­do respeto mi capitán.

—Es eso o ¡la caída de cabezas de todos no­sotros!

Se levantó Hernán Pérez boca negra cuan­do el escriba ya se acercaba con los instrumen­tos de tinta y pergamino, sabedor seguro que la plaza estaba negociada, no era fácil hacerle creer a Cortés la narración, así que debía de ser cercana a las creencias del máximo capitán de los ejércitos de su majestad.

A su vez el segundo capitán Alvarado, ya les hacía ver a sus hombres que vendría una bata­lla en donde les incitaba a ser en exagerado san­guinarios, implacables con el enemigo y no de­jar guerrero alguno con vida.

—¿Queda claro?

—¡Sí señor! gritaron los soldados conquis­tadores!

Es el 25 de julio de 1531, en el cerro de las si­bilas y los hechiceros, el punto más alto del va­lle de verdes olores y cielos violáceos, de los her­manos chichimecas que custodian los centros de entrenamiento del juego de pelota de los sa­bios toltecas…

Etiquetas: ConínqueretaroTenochtitlán

RelacionadoNoticias

Kuri, Felifer y fiscal bajo fuego

Que sí es obligación votar

30 mayo, 2025
¿Por qué el maltrato?

La consumación del berrinche

30 mayo, 2025
El decálogo y las sombras

Al I.N.E. no lo rescata ni la I.A

30 mayo, 2025
Guardia Nacional: ¡déjenla aterrizar en el México real!

T-MEC, negociarlo exige sólido equipo

30 mayo, 2025
Siguiente noticia
Emitirá Cobaq 9 mil certificados electrónicos en 61 planteles

Impulsan los ganaderos reproducción bovina aquí

Categorías

  • Andadores
  • aQROpolis
  • Cartón
  • Editoriales
  • Efectivo
  • En tiempo real
  • Fuego amigo
  • Fuente de El Marqués
  • Local
  • México
  • Planeta
  • Portada
  • Ráfagas
  • Roja

Enlaces Internos

  • Aviso de Privacidad
  • Aviso Legal
  • Contacto
  • Aviso de Privacidad
  • Aviso Legal
  • Contacto

© 2020 MEDIOS AQRÓPOLIS S.A. DE C.V. Todos los derechos reservados.

Sin resultados
Ver todos los resultados
  • Andadores
  • aQROpolis
  • Editoriales
  • Efectivo
  • En tiempo real
  • Local
  • México
  • Planeta
  • Ráfagas
  • Roja

© 2020 MEDIOS AQRÓPOLIS S.A. DE C.V. Todos los derechos reservados.

Este sitio web utiliza cookies. Al continuar utilizando este sitio web, usted está dando su consentimiento para el uso de cookies. Visite nuestra Política de privacidad y cookies.