A pocas horas de acudir a la reunión dispuesta por Estados Unidos para efectuar una cumbre norteamericana en Washington, el presidente de la república lanzó una declaración distractora cuya finalidad fue alejar el foco de atención sobre la discusión energética.
Se trató de una verdadera bomba de humo, relacionada con los migrantes y “colada” a través de una pregunta generada por la propia oficina de comunicación presidencial, como suele hacerse en estos casos.
Después de halagar al presidente Joe Biden y hablar de él como quien más preocupación genuina ha mostrado por los mexicanos de allá, cuya “legalización” forma parte de los sueños guajiros desde los tiempos de la “enchilada completa” de Vicente Fox y Jorge Castañeda (por no ir más atrás), el presidente lanzó una amenaza terrible.
Exhibir a los legisladores gringos cuyos votos impidan la asimilación completa de once millones de mexicanos al sistema estadounidense, si Joe Biden decidiera proponer tal solución migratoria definitiva; es decir, su naturalización.
“…Si el presidente Biden presenta la iniciativa para la regularización de los 11 millones de migrantes. –dijo nuestro presidente–, nosotros vamos a estar atentos, pendientes, dándole seguimiento, tomando nota de la postura que asuman los legisladores de un partido y de otro.
“Ojalá y haya unidad, pero si legisladores de un partido bloquean esta iniciativa, nosotros lo vamos a señalar en su momento de manera respetuosa, lo vamos a dar a conocer desde aquí, de que un partido, sus legisladores, no ayudaron a algo que es justo, humanitario, porque hay millones de mexicanos que viven, trabajan desde hace años en Estados Unidos, que han aportado mucho al desarrollo, al engrandecimiento de esa nación, entonces merecen ser tratados con justicia…”
Esta amenaza depende de varias cosas, la primera de ellas, la acción política de la Casa Blanca. Después la del Congreso.
La idea presidencial para advertirles a los congresistas estadunidenses de los peligros a los cuales se exponen si se les exhibe en la “mañanera” como hace (por ejemplo) Anita Vilchis con los periodistas réprobos, falaces y mentirosos, pasa por alto un hecho: los representantes y los senadores americanos, actúan sólo en favor de los intereses de sus electores. De nadie más.
No hay uno solo de ellos a quien le importe el juicio extranjero, ni de México ni de ningún otro país del mundo.
Por defender esos intereses los congresistas texanos le han advertido a su gobierno sobre los riesgos de una reforma energética en nuestro país, cuyos lineamientos nacionalistas vayan en contra de sus intereses. Eso sí les importa.
Y al parecer no sólo a ellos, sino al gobierno mismo. Al menos eso ha confirmado el embajador Salazar. Y lo ha hecho en español y con todas sus letras.
En Estados Unidos los congresistas no le obedecen ciegamente a sus partidos. Mucho menos al presidente.
Por eso resulta imposible ver en el Capitolio un rebaño cantor de dóciles borregos, en el cumpleaños de Joe Biden (20 de noviembre de 1942) quien celebrará pasado mañana su aniversario sin Marilyn Monroe para cantarle el “happy birthday Mr. President” como a otro célebre demócrata.
Aquí cantaron las diputadas y los diputados de Morena. Cada quien.
Pero sea como sea la advertencia está hecha.
¿Leerá nuestro presidente una lista de infamia para mostrarle al pueblo quienes son los insensibles legisladores estadunidenses cuya conducta iría en contra de la fraternidad universal por él propuesta como regla de comportamiento para la felicidad del mundo?
No lo sabemos, quizá lo haga, quizá se lo pida a Marcelo Ebrard en una de esas mañaneras en las cuales –además– juega con pruebas y ensayos sobre la lealtad de sus empleados.
Por lo pronto los representantes y senadores en Wasghington deben haber sufrido un sacudimiento emocional semejante al de aquella aciaga tarde cuando los seguidores de Trum asaltaron el Capitolio.
¡Que meyo!, deben haber dicho todos en coro.