Lo he mencionado con anterioridad el agua es el principio de todo; el eje central de la vida en la Tierra, un recurso indispensable para la supervivencia humana, el desarrollo económico, la estabilidad ecológica y por supuesto la calidad de vida. A pesar de su importancia, el mundo enfrenta una creciente crisis hídrica marcada por la escasez, la contaminación y el mal manejo de los recursos hídricos. En este contexto, el papel de la academia se torna fundamental para abordar estos desafíos con la profundidad y seriedad que requieren.
La academia, entendida como el conjunto de universidades, centros de investigación y expertos en distintas disciplinas, ha sido históricamente un bastión de conocimiento y progreso. En el ámbito hídrico, su contribución es crucial por varias razones: la generación de conocimiento, la formación de profesionales, el desarrollo de tecnologías innovadoras y la influencia en políticas públicas. Cada uno de estos aspectos tiene un impacto significativo en cómo enfrentamos y gestionamos los desafíos relacionados con el agua.
En primer lugar, la generación de conocimiento es uno de los pilares fundamentales de la academia. Las investigaciones científicas nos permiten entender mejor los ciclos hidrológicos, los efectos del cambio climático en los recursos hídricos y las dinámicas de los ecosistemas acuáticos. Este conocimiento es esencial para desarrollar estrategias de manejo sostenible del agua. Sin la investigación académica, careceríamos de los datos y las teorías necesarias para prever sequías, inundaciones y otros fenómenos que afectan la disponibilidad y calidad del agua. Los estudios académicos también son vitales para entender la interconexión entre el agua y otros factores, como la agricultura, la industria y la salud pública.
La influencia en políticas públicas es quizás uno de los aspectos más críticos del valor académico en la agenda hídrica. La toma de decisiones informada por la ciencia es esencial para desarrollar políticas eficaces que aborden la escasez de agua, la contaminación y la justicia hídrica. Los académicos pueden desempeñar un rol asesor, proporcionando evidencia y recomendaciones basadas en investigaciones rigurosas. Además, pueden participar en la formulación de normativas y regulaciones que promuevan el uso sostenible del agua y protejan los recursos acuáticos. La colaboración entre la academia y los responsables de políticas públicas puede asegurar que las decisiones se basen en datos sólidos y en un entendimiento profundo de los problemas.
No obstante, para que la academia pueda cumplir con estos roles de manera efectiva, es necesario que existan canales fluidos de comunicación y colaboración entre investigadores, gobiernos, comunidades y el sector privado. La transferencia de conocimiento y tecnología debe ser un proceso continuo y bidireccional, donde las necesidades y desafíos locales informen la investigación académica y, a su vez, los hallazgos científicos guíen las acciones sobre el terreno.
Los problemas hídricos son complejos y multifacéticos, y su solución requiere el concurso de diversas disciplinas. Ingenieros, biólogos, economistas, sociólogos y expertos en políticas públicas deben trabajar juntos para desarrollar enfoques integrales. Las universidades y centros de investigación deben fomentar la colaboración interdisciplinaria a través de programas conjuntos, centros de investigación multidisciplinarios y proyectos colaborativos.
Es por ello que esta semana me complace compartir en este espacio, que el Consejo Consultivo del agua en el Estado de Querétaro, está más sólido que nunca, con la reciente integración de la UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE QUERÉTARO a través de su apreciable rectora la Dra. Silvia Amaya; se robustece el valor académico de dicho consejo y con ello el talento con el que cuenta una de las universidades más fuertes del país.
Cierro celebrando el hecho de que Querétaro ya tiene claro el valor académico en la agenda hídrica . La generación de conocimiento, la formación de profesionales, el desarrollo de tecnologías y la influencia en políticas públicas son áreas donde la academia puede y debe marcar la diferencia. La crisis hídrica es un desafío global que requiere soluciones informadas, innovadoras y sostenibles. La academia tiene el potencial de ser un pilar en estos esfuerzos, guiando el camino hacia un futuro donde el agua sea gestionada de manera justa y sostenible para todos.