Aturdido por las dimensiones de su fracaso ideológico y su escasa capacidad de operación política, Marko Cortés (con todo y su insistente atropello a la ortografía de su nombre) es como un automovilista sin ruta, a bordo de un auto sin volante y con los ojos cerrados.
Quien sabe si cuando ser haga el recuento de esta dirigencia impugnada desde dentro, la firma del documento de hispanidad (tan trasnochado como las exigencias de perdón de la 4-T), firmado por Julén Rementería, coordinador de los senadores panistas, pueda ser señalado como uno de los hitos principales en el desastre actual del Partido Acción Nacional cuya historia lo muestra hoy en el fondo de un pozo.
La única solución visible ahora, es un movimiento interno, conducente a una gran asamblea extraordinaria en la cual se pongan todas las cartas sectarias sobre la mesa y se haga establezca una especie de congreso de reorganización. Pero para eso resultaría indispensable la renuncia de la actual directiva.
Los más recientes errores, quizá catastróficos de parte de Cortés han sido, primero, la divulgación de sus pronósticos. No importa si se trató, de fuego amigo. El hecho es simple: la única confianza en el futuro electoral es la derrota. Al hacerse públicas esas palabras, se probó su falta de control.
Además, una de las partes de una alianza cuya finalidad es combatir a la fuerza incontenible de Morena, con todo el aparato del gobierno en su favor, no puede exhibirse (ni ser exhibida) por sus temores, su debilidad y su profecía. Tampoco en la orgia de la rebelión.
Si Cortés no tiene la fuerza interna para evitar esas filtraciones, entones tampoco tiene nada para combinar en la liza electoral. Y no es útil aliarse con un fracasado.
Pero el destino de la Alianza por México ya está señalado desde ahora: su incapacidad parlamentaria será puesta nuevamente a prueba –después del desastre del presupuesto, aprobado sin cambios por Morena–, cuando se debatan las contrarreformas a la ley eléctrica, cuyo destino final no dependa de cuanto suceda en San Lázaro: se va a decidir cuando México, Canadá y Estados Unidos se reúnan en la cima norteamericana. Si los Estados Unidos se oponen firmemente, la reforma se irá al caño, con todo y las echadas nacionalistas del gobierno y su pretendida soberanía energética.
Otro de los graves y quizá irremediables errores de Cortés fue su intento de acallar las voces críticas mediante el reparto de cargos a sus opositores.
En un rasgo de inmadurez e ingenuidad (para no usar palabras propias de los calificativos del pueblo), quiso designar delegados a sus adversarios. Pero ni siquiera habló con ellos. La respuesta fue brutal:
Asi se dio a conocer:
“En un comunicado, la cúpula panista anunció al senador Damián Zepeda como coordinador Político y Territorial para la gubernatura de Quintana Roo.Zepeda lo rechazó airadamente.
“Increíble el CEN del PAN. Sin diálogo previo anuncia cargos para quienes hemos difundido una opinión distinta. Infantil, cero política, pura imagen. Yo ayudaré al PAN siempre, en todo el país, en todas las campañas de 2022, 23 y 24, pero no formaré parte de un CEN que no comparto”
Adriana Dávila, es diputada fue designada coordinadora Política y Territorial para la gubernatura de Hidalgo y tuvo una respuesta similar: “fingir convocar a trabajar unidos, no es diálogo. La política no admite simulación. Como militante, mi trabajo siempre será a favor del PAN, más allá de sus dirigencias”
Gracias pero no. La senadora Márquez fue más lejos. Nomás renunció al partido.
En esas condiciones, exhibido en la escasez de su esperanza electoral, resignado a la derrota como sino fatal y por tanto inevitable; puesto en la picota por sus propios compañeros, acusado de usurpación mediante maniobras electorales internas reprobables, manipulación y traiciones, Cortés no tiene nada.
Es un muerto ambulante,como la alianza.