Querétaro no improvisa, y Felifer Macías lo sabe.
Por eso no subió al estrado con un discurso, sino con un mapa. No rindió cuentas: trazó coordenadas. Lo que presentó en el “Josefa Ortiz de Domínguez” fue algo más que un informe; fue una demostración de que la política, cuando se ejerce con método, se convierte en ingeniería del futuro.
Su tono fue medido, pero su intención evidente: mostrar que gobernar también es planificar, que el orden puede ser una forma de liderazgo. Mientras otros se pierden en la consigna, Felifer traduce el poder en resultados: drenajes, transporte gratuito, bicicletas eléctricas, teleférico, una nueva delegación en Juriquilla, la creación de un Centro de Atención para personas con autismo y la cancelación de concesiones privadas que drenaban el gasto público.
No habló de promesas, habló de realidades medibles.
Detrás de cada cifra hubo un propósito; detrás de cada anuncio, una idea de Estado.
“Voy a seguir poniendo orden”, dijo, sin elevar la voz, como quien asume una responsabilidad más que una consigna.
En esa frase cabía la filosofía de su gobierno: el desarrollo no nace del caos, sino de la disciplina. Y Querétaro, con más de un millón doscientos mil habitantes, necesita eso: dirección. Lo sabe un gobernador como Mauricio Kuri, que entiende que el relevo no se impone, se cultiva. Lo entendieron también los exgobernadores —Mariano Palacios, Enrique Burgos, José Calzada, Pancho Domínguez— que lo observaron con la prudencia de quien reconoce un cambio generacional. Porque Felifer no se presentó como heredero, sino como ejecutor, y en política, el linaje pesa menos que la eficacia.
El dato lo acompaña. Querétaro es hoy la séptima ciudad capital más segura de México, según el INEGI, y la más poblada entre las primeras diez. La incidencia delictiva bajó entre 15 y 30 por ciento: –25% en robo de vehículo, –32% en autopartes, –13% en transeúnte, –16% en casa habitación. No es suerte: es método. Mientras buena parte del país normaliza la violencia, Querétaro mantiene la calma de una ciudad que se gobierna con estrategia, no con ocurrencia. Aquí la seguridad no se promete, se ejecuta. Y esa ejecución es lo que distingue al político del improvisado.
Felifer no pretende reinventar la ciudad; quiere sostenerla. Habla de drenajes, pero está hablando de estabilidad; habla de movilidad, pero lo que impulsa es movimiento político; habla de cultura, pero en realidad edifica identidad. Representa el tránsito de un panismo emocional a uno tecnopolítico, donde la gestión sustituye a la retórica y el progreso se mide con indicadores, no con aplausos. Prefiere los planos al ruido, la calle al atril. Su administración no se siente provisional: actúa como un ensayo de Estado.
Querétaro, además, conserva un dato que pocos pueden presumir: una triple calificación crediticia de Fitch, Standard & Poor’s y Moody’s, que lo coloca entre los municipios más transparentes y financieramente sanos del país. Esa estabilidad económica no es un accidente, es el reflejo de un gobierno que respeta el presupuesto y entiende que la confianza ciudadana también se audita.
El municipio crece, pero no se desborda; se moderniza, pero no olvida. Y eso, en tiempos donde la polarización se ha vuelto una forma de gobernar, es casi un acto de resistencia civil.
“Defenderé con todas mis fuerzas la calidad de vida de las familias queretanas”, advirtió, y no lo dijo como político, sino como vecino. Porque detrás del orden que predica hay un hilo humano: la certeza de vivir sin miedo, de transitar sin sobresalto, de criar hijos en una ciudad donde la palabra seguridad todavía significa algo.
Su liderazgo no se alimenta del ruido ni de la propaganda: se sostiene en la coherencia. Y en un país fatigado de demagogia, esa serenidad resulta casi revolucionaria.
Felifer Macías no lanzó un informe, lanzó una señal.
Querétaro la entendió.
El reloj de la sucesión ya está corriendo, y si algo dejó claro esta semana es que el futuro no llega solo: se planea.
Y en esta historia que se escribe con planos, presupuestos y disciplina, Felifer Macías es el arquitecto del porvenir.
Colofón
Mientras en la Sierra queretana palean lodo, los morenistas graban videos.
El agua arrastra caminos y ellos arrastran discursos, editados con filtros y hashtags.
Hablan de pueblo, pero no lo pisan. Hablan de justicia, pero la ven por Zoom.
Critican al PAN de soberbia, mientras llegan en camionetas blindadas a aplaudir tragedias ajenas, con bolsitas de apenas dos kilos de despensa.
Confunden empatía con performance, compromiso con conexión Wi-Fi.
No traen botas ni ayuda, traen cámara.
El gobierno estatal trabaja entre el fango; ellos, entre luces y likes.
La diferencia no está en el partido, sino en la ética:
Querétaro gobierna, Morena actúa y chilla.
Y cuando el país se inunda, el contraste se vuelve brutal:
unos rescatan personas, los otros editan historias.
A chambear.
@GildoGarzaMx







