Por lo que todos pudimos ver el pasado viernes en su infame encuentro con Volodymyr Zelensky, Donald Trump no sólo es capaz de protagonizar la más grosera y tramposa actuación de un presidente de EU que registre la historia contemporánea, sino de abrir también un abismo de dudas e incertidumbre acerca de hacia dónde exactamente quiere llevar a su país y, con él, al planeta entero.
Desde que Rusia invadió Ucrania hace tres años, Europa contó con el apoyo claro y decidido de Estados Unidos, entonces gobernado por Joe Biden. Esa ayuda, que le ha permitido a Ucrania resistir con relativo éxito a los invasores rusos, llegó intempestivamente a su fin el pasado 25 de febrero cuando en la Asamblea General y en el Consejo de Seguridad de la ONU, Estados Unidos se volteó en contra de sus tradicionales aliado para formar un bloque al lado de Rusia, Bielorrusia y Corea del Norte.
Este hecho puso punto final a una alianza con Europa que había perdurado en los hechos desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Los enviados de Trump hicieron suyo, sin ningún empacho, el muy debatible punto de vista de Vladimir Putin, quien prácticamente culpa a Ucrania de haber sido invadida.
A continuación, Trump ha confirmado que pertenece a esa ralea canallesca capaz de extorsionar inclusos a una víctima del modo más descarado. Con Ucrania actúa como un delincuente que encuentra a medianoche a una mujer ultrajada y termina por exigirle sus pertenencias para “ ayudarla” y detener a su agresor. El chantaje hacia esta nación –a quien le ha pedido un acuerdo de explotación de sus recursos minerales– es sencillamente brutal y tuvo la osadía de transmitirlo en vivo a toda la humanidad: “o llega a un acuerdo, o nosotros nos vamos… Y si nos vamos, se van a quedar solos, luchando, y no va a ser nada bonito. Se van a quedar luchando, y no tienen con qué”.
Su propósito es evidente: poner de rodillas a Ucrania y participar –“salvándola” de la destrucción– de su saqueo junto con el invasor ruso. Afortunadamente, este escandaloso suceso no ha hecho sino reafirmar la solidaridad y determinación europea para detener al autócrata Putin y, ahora también, a su inesperado cómplice norteamericano. Al comenzar esta semana, El Reino Unido y Francia lideran un proyecto para poner un alto al fuego que tendrá que discutirse por supuesto con Ucrania y Estados Unidos, pero que desde ya es un notable esfuerzo alternativo.
Es muy probable que Trump, trabajando abiertamente a favor de Putin, rechace este plan de paz (como rechazará cualquier otro que no humille a Ucrania), pero sin duda la unidad europea lo tendrá que hacer reconsiderar, a menos que su opción sea la más peligrosa e irracional.
En unas cuantas semanas Donald Trump ha puesto de cabeza el orden mundial surgido a partir de la creación de la OTAN. A él y los magnates que le sirven de corifeos, como Elon Musk, les debe resultar un cambio audaz y muy prometedor tener como nuevo socio a Putin, aunque es un hecho que no será tan fácil como ellos suponen. No son pocos quienes se preguntan cómo dejar a los viejos aliados europeos sin consecuencias catastróficas para la seguridad nacional de EU.
El camino que está abriendo Trump es por demás incierto. Roto el equilibrio mundial posterior a la guerra fría (que a ratos era tanto o más gélido que aquella), pregunta obvia es con qué piensa sustituirlo. Es cuando más de un estratega siente temor o franco pánico, porque detrás de la delirante postura de Trump no parece haber algo más que pura y vil irresponsabilidad.
Pero hay algo más: ¿cómo le va a explicar al norteamericano medio que sus enemigos de toda la vida son los nuevos socios con los que piensan repartirse el mundo? Hay que advertir que, aun sin este tema de por medio, la popularidad de Trump va a la baja. En los últimos días su popularidad, según una encuesta de Rasmussen Reports, va decayendo, si bien todavía conserva un respaldo mayoritarios.
Hasta su círculo más cercano, que suele ser tanto o más demencial que él, ve con preocupación el hecho de que el 48% de los norteamericanos desapruebe su gestión. Esto no debería ser más preocupante si consideramos que el 51% la aprueba, pero lo que los alarma es que en menos de 15 días perdió los 10 punto de ventaja que presumía por todas partes tener.
Su soberbia, hilvanada con una enloquecida distorsión de la realidad (donde sus más flagrantes mentiras terminan por ser asumidas como ciertas, sólo por él), no augura nada bueno para un Trump que cree poder gobernar a Estados Unidos y al mundo entero como si se trataran de títeres. Dominado por la urgencia de “hacer grande a América otra vez”, muy probablemente terminará por exponerla al fracaso en diversos frentes. El que más preocupa a la población es sin duda el económico y social, donde ya se prendieron varios focos rojos.
El más divertido con todo esto parece ser Putin, que nuevamente aparece como un señor de la guerra victorioso. China se mantiene expectante, porque también es blanco de una violenta ofensiva arancelaria que, sin embargo, parece que le terminará abriendo nuevas oportunidades en otras regiones, al tiempo que mira cómo se le revierten a Trump todas sus rabietas en forma de inflación.
No sabemos realmente si todo lo que hace Trum desembocará realmente en un nuevo orden, pero es un hecho que el caos mundial ya lo tiene garantizado.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez