América Juárez
El dibujo ha acompañado a Darío Castillejos (Ciudad de Oaxaca, 1974) desde niño. Un talento que se fue expandiendo lentamente y que hoy utiliza como una herramienta para criticar al poder y dotar a los lectores de la semilla de la discordia para cuestionar el mundo que les rodea.
Su labor le mereció el Homenaje de Caricatura La Catrina, dedicado a los humoristas que usan la ilustración y el cartón como arma para el cambio, en el marco del Encuentro Internacional de Caricatura e Historieta de la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
“No estoy seguro de si soy el más joven en recibirlo, pero sí soy el que más tiene ganas de aprender. Esta necesidad que soñamos que tenemos no tiene que acabar.
“Somos unos románticos. Como mucha gente, soñamos con un cambio, y sabemos que poco podemos hacer para que se lleve a cabo, pero ponemos nuestro trazo esperando que llegue lejos”, dijo antes de recibir el reconocimiento.
Al evocar su trayectoria, Castillejos recordó que dibujar era algo que quería hacer por el resto de su vida, pero cuando llegó el momento eligió estudiar leyes.
“Mis padres soñaban con que me estuviera convirtiendo en un abogado’ pero yo ahí me la pasaba dibujando”.
Fue en una gaceta de Oaxaca donde inició su carrera como cartonista político.
Desde entonces ha colaborado con el periódico El Imparcial de Oaxaca, la revista Foreign Affairs Latinoamérica y el semanario El Chamuco; su trabajo ha sido publicado en diarios como Le Monde y The New York Times, así como en las agencias Cagle Cartoons, Cartoon Club, entre otras.
Desde que comenzó su camino, muchas publicaciones han dejado de circular y la exigencia de la creación llevada a la digitalización lo han hecho ir transformando y adaptando su técnica.
Hoy, la información y la obra de otros artistas está al alcance de un dedo, pero él sigue apostando por que sus cartones sean todavía una exploración estética.
“Sigo enamorado de los medios tradicionales”, aseguró.
Las temáticas que toca tampoco han virado, sobre todo porque el País no ha cambiado.
“Comenzó como un choque para mí saber que el México que todos anhelamos ver no existe. Para mal, nuestra clase política ha aprendido a administrar el poder de una forma bastante turbia, egoísta y soberbia”.