- Así definió Trueba Urbina al Teatro de la República
- Ausencias y presencias en la fiesta del 5 de Febrero
- Un México ensangrentado señala el gobernador Kuri
- Causa Política, el nuevo programa de la radio local
Altar de México.
Todo lo ha visto el Teatro de la República, desde su apertura en 1852, incluido juicio de guerra a un emperador y sus generales, el nacimiento de una Constitución, las primeras películas mudas, funciones de box y lucha, la fundación del PNR, campañas políticas, graduaciones escolares, festivales para las madres, conciertos, recitales y hasta una especie de misa con el número dos del Vaticano, Tarcisio Bertone, que como le conté recientemente, vino a echar las redes “en el lugar sagrado del laicismo”, frente al muro con los nombres en oro de los 116 mexicanos que hicieron las leyes de este país.
Llamado Iturbide hasta 1922, ha sido el punto de encuentro de los mexicanos, de inicio de campañas presidenciales y, tradicionalmente, de las celebraciones constitucionalistas cada 5 de febrero, como la de este año con la secretaria de Gobernación Luis María Alcalde, en representación del primer mandatario.
Pero antes, mucho antes, el teatro vendido por la Junta Vergara al Senado de la República en el gobierno, pasado fue la casa de Juan Caballero y Medina, padre de Juan Caballero y Osio, que se la dejó a sus hijos y más tarde donada al Ayuntamiento para alhóndiga. Y un gran dato: en el sitio de Querétaro se desmontó el techo para hacer balas de cañón por parte del coronel imperialista Manuel Ramírez de Arellano, obteniéndose dos toneladas de zinc, como bien escribió el cronista Andrés Garrido del Toral, colaborador insustituible de PLAZA DE ARMAS.
Por cierto, todos nuestros historiadores, incluido él, han exaltado la importancia del recinto ubicado en la esquina ochavada de Juárez y Ángela Peralta, pero nadie se atrevió tanto como el eminente jurista Alberto Trueba Urbina al considerarlo el “lugar más histórico del mundo” (mundial).
Autor de textos de derecho, publicó uno titulado “Teatro de la República” -como el del maestro José Guadalupe Ramírez Álvarez- en donde sostiene sin límite alguno: “No hay teatro ni edificio público en el mundo que supere al Teatro de la República en importancia histórica: No lo sobrepasan el Elíseo de los franceses, ni el Withehall de los ingleses, ni el Sans-Souci de los prusianos, ni el Palacio Real de los españoles, ni el Capitolio de los norteamericanos, vamos ni nuestro propio Palacio Nacional”.
Este reportero ha atestiguado desde hace más de medio siglo la mayor parte de las conmemoraciones celebradas -desde Luis Echeverría Álvarez a Andrés Manuel López Obrador- en el venerado edificio iniciado en 1845 por el arquitecto Camilo San Germán y concluido, tras la intervención norteamericana, por el ingeniero inglés Thomas Surplice. Los 5 de febrero han sido, de algún modo, el Sitio de Querétaro, por el blindaje del Centro Histórico, sobre todo después de los incidentes de 1998 con el ataque al autobús del gabinete y los jefes de los poderes legislativo y judicial, bautizo de fuego al entonces gobernador Ignacio Loyola Vera, ahora diputado federal.
El formato de las ceremonias, con algunas variantes, se repite año con año, pero su servidor recuerda especialmente la de 1975, enmarcada por el muy original Encuentro Nacional Legislativo con la anfitrionía de Antonio Calzada Urquiza, la participación de representantes de todos los congresos estatales y gobernadores, el jefe del Ejecutivo federal, el gabinete en pleno y la histórica presencia de los últimos constituyentes, ocho para ser precisos, que habían sido colocados en segunda fila y Luis Echeverría los invitó a presidir con él, apretujados, como se pudo.
Ellos, los sobrevivientes del Congreso de 1917: Ignacio Ramos Praslow, Alberto Terrones Benitez, Celestino Pérez y Pérez, Antonio Gutiérrez, Cándido Avilés Isunza, Julián Adame, Amilcar Vidal y Jesús Romero Flores, el último en morir en 1987.
De eso nos acordábamos en días pasados con el entonces jovencísimo Francisco Briseño López, presidente de la 44 Legislatura de Querétaro, a la que también perteneció Mariano Palacios Alcocer, quien sería gobernador igual que otros diputados locales asistentes, como Pedro Joaquín Coldwell, de Quintana Roo y Beatriz Paredes Rangel, de Tlaxcala.
De eso hace ¡49 años! Y déjeme que le recuerde algo más: en 1975, como en otros sexenios, revoloteaba el fantasma de la reelección, exorcizado por el ideólogo Jesús Reyes Heroles al pronunciar el discurso oficial como líder del PRI y a nombre de los tres poderes: “Aquellos aturdidos que pretenden la reelección lesionan a la Revolución. niegan nuestras instituciones y ofenden al revolucionario Luis Echeverría”.
Saltó de su asiento el presidente y gritó ¡bravo!, mientras el respetable público aplaudía ruidosamente, junto con los presidenciables Mario Moya Palencia (el favorito de casa, compadre del gobernador Antonio Calzada y padrino de su hijo José)… y el más tarde ungido José López Portillo.
Dicen que realmente el pronunciamiento disgustó a don Luis.
El caso es que Reyes Heroles, el de “la forma es fondo”, fue relevado unos meses después, en septiembre, de la dirigencia nacional del tricolor por el incombustible Porfirio Muñoz Ledo para coordinar la campaña de JLP, iniciada también en nuestro Teatro con un “acto de fe constitucionalista”.
En tan macizo e histórico recinto ya como presidente José López Portillo -electo en 1976 sin oposición- declaró reunida a la República. El columnista estuvo ahí y puede contárselo a Usted, porque como dijo el escritor alemán Johan Paul Friedrich Richter (Jean Paul) la memoria es el único paraíso del que no serás expulsado.
El único.
-BLANCAS Y NEGRAS-
2024.
Ala ceremonia de este año, como a la de 2021, faltó el presidente Andrés Manuel López Obrador, que celebró la efeméride con un acto en Palacio Nacional para presentar su batería de reformas constitucionales, algunas de las cuales son verdaderamente aberrantes por plantear la extinción de importantísimos órganos autónomos y los legisladores plurinominales que le interesaban cuando era oposición.
Con todo, la conmemoración en Querétaro contó con la presencia de los principales miembros del gabinete federal, ante quienes el gobernador Mauricio Kuri González parafraseó al escritor Edmundo Valadés para pedir que la muerte ya no tenga permiso en este país ensangrentado por la delincuencia organizada.
Lamentablemente, le decía, no asistieron ni el presidente López Obrador ni la del Poder Judicial, Norma Piña, que el año pasado fue colocada, en una actitud nada republicana, casi a la orilla del presidium y muy criticada porque no se paró a aplaudirle al Mesías de Macuspana, como le llama Augusto Isla.
Y nada más para el registro, no vimos a los incombustibles hermanos Granados Torres ni a doña Mariela Ponce, presidenta del Tribunal Superior de Justicia de Querétaro. ¡Ah! y apenas contamos cuatro magistrados. ¡Averígüelo Vargas!
También es digno de mencionar, sobre todo ahora que el PRI y el PAN son aliados, la ausencia de los tres ex gobernadores panistas: Ignacio Loyola, Paco Garrido y Pancho Domínguez, Solo estuvieron dos tricolores: Mariano Palacios y Enrique Burgos, además del sin colores José Cazada.
Sic transit gloria mundi.
-LA FRASE DE LA SEMANA-
Teatro de la República.
Las cosas se tienen que decir como son y México está ensangrentado: Mauricio Kuri González. En declaración a Plaza de Armas, el 5 de febrero.
Irrebatible.
-CAUSA POLÍTICA-
La radio.
El filósofo de Ubeda, Joaquín Sabina, dice que al lugar en que has sido feliz nunca debes volver. No estoy de acuerdo. Este martes regresé como novillero a la empresa de Emilio Nassar, en donde empecé hace apenas cincuenta y tantos años para compartir micrófonos con mis amigos Jaime Robledo y Pedro Pablo Tejada. Ya no en Zaragoza 15 Poniente sino en el piso 12 de la Torre Cápita de Juriquilla, frente a Antea.
Es otro Querétaro, pero nosotros -los de entonces- sí somos los mismos.
“Causa Política” se llama la mesa de análisis en que los tres queremos explicarnos lo que sucede en la vida pública de Querétaro y México. Lo haremos todos los martes de 2.30 a 3.30 pm.
Como el primer día.
Gracias por eso.
-JUGADA FINAL-
Y volver.
A
quienes no entienden que el poder político es temporal y los periodistas vemos pasar el tiempo y contamos todo, un armero ¡Jaque Mate!