Recientemente los productores, comercializadores y certificadores orgánicos en México han lanzado un comunicado titulado POR UN MÉXICO SIN GLIFOSATO NI TRANSGÉNICOS para exigir no ampliar el plazo para la prohibición del uso del Glifosato, señalando algunas razones como las siguientes:
Se puede producir sin Glifosato, para demostrarlo no solo hay evidencias científicas: nosotros desde hace 60 años lo hemos hecho, producimos con métodos agroecológicos sin agrotóxicos como el glifosato, para el autoconsumo y de forma comercial para el mercado nacional e internacional quienes premian con su preferencia al saber que el proceso productivo del que provienen es sano para el consumo y para el medio ambiente
Lo hacemos con prácticas agroecológicas de conservación y mejoramiento de suelo: rotación, asociación, intercalación de cultivos, acolchados, uso de abonos verdes, cultivos de cobertura, labranza mínima o de conservación, control mecánico con rastreos, desvarados, desbrozadoras, machetes y azadones, reincorporando la materia orgánica de las yerbas al suelo mejorándolo.
La agricultura orgánica se practica en 188 países, más de 96 millones de hectáreas agrícolas son gestionadas orgánicamente por al menos 4,5 millones de agricultores. Las ventas mundiales de alimentos y bebidas orgánicas en 2022 alcanzaron casi los 135,000 millones de euros.
De acuerdo con el SENASICA de la Secretaría de agricultura (SADER), titular de esquema para el cumplimiento de la Ley mexicana de producción orgánica (LPO), la superficie certificada en México es de 400 mil has con 50 mil productores, mas procesadores, elaboradores de bioinsumos y profesionistas involucrados al sector.
El uso de glifosato, pesticidas y los transgénicos con los que vienen asociados, provocan daños ambientales, sociales y económicos como el caso de los grupos de pequeños apicultores orgánicos con muertes masivas de sus abejas y que se vieron afectados además por la presencia de trazas de polen de soya transgénica en su miel; también el caso de los grupos de pequeños productores de café en los que se encontró presencia del glifosato en diversos lotes de exportación y que por ello perdieron sus contratos con el mercado de la Unión Europea , por el uso indiscriminado del glifosato de sus vecinos convencionales o bien por que las autoridades municipales responsables de limpiar las brechas o caminos lo hacen con este herbicida.
Se ha demostrado en las Cortes de Estados Unidos casos de daños a la salud de los trabajadores por el uso de glifosato y otros pesticidas, adicional a ello, los pesticidas y fertilizantes nitrogenados se consideran una de las principales fuentes de contaminación de los suelos y los acuíferos; propician cánceres y enfermedades crónico-degenerativas.
Según la FAO un tercio de los alimentos que se producen en el mundo se desperdician; es falso que los transgénicos resuelvan la falta de alimentos cuando el problema no es productivo sino de distribución.
Por todo lo anterior, se exige que no se amplie el plazo para la prohibición de este producto emblemático de las formas más crueles de dominación y extractivismo de las corporaciones multinacionales sin rostro.
Habría que añadir que la producción orgánica en México, también conocida como biológica o ecológica en Europa, Estados Unidos, Canadá, Japón y el resto del mundo, donde se consumen desde hace seis décadas; es aquella que no solo se cultiva o cría, transforma y comercializa sin usar insumos sintéticos; también es la que se hace con un manejo agroecológico del medio ambiente: suelo, agua, el aíre, la vida de animales, vegetales y organismos vitales para la sobrevivencia de la especie humana.
Se estima que son más de 50 mil familias mexicanas mayormente de pequeños y medianos empresarios rurales de pueblos indígenas, con gran participación de mujeres y jóvenes productores de café, miel, aguacate, cacao, zarzamoras, frambuesas, mangos, hortalizas, manzanas, coco, agaves, jamaica, granos, carne, leche, huevo, orégano de Peña Miller, Qro., y decenas de productos más y sus derivados.
Hay que señalar que la presión viene de los Estados Unidos y sus empresas, que se verían afectados por dicha prohibición en México. Pero lo que se dice es que, en principio, desde el 2019, cuando el gobierno mexicano aplicó el “principio precautorio” para detener las importaciones de glifosato, al considerar que el herbicida representa un riesgo para el ambiente y la salud. La medida duró muy poco, y para el último día de 2020 se publicó un decreto presidencial que instruyó a distintas dependencias tomar acciones para “sustituir gradualmente” el glifosato usado en el país. Y después, emitió decretos para tener una “sustitución total” del agroquímico para el 31 de marzo de 2024, y dicha medida se pospuso porque, se argumentó, que no existen sustitutos para el herbicida.
Pero el asunto estalló nuevamente en las vísperas de la finalización del plazo fijado, el 26 de marzo pasado cuando, en un comunicado conjunto de la Secretaría de Agricultura (Sader) y Economía (SE), se anunció que “en virtud de que no se han concretado las condiciones para sustituir el uso de glifosato en la agricultura mexicana, debe prevalecer el interés de salvaguardar la seguridad agroalimentaria del país”, por lo que se continuaría con las importaciones y el uso del agroquímico.
Y a principios de abril, el Ejecutivo confirmó la “pausa” en la postergación de la salida del glifosato hasta conseguir una opción viable para su sustitución, un anuncio que tensó a científicos, organizaciones y activistas por la salud ambiental, y que celebraron grandes productores y empresas agropecuarias.
Por otra parte, empresas, asociaciones agrícolas y miembros del gobierno afines a los sectores agrícola y agroquímico han defendido el uso del glifosato y han realizado acciones —como promover más de 30 juicios contra el decreto presidencial— para frenar los intentos de regulación, argumentando que es necesario para mantener la producción agrícola y alimentar al país.
No obstante, el glifosato ha sido sacado del mercado al menos parcialmente (en algunos usos, regiones o ciudades) durante algún momento de las últimas dos décadas en países como Estados Unidos, Brasil, Argentina, Austria, Luxemburgo, Italia, Francia, Dinamarca, Bélgica y Países Bajos, Vietnam y Sri Lanka.
Y resulta que el 28 de marzo pasado, dos días después del anuncio de postergación de la salida del glifosato realizado por las secretarías de Agricultura y Economía, en conferencia de prensa conjunta, funcionarios de agricultura, desarrollo agrario y territorial, la Procuraduría Agraria (PA), el Conahcyt y científicos informaron que sí existen sustitutos al glifosato. Aseguraron que hay seis “bioherbicidas inocuos” con más de 90 % de eficacia probada, incluyendo tres formulaciones nuevas “cien por ciento mexicanas”.
Los tres sustitutos mexicanos del glifosato anunciados están “en proceso de escalamiento a nivel industrial”, y uno de ellos ya cuenta con dictámenes técnicos de efectividad biológica por parte del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica).
Pero no sólo se trata del herbicida sino de la mancuerna entre semillas modificadas genéticamente y el glifosato que llevó a la agricultura industrial a nuevas alturas. Actualmente el glifosato es el herbicida más usado en el mundo y solo en el 2014 se consumieron más de 700 000 toneladas de él. Pero este crecimiento vertiginoso pronto mostró consecuencias negativas.
En regiones de Argentina o Paraguay el uso masivo de glifosato ha ocasionado extensos problemas de salud, entre ellos distintos tipos de cáncer, como han revelado varios estudios, entre ellos un análisis independiente de más de 1,000 trabajos científicos publicado en el año 2000 por la organización argentina Naturaleza de Derechos.
Básicamente para poder abandonar esos productos hay que fomentar una migración al paradigma de la agroecología, pero se necesita una política y apoyos en ese sentido.
Cabe destacar, que Bayer-Monsanto enfrenta más de 50,000 demandas en Estados Unidos por no advertir los riesgos de su herbicida con glifosato para la salud de los demandantes. En 2020, la empresa pagó 10 900 millones de dólares para saldar los casos acumulados hasta ese punto, pero desde entonces se han acumulado más.
Mientras seguirá la discusión con la información disponible, la cual se ha tornado más en una discusión comercial que científica y este herbicida, posiblemente seguirá el mismo camino que el DDT prohibido durante el siglo pasado.