Suele suceder que, en el contexto de la división de poderes, el órgano legislativo se someta a los dictados del Ejecutivo. Pero cuando aquel se conduce con cierta independencia, no cabe sino honrar su trabajo. Y eso es lo que ocurrió con la quincuagésima novena legislatura en esta tierra nuestra gracias a la presencia ciertamente minoritaria de MORENA; en particular a las aportaciones creativas y humanistas de Martha Fabiola Larrondo y Paloma Arce. Concretamente, en el caso de aquella la reforma a la ley de los discapacitados, la certificación gratuita para los indígenas que soliciten copias de las actas de nacimiento. Y en caso de ésta la iniciativa del matrimonio igualitario que legaliza la unión de personas del mismo sexo; y aprobada, es cierto, con el ceño fruncido de los más conservadores.
Como responsable de la Comisión de Asuntos Indígenas, la Dra. Larrondo visitó a muchas comunidades, reunió a una treintena de parteras tradicionales a quienes se les brindó capacitación y les fue entregado con kit de instrumentos para realizar mejor su trabajo. En su labor de difusión, debo destacar las conferencias de Jaime Font Francis sobre las capillas posas que se anexaban a los templos para la evangelización durante el siglo XVI; la de Luis Espíndola sobre las redes sociales a las que cuestionó en defensa de la imagen de las personas.
A invitación de Larrondo acudí siempre que pude a las sesiones legislativas, así como las conferencias. Y tuve la fortuna de conversar con algunos discapacitados como Luis Loyola cuyo espíritu de superación me pareció admirable. No dudo que, pésele a quien le pese, el quehacer legislativo de la Dra. Larrondo dejó una impronta de responsabilidad y dedicación altamente meritoria.
Desde aquí, en ésta columna le agradezco sus gestiones para que un adulto mayor, amigo de mi sabio maestro Jorge Barba Martín fuese intervenido quirúrgicamente en el IMSS con la mayor diligencia.