Gilberto Lozano es la cabeza visible del Frente Nacional Anti-AMLO, que tiene un solo objetivo: que renuncie el Presidente de la República. Y el presidente Andrés Manuel López Obrador, que inicialmente no había caído en la provocación, ha empezado a mostrar que ese movimiento compuesto mayoritariamente por clases medias está logrando mellar en su ánimo. La forma como se refiere a ellos, en forma irónica pero forzada, y trastabillando con sus propias contradicciones, hace olear a tiburones como Lozano y a quienes lo apoyan, sangre en Palacio Nacional.
Hace unos días, aparentemente exasperado por el plantón que realizan en el Zócalo, donde se vio obligado a aceptar que acamparan ante el costo en la opinión pública que estaba causando que fueran los únicos que no tuvieran acceso a la Plaza de la Constitución, se refirió al discurso de FRENAA como “no sólo incendiario, sino muy destructivo” al llamarlos a la calma y la cordura. Hasta ahí podría haberse quedado, pero continuó: “Podemos tener diferencias, pero como decía Juárez, somos mexicanos. O sea, los reaccionarios también son mexicanos. Y somos humanos, y respetarnos y no agredirnos, porque sí es una especie de fanatismo muy especial, pues está en la historia, es Hitler, es Franco, es Pinochet”.
La epidérmica ira del Presidente motivó que Lozano respondiera inmediatamente a través de un video de YoutTube, cuestionando el calificativo de “incendiario”. Lozano, quien no es un improvisado y tiene larga experiencia en la beligerancia contra el sistema, respondió, sin embargo, igualmente valorativo. Llamó a López Obrador un “empleado irrelevante que no responde a lo que le estamos pagando”, y sugirió que el Presidente tiene un problema mental. “Yo te reto a que hagamos un examen de salud. Tú y yo, con un instituto internacional, que vea tu capacidad mental y tu estado físico contra el mío”, agregó.
Lozano ha cuestionado a comentaristas que también han calificado su retórica de “incendiaria”, y ante el señalamiento que FRENAA es un movimiento de extrema derecha, ha retomado los mismos argumentos de López Obrador para atacar y estigmatizarlos. Los extremos siempre se juntan, aunque objetivamente hablando, todas las difamaciones e infundios que ha realizado López Obrador contra prácticamente todo el mundo que no piensa como él en las mañaneras, se quedan muy lejos de lo vitriólico de las palabras de Lozano y su uso libertino y abuso de la libertad de expresión.
La cabeza visible de FRENAA ha justificado que sus palabras son respuesta a las de López Obrador, y si bien hay márgenes racionales para argumentar ese marco de referencia, es absolutamente inaceptable la retórica de Lozano, agresiva, grosera, sin recursos dialécticos al cuestionar al Presidente, y a fuerza de subirlo al cuadrilátero de los insultos, tan polarizada, tan peligrosa y tan divisiva como la de quien se queja cotidianamente. Muchos de sus discursos están en YouTube y no tienen los millones de vistas que quisiera Lozano, pese a que algunos apologistas de López Obrador, que tienen más suscriptores en sus canales, le dan cabida y lo reproducen para atacarlo.
Tanto sus aplaudidores como el propio Presidente, caen en el garlito comunicacional de brindarle gran exposición a lo que le perjudica a López Obrador, y dejarlo sembrado en el imaginario colectivo. Pero si escuchar a Lozano es alarmante, leer lo que dice puede mostrar la dimensión de la violencia en la que incurre, como cuando se refirió a las analogías con los dictadores de la Segunda Guerra Mundial, que Lozano explicó como resultado de “tu paranoia y enfermedad sicótica”. Como pequeñas muestras de sus abusos, estas son algunas de sus peroratas:
“Eres un ridículo payaso, Andrés”.
“Eres un vejete, con un infarto, que debería de irse a su rancho ‘La Chingada’.”
“No queremos a una persona que se sienta el reyezuelo, que se sienta el bufón de Palacio Nacional”.
“El señor López no estaba preparado. Fueron años de porro, de un parásito”.
“Cuando la naturaleza es la naturaleza y no puedes ir contra ella. Andrés López, te veo inepto, te veo incapaz, te veo cínico y te veo traidor”.
“¡Qué estás haciendo, lárgate, lárgate, o eres pendejo esclerótico y senil!”.
Esto no es libertad de expresión, ni mucho menos es un alegato político. Lozano y sus simpatizantes pueden pedir que renuncie y criticar al Presidente en sus términos de gobernante, pero el insulto gratuito y los improperios sostenidos son inaceptables. No puede justificar Lozano su ultraje por la famosa frase de “¡cállate chachalaca!”, que le endilgó López Obrador al presidente Vicente Fox durante la campaña presidencial de 2006. Tampoco pueden trazarse analogías con otras difamaciones del Presidente –quien esto escribe ha sido víctima de ello-, que sin embargo, aunque políticamente dañinas y peligrosas, jamás ha llegado a los niveles de Lozano.
Se queja de que le digan extremista, pero su propio discurso lo define. El extremismo determina, según los expertos, un concepto que se usa para describir sistemas de creencias religiosas, sociales o políticas que existen substancialmente fuera de las creencias convencionales, y que buscan cambios radicales en la naturaleza del gobierno, la religión o la sociedad. Suele utilizarse para referirse a las alas radicales de movimientos más amplios, como en este caso sería la derecha o el conservadurismo, que se encuentran fuera de las corrientes convencionales porque sus puntos de vista y tácticas son cuestionables.
Teóricamente, Lozano se encuentra en el marco del extremismo político, por fuera del pensamiento liberal-conservador que cree que el cambio que persigue requiere una acción militante fuera del proceso electoral. Se agradece que en el vacío de voces opositores, tenga el valor de hacer uso de su palabra. Se le condenan los términos como lo hace, al provocar su incendiaria retórica, la repulsa de conservadores y liberales, que probablemente considerarán que la lucha política no pasa por la aberración retórica estratégica del jefe de FRENAA.