Es cierto, dijo la presidenta Claudia Sheinbaum, hackearon su teléfono celular, tal como lo reveló el fin de semana el periódico The New York Times. Pero además, agregó que también hackearon su correo electrónico. La presidenta minimizó los hechos – una estrategia política para ocultar la importancia de lo que sucedió-, pero en el camino abrió muchas dudas que no resolvió el desenfado con el que fue aportando detalles del hackeo. Desde el principio de su larga explicación fueron surgiendo hoyos negros sobre lo que pudo haber sucedido.
Nunca trazó una línea de tiempo del hackeo, aunque dijo que tanto el móvil como el correo los utilizaba desde hace tiempo. El Times, que no mencionó el hackeo al correo, dijo que la intervención se había dado después de que desterró a 29 capos del narcotráfico a Estados Unidos el 27 de febrero. La presidenta no negó ni confirmó este dato, ni tampoco fue precisa. Mencionar que los tenía hacía tiempo no significa que el hackeo fue hace años. Esa referencia parece más bien un distractor.
La versión que dio del hackeo es confusa, insuficiente y contradictoria. Tras el hackeo de su teléfono, dijo, “Apple llamó de inmediato a la Agencia de Transformación Digital. La Agencia… de pronto, adecuadamente, la verdad, se dieron cuenta del hackeo. La Agencia… tomó cartas en el asunto y muy rápido lo revisó”. Esta declaración no se sostiene.
1.- Si Apple fue la que alertó a la Agencia es que esta no se dio cuenta del hackeo hasta que fue notificada de él.
2.- No es conocido que Apple tenga un sistema de monitoreo de números específicos para determinar un hackeo. Quien puede detectarlo es el proveedor del servicio, sobre el cual la presidenta no habló.
3.- La presidenta dijo que tanto el teléfono como el correo hackeados no forman parte del equipo gubernamental, y son de uso particular, que conserva, en el caso del móvil, por “cariño”. Entonces, ¿por qué Apple informaría del hackeo a una dependencia del gobierno si el teléfono y el correo de Sheinbaum son personales?
4.- La Agencia de Transformación Digital, además, no tiene atribuciones legales para ser enterada de este problema, ni tampoco está en sus funciones atender una ruptura de seguridad de esta naturaleza—porque un hackeo a las comunicaciones de la presidenta es un tema de seguridad nacional. La intervención de la Agencia es ilegal: su área de ciberseguridad solo está facultada para actuar internamente.
5.- Sheinbaum dejó en tinieblas cómo se enteró del hackeo de su correo. Por experiencia propia, se puede saber si hay intentos de intervención contra el correo de Yahoo cuando aparece una leyenda donde dice que “un gobierno intentó hackear el correo”, desconociendo si tuvo éxito. Cuando esto sucedió en mi caso, Artículo 19 tomó el asunto y preguntó a Yahoo sobre la veracidad del mensaje, que confirmó la empresa. La presidenta no dijo que hizo al respecto.
6.- En la mezcla de los tiempos que manejó ayer, Sheinbaum recordó que utilizaba el teléfono hackeado cuando era jefa delegacional de Tlalpan y que lo mantuvo como jefa Gobierno de la Ciudad de México pese a que “en aquel entonces” hackearon el teléfono de Mario Delgado, que era presidente de Morena. Él sí lo cambió, y por razones de seguridad ella y todo su equipo debieron haber hecho lo mismo porque sus dispositivos estaban comprometidos.
El hecho que el hackeo fuera a un dispositivo y un correo activos de la presidenta, aún si son utilizados hoy en día para fines particulares y que de acuerdo con ella, no para tratar temas de Estado, es irrelevante. Por razones de seguridad nacional, aún los dispositivos y correos personales de la presidenta deben estar protegidos de cualquier ataque de esta naturaleza. Lo que sucedió es una ruptura importante en la seguridad del Estado mexicano.
Hasta antes de que llegara a Palacio Nacional Andrés Manuel López Obrador, la dependencia responsable de la seguridad del presidente era el Estado Mayor Presidencial. López Obrador lo desapareció y trasladó sus funciones a la Ayudantía, integrada por sus amigos y los amigos de sus hijos, sin experiencia en temas de seguridad. La Ayudantía se mantuvo en el gobierno de Sheinbaum, y a lo largo de los años ha mostrado su incapacidad en proveer seguridad real a quien toma decisiones en nombre de más de 130 millones de mexicanos.
Meter a la Agencia de Transformación Digital en el centro de su protección es una irregularidad y una irresponsabilidad. Aunque su director José Merino sea una de las personas más cercanas a ella, no tiene las atribuciones legales ni tampoco, por lo que ha sido su formación profesional, experiencia y conocimiento sobre los temas que tienen que ver con la seguridad nacional. Sheinbaum hizo de lado la participación de su gabinete de seguridad en este hackeo, pese a existir varias áreas civiles y militares que velan por la ciberseguridad del Estado Mexicano.
No se sabe qué sucedió con el hackeo. Aunque por lo que se infiere no hubo un uso delincuencial de su teléfono o de su correo, se puede asumir con base en la información que dio la presidenta, que lo que se hizo fue tener un espejo de sus comunicaciones. De ahí la relevancia de lo revelado por el Times de que el hackeo al teléfono fue después del destierro de 29 líderes de todos los cárteles de drogas en México, que se puede pensar es cierto porque de otra manera tendría que haber sido desmentido inmediatamente.
La afirmación periodística coloca el tema de la seguridad de Sheinbaum en otro nivel. Haber hackeado su teléfono y correo significa que hay un interés de un individuo o grupo con poder que quiere saber sus movimientos, sus acciones y sus decisiones. No parecen haberlo logrado en este intento, pero no dejarán de perseverar en su objetivo. Si son narcotraficantes es aún más delicado que si fuera un gobierno, porque el traslado unilateral de los 29 criminales fue una señal no sólo a Washington, sino a los cárteles: los acuerdos que pudo haber, están rotos.