Si tuviéramos en nuestras manos una máquina del tiempo futbolera, un artefacto pequeño, un cilindro dorado que encierra el alma del fútbol y que nos puede trasladar más allá de la imaginación dentro del mundo balompédico, ¿qué haríamos con ella? ¿A dónde iríamos? La respuesta es simple: elegiríamos un gol. No cualquier gol, no uno común, sino aquel que define un antes y un después, el que reescribe la historia, nuestra historia, el que nos deja sin aliento y nos marca para siempre.
Imaginemos por un momento que tenemos ese dispositivo en las manos, y que el tiempo y el espacio ya no son barreras y que tuviéramos la oportunidad de volver en el tiempo durante 30 segundos, solo 30 segundos, para ser testigos de un instante único, irrepetible. Yo no dudaría ni un segundo. En esos 30 segundos, viajaría a un estadio Azteca el 22 de junio de 1986 a las 16:09 horas. Allí, en el estadio Azteca, se va a escribir uno de los goles más poéticos de todos los tiempos. La magia de Diego Maradona, esa que parecía solo de los dioses, toma forma de gambetas imposibles.
Bajo un cielo cargado de historia Maradona recoge el balón en su campo, 52 metros por recorrer, y comienza a bailar con la pelota. Su zurda, imparable, mueve el balón con una precisión divina. 12 toques, 44 pasos, y el destino se transforma en gol. Es una carrera que desafía la física y el sentido común de esa época. El tiempo, el espacio y la lógica parecen congelarse ante esa maravilla que solo un genio puede ejecutar. El gol no es solo un gol, es una declaración de amor al fútbol, es un canto a la libertad, un susurro eterno de lo que significa ser un artista en un campo de juego.
Lo más impresionante de esos 10.6 segundos es que El Diego no solo se enfrenta a los rivales, se enfrenta a la historia misma. ¿Quién puede sostener el peso de la historia en sus pies y aun así bailar con ella? Maradona lo hizo, y lo hizo para todos. Aquel gol fue una batalla entre la gloria y la humanidad, un recordatorio de que el fútbol no es solo deporte, es emoción pura, es poesía en movimiento. Pura bella arte.
Nosotros, desde aquí, desde el presente, somos testigos de esa obra maestra en cada repetición, en cada imagen congelada, en cada relato. Pero qué hermoso sería volver a ese instante, ser parte del rugido de la multitud, escuchar ese silencio antes del estallido, sentir la incredulidad, la magia, la emoción.
Si tuviera esa máquina del tiempo, ese simple artefacto que me permite regresar, no perdería ni un segundo. Solo 30 segundos para ver el gol que hace vibrar al mundo entero, el gol que lleva el nombre de Maradona, pero que también es de todos nosotros, los que amamos este juego tan imperfecto y tan perfecto a la vez.
Y ahora te pregunto a ti, querido lector, ¿si pudieras elegir un solo gol de la historia para revivir, ¿cuál sería? ¿El gol de Pelé contra Italia en 1970? ¿La chilena de Hugo Sánchez contra el Logroñés? ¿O tal vez esa volea de Zidane? ¿Qué gol te haría volver en el tiempo, aunque sea por 30 segundos, para ser parte de su magia? La respuesta está en tus recuerdos, en tus emociones, en el latido de tu corazón cuando el fútbol te hace vibrar. Quizá tu elección sea un gol menos famoso, más personal, pero que para ti significa el mismo éxtasis, la misma gloria.
Dime, ¿cuál es ese gol que detendría el tiempo para ti?