Federico Arreola
Encuentro dos vicios francamente de mal gusto en la crítica política realizada en México: la psiquiatrización y la religionización.
El primero de tales vicios se utiliza mucho más que el segundo. Es de lo más normal leer en la prensa mexicana que tal político es un demente, una loco, un desquiciado, etcétera. Se trata invariablemente de juicios sin fundamento expresados solo para insultar. Deberíamos abstenernos de recurrir a tales cosas.
La religionización —a la mexicana, desde luego— la puso de moda Enrique Krauze para cuestionar a AMLO antes de las elecciones de 2006. El historiador llamó a Andrés Manuel “mesías tropical”. Fea e insultante expresión para referirse a un dirigente político que toda su vida luchó, en la oposición, inspirado en el principal promotor de la laicidad del Estado Mexicano, Benito Juárez.
Ya como presidente, Andrés Manuel López Obrador sigue teniendo como su guía fundamental el pensamiento juarista.
¿Que Andrés Manuel es creyente? Tiene derecho a serlo. Personalmente preferiría un presidente ateo, pero si López Obrador es cristiano no le veo el problema. Jamás ha tratado de imponer sus convicciones religiosas a nadie, y si lo intentara, fracasaría. En el México de hoy, por fortuna, la fe tiene cada día menos influencia. No vamos en la ruta de construir un Estado musulmán o cristiano, por supuesto que no.
Ayer, en SDPNoticias, Federico Berrueto cuestionó a AMLO por la vía de llamarlo “personaje de culto” o “líder religioso”. Mi tocayo, estimado amigo, está totalmente equivocado. Le informo que Andrés Manuel es, nada más, un presidente democráticamente electo.
¿Que el padre Solalinde haya dicho una gran pendejada —la de que López Obrador tiene “rasgos de santidad”—, descalifica al cura, pero de ninguna manera convierte al presidente de México en un líder religioso.
Tan no es un dirigente religioso que, evidentemente, trabaja —en el marco de la legalidad democrática de México — para que su gobierno sea tan fuerte que garantice la continuidad del partido Morena en la presidencia después de las elecciones de 2024.
Que quede claro, el creyente AMLO alienta sobre todo las candidaturas anticipadas de una atea absolutamente racional —es una mujer de ciencia más que una política—, Claudia Sheinbaum, y de un no creyente, o al menos alguien que hizo rabiar a las iglesias al promover el aborto en la Ciudad de México, Marcelo Ebrard.
Si hubiera objetividad en la religionización de la política mexicana, los queridos y respetados Enrique Krauze y Federico Berrueto habrían dicho de Vicente Fox que es un mesías ranchero, ya que su verdadero juramento presidencial lo realizó en la Basílica de Guadalupe. Tan piadoso él.
Si a Enrique Krauze y a Federico Berrueto les preocupara tanto la religionización de la política en México, habrían cuestionado muy duramente a un presidente con el que Enrique se llevaba razonablemente bien y con el que Federico trabajó: sí, Ernesto Zedillo, quien en complicidad con Liébano Sáenz, hicieron posible uno de los grandes males de nuestro país: permitir el enorme poder político y económico de una secta dirigida por un violador de niños: en efecto, hablo de los Legionarios de Cristo y del padre Maciel.
Si bien el entonces muy influyente Liébano era todo un católico casi fanatizado, Zedillo era mucho más racional. ¿Por qué el presidente Zedillo permitió algo tan atroz como lo hecho por los Legionarios? Lo peor es que nadie cuestionó, o no ruidosamente, tan lamentable religionización de la vida pública de nuestro país.
Al principio de su gobierno Andrés Manuel convocó a un líder evangélico a participar en algunas acciones de la 4T, pero rápidamente AMLO entendió que eso no era conveniente ni para el país ni para el presidente, así que el tipo ese desapareció, y qué bueno. Son atroces los predicadores. Ojalá no se le vuelva a ver en las mañaneras, no vale la pena.
Antes de decir lo siguiente, reitero que soy neoliberal, anticomunista y de derecha empresarial…
Aclarado lo anterior, expresaré que Karl Marx tenía razón en muchas cosas, sobre todo en esta:
“La miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma. Es el opio del pueblo. Se necesita la abolición de la religión entendida como felicidad ilusoria del pueblo para que pueda darse su felicidad real”.
Karl Marx
Claro está, siempre hay alguien dando lata. Sobre esa idea Walter Benjamin ironizó señalando que al mecanismo perfecto del materialismo histórico de Marx lo movía un feo enano jorobado llamado Teología.
El problema sin solución, para Benjamín, es que la teología —entendida como fanatismo— no solo manipula al materialismo histórico, sino a todas las ideologías.
Lo del enano feo y jorobado llamado Teología viene de una historia curiosa del siglo XVIII: se presentaba en público un supuesto autómata que jugaba con perfección al ajedrez. En realidad, el autómata no era tal, sino que en su mecanismo se escondía un enano con notables habilidades de gran maestro ajedrecista. Así se engañaba al público hasta que alguien descubrió el truco.
El enano ajedrecista
Eso es la religión…, no es la expresión humana de la bondad de un Dios misterioso, sino un feo enano con joroba que manipula a millones de personas.
Habrá gobernantes que quieran realmente hacer de la vida pública una práctica religiosa. No es el caso de Andrés Manuel, quien, a pesar de su fe, juró como presidente frente al congreso y en nombre de la Constitución.
A los presidentes gringos les da por jurar ante una Biblia, o ante dos Biblias —así lo hicieron Obama y Trump—, pero se trata más de una costumbre demagógica que de una obligación legal.
Ha habido presidentes de ese país que no juraron ante la Biblia. John Quincy Adams utilizó un libro de leyes. Después de que mataron a William McKinley, Theodore Roosevelt simplemente levantó su mano y juró. Lo mismo hizo Lyndon Johnson luego del asesinato de Kennedy.
En España, el presidente Pedro Sánchez rompió con la tradición de jurar frente a una Biblia y un crucifijo. Felicidades.
En Francia ni siquiera se plantean jugar a la religiosidad al momento de llegar al poder.
Lo que sea, Andrés Manuel es solo un presidente democráticamente electo que no defiende ningún culto en particular, a pesar de sus muy personales creencias. Si sus planes se cumplen, en su lugar llegará a la presidencia una atea científica incapaz de pensar basada en dogmatismos religiosos (Sheinbaum) o un no creyente (Ebrard) que ya hizo enojar a los curas por defender el aborto.
México necesita más racionalidad y menos fanatismo religioso; así está diseñada la 4T, al menos la que conocí cuando se edificaba, y ese será su futuro si la favorita o el favorito de AMLO llegan al poder en 2024.