En 1972, en el marco de la conferencia sobre medio ambiente de las Naciones Unidas celebrada en Estocolmo, el primer ministro Sueco Olof Palme se convirtió en el primer jefe de estado en utilizar la palabra “ecocidio” para referirse a la destrucción masiva del medio natural acaerecido en Vietnam.
Grave ha sido el daño que cause cambios o perjuicios adversos y notorios en cualquier elemento del medio ambiente, incluidos los efectos para la vida humana o los recursos naturales, culturales o económicos.
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Justamente eso es lo que ha ocurrido en la construcción del Tren Maya, particularmente en el tramo quinto que ha devastado estructuras subterráneas milenarias como son cenotes o cuevas, cuya destrucción sería irreparable.
Hace pocos días un grupo de ambientalistas increpó a López Obrador esos daños; eran mujeres jóvenes sin otro interés que el de preservar nuestros recursos naturales; al reclamo de éstas mujeres particularmente jóvenes, López respondió calificándolas de farsantes. Con su insolencia habitual. Resulta claro que a López el futuro de México no le importa, más que su amanecer cada día con su intacto autoritarismo.
Una acotación: en sus más de sus doscientas conferencias de prensa, no sea referido nunca al cambio climático, lo que resulta un claro síntoma de que la devastación de la selva le tiene sin cuidado: es comprensible que una personalidad psicopática solo se concentre en el cultivo de su narcisismo, tal vez en la creencia de que su insignificante poder dure para siempre.