Quien se haya quedado únicamente con el almíbar chorreante en las palabras de John Kerry y su elogio por las posibilidades ecológicas del programa “Sembrando vida”, cuya finalidad no es ni la sustentabilidad, ni la reforestación, ni el arraigo de los campesinos empobrecidos de todas maneras en sus tierras feraces e ingratas, sin oel acarreo electoral, solamente escuchó la mitad del discurso.
La otra tiene momentos de grave advertencia, muy en el estilo norteamricano del palo y la zanahoria. Por ejemplo, esto de la pérdida del tiempo. O su aprovechamiento, como se quiera interpretar:
“…Pero quiero recalcar algo, y no quiero recalcarlo solamente como enviado del presidente Biden o como John Kerry, lo recalco para demostrar que la ciencia ya nos advirtió en el 2018, es algo a lo que tenemos prestar atención, en el 2018 los científicos nos dijeron que ustedes, las personas que están en el gobierno, tienen 12 años en los cuales tomar decisiones claves y ejecutar prácticas para evitar las peores consecuencias del cambio climático.
“Ya pasaron tres años, nos quedan nueve solamente y obviamente no se puede comenzar a ejecutar algo que va a ser en ocho años o en siete años, tiene que comenzar ahora…”
y por otra parte el torpedo silencioso disparado contra la Contrarreforma Eléctrica. ¿En qué sentido? En este:
“…Tomar acción en todos los sectores de la economía y pasar a una economía cero (limpia, pues), ofrece oportunidades y es lo mejor que nos ofrecen nuestras vidas. Quiero que ustedes se concentren en eso.
“Esto es un cambio más grande en la economía que lo que hemos visto en la Revolución Industrial y con repercusiones mucho más profundas y los trabajos que más van a crecer en Estados Unidos en los últimos serán para los técnicos de energía eólica, también en instalación de paneles solares…”
Cuando Kerry habla de energía eólica lo hace a sabiendas de cómo el gobierno mexicano ha criticado y obstaculizado esa forma de aprovechamiento del viento para generar fluido eléctrico. Cuando no es la acusación por despojo a los pueblos originarios, los cuales no han hecho nada en los últimos 500 años con las riquezas bajo sus piés o cerca de las nubes, es la fealdad de las aspas en contraste con el roquerío de la sierra de Baja California.
Tan bonitas las crestas montañosas sin rotores. Tan bonitas y tan inservibles.
Y en cuanto a la energía solar, tampoco tiene en México mucho futuro, porque si se trata de limitar la inversión privada y sobre todo extranjera, entonces no habrá quien haga ese trabajo. La tecnología de la Comisión Federal de Electricidad no da para eso.
Cuando mucho le permite adquirir turbinas y mover plantas hidroeléctricas o de carbòn o combustibles fósiles como el petróleo o el diesel el combustóleo, precisamente lo vedado, al menos en los Estados Unidos.
La Reforma va en sentido contrario, porque aun cuando quiera producir energía limpia, no tiene los recursos tecnológicos para hacerlo. Podrá comprar equipos extranjeros, pero eso es una forma oblicua de negar el nacionalismo transformador.
No digo nacionalismo revolucionario, porque eso fue cosa del PRI.
Pero Kerry ha venido a endulzar el oído de la Cuarta Transformación, pero no acudió como visitante; vino como inspector.
Y en ese sentido llega Ken Salazar, con un hermoso Stetson a las tierras de la Guelaguetza, para escuchar de boca del gobernador Alejandro Murat, los pormenores de las inversiones y parques industriales de Canal Interoceánico, cuya obra el Gobierno Federal desarrolla en combinaciòn con el estatal, en las angostas tierras del Istmo.
El embajador, presa de ese súbito interés de los gringos (desinteresado de seguro) por nuestro país, con amplitud de despliegue después del cambio de nombre de la Iniciativa Mérida, se mostró complacido por las dimensiones del proyecto y el volumen de las inversiones en la zona ístmica de México.
Y Murat avanza.