Felix Cortes Camarillo
Eso de que don Alonso Quijano le dijo a Sancho, su escudero, aquello de que “ladran Sancho, luego cabalgamos”, es más falso que un billete de treinta pesos mexicanos: la frase no aparece en ninguna de las dos partes de la obra maestra de Cervantes.
Sin embargo, todos los que no han leído el Quijote lo citan con vehemencia a la menor provocación.
Se asume que la culpa de su popularidad es de dos poetas poco leídos, como todos los poetas: el alemán Goethe y el nicaragüense Rubén Darío. El poema “Kläffer” (1808), que se traduce como “Ladran”, dice en su final: “…quisieran los perros del potrero por siempre acompañarnos, pero sus estridentes ladridos sólo son señal de que cabalgamos”. Ni mención del Manco de Lepanto.
Rubén Darío lo adoptó como muletilla ante sus críticos literarios y filtró la versión de los perros y los ladridos: “Cuando los perros ladran es señal que cabalgamos, Sancho, amigo”. De ahí la popularidad del dicho, que sin ser de Cervantes es su cita tal vez más frecuente, y en esencia yo digo que nada fallida.
Algo semejante sucede con un decir que se atribuye a Napoleón, y que no dudo que sea verídico en alguna de sus versiones. Se refiere a China y dice -más o menos- “China es un gigante dormido; cuando China despierte temblará el mundo”. Dícese, y yo lo creo, que en 1817, cuando Lord William Amherst regresaba de su fallida misión como primer embajador de la Gran Bretaña a China, hizo una escala en la isla Santa Helena, donde estaba exiliado el Gran Corso, quien habría dicho lo dicho.
Cierto o no, el despertar de China, por si no se han enterado, comenzó en 1947 para salir del feudalismo primitivo, con la Gran Marcha de Mao Zedong, que años después acabó con el Kuomintang y Chiang Kai Shek, con todo y los millones de muertos, literalmente, de hambre y encaminó a China al campo y a la industria intensos; se estancó tal vez una generación o dos con la llamada revolución cultural, pero se desatascó para hacer con rapidez pasmosa (por ahí anda Corea) su peculiar revolución-industrial-energética-informática, todo de sopetón con el reformista Yiang Zemin, un par de asistentes y el enigmático Yi Ping.
Con un país que es comunista pero no lo es, que es capitalista pero tampoco, que es maquilador mayor del mundo, pero no lo dice, y que, sobre todo, está buscando cualquer vía que realice una versión nueva de la legendaria y mágica ruta de la seda. En otras palabras, reafirmando que el comercio es el principal motor del mundo.
Los Fenicios sabían de eso.
Los estudiosos dicen que el previsto despertar de China tiene para rato. El porcentaje de pesimismo sobre China, como la gran potencia que quiere ser, supera al 70 por ciento en Estados Unidos, la Comunidad Europea y, sorpresivamente, Japón.
Pero ¡aguas!: la incursión china en una sola de las áreas industriales que más preocupan actualmente, la automotriz, tiene pariendo chayotes precisamente al señor Trump -futuro emperador vecino nuestro- a la Comunidad Europea y…Japón.
Sí, claro, Donald el pelipintado, se pelea verbalmente hasta con su sombra todos los días; la Unión Europea seguirá por lustros tratando de entender lo que quiere decir la migración, fenómeno irreversible; pero en Japón, al capital grande le está llegando la lumbre a los aparejos. La industria china de autos eléctricos le birló ya a Japón el mercado de Europa a base de calidad y precio; algo similar comienza a pasar en los Estados Unidos; por eso Trump quiere bloquear la vía México-Michigan, a base de los sombrerazos que se llaman aranceles, y que acaba pagando el comprador final, para que los autos mexico-chinos no se le cuelen por Detroit.
Digo.
Pero estábamos en Japón. Con grandes apuros económicos, Nissan se va a fusionar dentro de media hora con Honda y Mitsubishi, que tampoco cantan malas rancheras en lo que a finanzas se refiere. Por su lado, Toyota está en tratos para absorber a las menores y debilitadas Subaru y Mazda, y en esfuerzo combinado poder enfrentar a los autos eléctricos de los chinos, que andan literalmente, por donde los dejan. Incluyo México.
Y dicen que los dragones vuelan. creo que, como decía mi amigo Othón Vélez de los cocodrilos, sí vuelan; pero bajito.
Lo que sí puedo imaginar es que el gigante dormido que sugirió Bonaparte, con la agresividad que mostró en el puerto que acaba de terminar en Perú y sigue terco con la nueva Ruta de la Seda, podría ser para México, mi país -digo podría ser- un alternativa a la dependencia de los Estados Unidos.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Existe un orate cuya única virtud que le conozco es que su movilidad se restringe a una silla de ruedas. Se llama Greg Abbott, cobra como gobernador del estado de Texas y -solícito y veloz- se ha unido al proyecto de gobierno y pensamiento de Donald Trump. Ya está instalando más muros en la frontera nuestra del norte. Que luego alguien tendrá que derribar. Espero que antes de que lo haga la Historia.
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