En varias colaboraciones he venido alertando sobre la tormenta económica que enfrentará México en corto y mediano plazo. No he sido el único; varios analistas económicos han coincidido, aunque ajustando la línea de tiempo y la profundidad de los efectos. Ahora hay un poco más de precisión por la presencia más notoria de los indicadores que presentan las instituciones, los cuales se agravan por las expectativas de la fijación de aranceles por parte de los EUA
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha presentado las estimaciones de crecimiento de los países integrantes y señala para México un decremento de -1.3% para 2025 y de -0.6% en 2026. Por su parte, el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas estima un negativo de -0.5% para 2025. Los más optimistas, como Banamex creen que México crecerá solo 0.2% en 2025 y 1.7% en 2026.
Mientras que el Banco de México redujo su estimación desde 1.2 a solo 0.6% en 2025 y 1.8 para 2026. Tanto Banamex como Banco de México lanzaron sus estimaciones basadas fundamentalmente en la incertidumbre comercial y el bajo dinamismo de la inversión privada. Es de hacerse notar que ninguno de ellos toma en consideración la inversión pública, pues esta se encuentra en niveles muy bajos como para influir en el dinamismo de la economía.
La desastrosa administración de Andrés Manuel López Obrador dejó las arcas nacionales sin capacidad de respuesta para emergencias económicas, y la capitalización limitada del fondo respectivo ha sido a costa de las aportaciones para los Estados y la austeridad, que tiene sumidas en la inoperancia a instituciones de salud y en precariedad a las educativas y otros rubros como el mantenimiento de infraestructura hidráulica y carretera.
Es encomiable el trabajo que está realizando Claudia Sheinbaum para evitar que el país se le desmorone. Para empezar, ya presentó un Plan Nacional de Desarrollo con objetivos y metas mensurables, dentro del cual se inscribe el Plan México, que busca incrementar la producción nacional y reducir la dependencia de las importaciones, particularmente de Asia y China.
Igualmente, es de reconocer, el inteligente desempeño ante las amenazas arancelarias de Donald Trump, con lo que ha logrado aplazar lo que sería el golpe más devastador para nuestra economía y por el cual se harían realidad inmediata lo que ahora son pronósticos.
Lamentablemente, la herencia política que le han dejado le impide terminar con los principales ingredientes del clima de incertidumbre que tiene paralizada la economía. Es imposible, sin caer en los terrenos de la especulación, determinar si la continuidad que le está dando al desaseado, por decir lo menos, proceso de elección de ministros, magistrados y jueces, es por lealtad y convicción, o por imposibilidad de sacudirse la hegemonía política heredada sin perder el apoyo popular y político que ahora parece tener.
La fidelidad al proyecto y tal vez sus propias convicciones puede ser que las tenga en la búsqueda de consolidarlo; sin embargo, el muro de la realidad surge y es ineludible, lo que debiera obligarla a sacrificar lo deseable por lo posible. Poco a poco las advertencias ominosas se están haciendo realidad.
Datos del INEGI revelan que la tasa de crecimiento del consumo privado ha sido negativa en seis de los últimos nueve meses y, por su parte, la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD), reporta un decremento en el consumo de -2.9 en 2024 y de -5.5% en el mes de febrero de 2025. Lo revelador de estos datos es que hay una real desaceleración económica y baja creación de empleos formales, lo que no alcanza a ser sustituido ni por las remesas ni los programas sociales y becas.
Ante este panorama ya no basta con decir que ahí viene el lobo traducido en la inminencia de una recesión económica, sino que hay que echar mano de las herramientas disponibles para combatirlo y una de ellas es reconocer con franqueza que la debilidad estructural que hoy nos aqueja es producto de decisiones populistas, de políticas dogmáticas implementadas sin análisis ni bases técnicas y de un dispendio atroz de recursos, dilapidación absurda en cruzadas ideológicas, con criterios de un nacionalismo desactualizado y desentendido de la realidad actual.
Cabría aquí, aunque me tilden de reaccionario, emular a Ronald Reagan y gritar “Señora Sheinbaum derribe ese muro”, acabe con la incertidumbre que limita la inversión y el crecimiento, pare la absurda reforma judicial, proponga incentivos fiscales, restaure el Estado de derecho y recupere la soberanía del estado en el orden interior. Luchar porque el país subsista y supere condiciones adversas requiere más que llamados a la unidad nacional y concentraciones fatuas.