El 13 de septiembre se conmemoró el día de los niños héroes. Justamente en esa fecha tuvo lugar la batalla del castillo de Chapultepec en 1847 en contra del invasor norteamericano. Leyenda, mito o historia. No sabemos bien a bien. El caso es que la narrativa quedó en nuestra memoria por la gesta de uno de los cadetes, Juan Escutia, que se envolvió en la bandera y se arrojó al vacío. Para tal ocasión, el general Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional (SEDENA), hizo uso de la palabra, pero para infortunio suyo, el general, más que honrar a los cadetes heroicos, se dio a la tarea de defender al régimen que enarbola la supuesta Cuarta Transformación. De suerte que el militar pasó a ser un militante lisonjero del “proyecto” de López, cómplice, por ende, de sus corruptelas.
Días después, en su comparecencia en el Senado, frente a los reclamos de los parlamentarios, guardó silencio y se limitó a sonreír levemente en un gesto de desprecio, pues qué podían importarle las voces senatoriales si gozaba de los mimos del Jefe del ejecutivo que le había entregado todo el poder: la administración de los megaproyectos delirantes: el aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya, la refinería Dos Bocas, aduanas, puertos…Ensoberbecido, Don Cresencio ha alimentado la codicia; una codicia que cunde entre sus subordinados. Un ejemplo: los trabajadores del Tren Maya se quejan de no recibir los salarios que les corresponden: el capitán a cargo de la nómina se embolsa parte de los emolumentos. Coloquialmente dicho, los ‘transa’. La pasión de acumular, vale decir, da muestra de que la disciplina castrense se desmorona, a espaldas o con el consentimiento de López en un ‘dejar hacer, dejar pasar’.
Pese al poder del Verde Olivo, el hackeo de 36 mil documentos que comprometen a las fuerzas armadas y a la mismísima salud del presidente, es un síntoma de la vulnerabilidad de lo que debería mantenerse en secreto. El llamado ‘Guacamayazo’ es una voz de alarma que pone en Jaque a los poderosos de este ‘desgobierno’ militarizado.
Si bien López es el Jefe Supremo de las fuerzas armadas, éstas tienen la obligación de mantener ante todo una institucionalidad. Cualquier quebranto, en este caso el sometimiento político a López, significa un deshonor.