Ariel González
Tras la desaparición de siete organismos autónomos –fundamentales para toda nación moderna– la Presidenta Claudia Sheinbaum dio su versión definitiva de por qué se decidió cancelarlos. Al final, no fue sólo lo que costaban, ni que hubieran nacido en la cuna ideológica del neoliberalismo, sino que, según la Primera Mandataria, fueron creados para impedir que las empresas del Estado fueran vistas como públicas. Y su extinción hará posible que estas vuelvan a ser “el motor” de la economía nacional.
En sus propias palabras (conferencia mañanera del pasado viernes), la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), por ejemplo, “se ha dedicado a parar a las empresas públicas”. Pero claro, dice la Presidenta para consuelo de ingenuos, “se va a seguir regulando, pues esa es una de las grandes tareas del gobierno, pero es una visión completamente distinta: acabar con la corrupción, con los privilegios. Y también que las empresas públicas recuperen su papel como motor de la economía nacional, que las dejaron abandonadas en todo el periodo neoliberal, particularmente el sexenio de 2012 a 2018, aunque ya venía desde antes; ya vieron lo que hicieron con Pemex”.
Por lo visto, la mentira se ha convertido en el principal activo del gobierno de Sheinbaum. El costo de los organismos autónomos no significa una sangría para las finanzas públicas como sí lo son las pérdidas, por jemplo, del Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas o el AIFA. Tan sólo en lo que hace a sobrecostos de estas obras (lo que pone de manifiesto una ineficiente planeación y enorme corrupción) las cifras son abrumadoras: el Tren Maya iba a costar 150 mil millones de pesos, pero al final aumentó hasta 500 mil mdp; Dos bocas se pensó que costaría 8 mil mdp, pero el mismo gobierno ya admitió que superó los 12 mil mdp, aunque agencias como Bloomberg estima que realmente fueron algo así como 20 mil mdp. No lo sabemos con precisión porque el gobierno ocultó la información considerándola de “seguridad nacional”, lo mismo que la relativa al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, que se dijo costaría cerca de 74 mil mdp y para 2024 la cifra se había disparado más allás de los 116 mil mdp según cálculos del diario Reforma.
Prácticamente todas las obras que presume la Cuarta Transformación (por no hablar de sus programas de gobierno), suponen costos y pérdidas tan grandes que hacen ver ridículo el costo de los organismos autónomos que acaban de desaparecer (unos 5 mil mdp en conjunto). ¿Es mucho dinero para que la sociedad esté informada, se beneficie de diversas regulaciones y el propio gobberno conozca los resultados reales de sus políticas? Por supuesto que no.
La otra mentira es que los organismos autónomos fueron promovidos por los gobiernos neoliberales. Si revisamos uno a uno los objetivos y metas de cada organismo cancelado veremos que su creación fue una respuesta a diversas demandas de la sociedad civil e incluso de la izquierda: transparencia, regulaciones a las empresas (pregúntenle a Telmex de Slim), evaluación imparcial de las políticas públicas, entre otras.
¿Fueron los organismos autónomos los que “pararon” a las empresas públicas? En absoluto. La desmemoria o la versión interesada que difunde el gobierno de Sheinbaum (y que según ella deben conocer todos los “jóvenes construyendo el futuro”) es que a México le iba muy bien con las empresas públicas hasta que llegaron los neoliberales. ¿Qué clase de “motor” de nuestra economía fueron estas empresas que llevaron al país a niveles históricos de endeudamiento, inflación y desempleo en los años 70 y 80? “Ya vieron lo que hicieron con Pemex”, dice la Presidenta muy segura. ¿Qué le hicieron? Nada más en los primeros 9 meses de este año Pemex tuvo pérdidas de 430 mil millones de pesos? ¿Eso es culpa de los gobiernos neoliberales o de las obsesiones ideológicas y corruptelas de la política energética de la 4T? En octubre de este año Pemex tuvo su menor producción de crudo en 14 años, ¿eso también es culpa de los neoliberales que no están ya en el gobierno?
Cuando Sheinbaum dice que “se va a seguir regulando, pues esa es una de las grandes tareas del gobierno”, evidentemente confunde –como lo ha hecho su partido en los últimos seis años– al Estado con el gobierno. En su perspectiva totalitaria partido-gobierno-Estado-nación son lo mismo, porque cree que el mandato popular (la mayoría electoral) que la puso en la Presidencia debe estar por encima todas las instituciones que servían de contrapeso (precisamente al gobierno electo) para garantizar más allá de cada sexenio los derechos de todos, no solamente de los gananadores y sus electores.
El gobierno no puede regularse a sí mismo. Ellos mismos, desde la oposición, apoyaron la creación de organismos que fueron tan autónomos que pudieron revelar corruptelas, desvíos, ineficiencias y demás faltas de los gobiernos neoliberales. ¿Ahora, en medio precisamente de los niveles de corrupción, opacidad e ineficiencia más altos de nuestra historia (según los indicadores internacionales), ya no son útiles? El costoso adiós a los organismos autónomos lo resentirá de muchas formas el país y el propio gobierno, percibido ya por todas las naciones democráticas del mundo como autoritario.
Nuestra Presidenta científica abandonó el compás, las medidas, las pruebas, el laboratorio y hasta la brújula. Gobernará sin transparencia, regulaciones, contrapesos y sin orientación. Le quedan sólo las mentiras, pero estas siempre se agotan.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez