A despecho de la proclamación maderista de “sufragio efectivo no reelección” que AMLO ha hecho suya de dientes para afuera, continuará gobernando (o desgobernando) concluido su periodo sexenal, aunque ya no será su persona en forma directa, sino escondido detrás de un biombo desde el cual dictará sus instrucciones a quien le ha encargado la presidencia: su más leal, por no decir, dócil coladora, la doctora Claudia Sheinbaum. López será el titiritero; ella, la marioneta. Una marioneta flacucha a quien adorna su cabeza una ridícula “colita de caballo”, quien intenta pobremente, para diferenciarse de su jefe, abrazar las causas feministas y, por todo lado, declarar sin pudor alguno, que ella pondrá el ‘segundo piso de la 4T’. Con todo lo que implica: la concentración del poder, los privilegios a los mandos militares, consumando así la destrucción de la democracia, pues que eso significa la 4T: el tránsito hipócrita a una dictadura, pero ya sin el carisma del tabasqueño, sin la prestancia para ejercer mando alguno.
Claudia, un títere grotesco cuyo triunfo electoral está asegurado, dado que Amlo no sabe perder, menos ahora con un Frente Opositor encabezado por la Ingeniera Xóchitl Gálvez, rehén de las dirigencias de los partidos políticos que apoyan, PRI, PAN, PRD, indispuestos a perder sus privilegios, en el remoto caso que la senadora obtuviera el éxito en la contienda electoral de este 2024, quien, por cierto ha caído en los rumores que tanto criticó incorporando a sus hijos a su ‘equipo’ de campaña, olvidando acaso de que se trata de un descarado nepotismo.
Así veremos a una Gálvez atrapada por los codiciosos partidos y los vicios nepóticos. Amén de que, sin duda perderá los comicios, sobre todo por no asirse del voto ciudadano donde está su verdadera fuerza. La contienda de Xóchitl es una derrota anunciada. Y el continuismo el trágico destino de un México que, al menos en lo personal me apena profundamente.