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El Coliseo de Mary Beard

Desde la terraza

por Ariel González
27 mayo, 2025
en Editoriales
Mexico embaucado
49
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Siendo uno de los monumentos históricos más conocidos universalmente, el Coliseo romano alberga un sinnúmero de mitos y leyendas que han sido alimentadas no sólo por la industria cinematográfica o la literatura, como explorábamos en la entrega pasada de este mirador “terrazino” (Espartaco, Androcles y los leones, 20-V-2025), sino también por los mismos historiadores, puesto que la historia, tal y como la conocemos, luego resulta que cambia a partir de nuevos estudios o incluso hallazgos arqueológicos que desmienten o confirman muchas de las cosas que creíamos sobre un tema tan rico como lo es sin duda el del Coliseo.

Ya decíamos, por ejemplo, que todo el tiempo hemos visto en el cine e innumerables historias que los gladiadores combatían en la arena del Coliseo con diversas fieras traídas de todas partes del mundo antiguo (que bueno, era un poco más reducido que el mundo de hoy), entre ellos temibles leones que debieron dejar muertos o heridos a montones de gladiadores; sin embargo, sólo hasta hoy hemos encontrado evidencia de algo así como la cadera de un gladiador mordisqueada por las fauces de un león.   

Y qué mejor que acercarnos a este tema de la mano de una novedad bibliográfica por demás fascinante, El Coliseo (Crítica, 2024), de Mary Beard y Keith Hopkins. Como se sabe, Beard es una destacada catedrática del Newnham College,  Cambridge, conocida por su feminismo militantes y por me voyeminente profesor de historia antigua en la Universidad de Cambridge. Esta edición en español del trabajo de ambos (aparecido originalmente en 2005) nos llega con muchos años de retraso, pero la debemos agradecer igual porque se trata de uno de los textos más completos y accesibles sobre el tema.

Lo que informa esta obra es muy variado y, desde luego, abundan las curiosidades, que son al fin y al cabo la sal y la pimienta de los buenos libros de historia. Ya desde el arranque sabemos lo que nos depara este libro cuando se nos cuenta que los Juegos Olímpicos de Sidney, en el año 2000, fueron los últimos en los que se entregaron a los ganadores medallas con la imagen del Coliseo.

Los tiempos demasiado correctos se impusieron y decidieron que “el Coliseo es un estadio de sangre; no tiene nada que ver con los ideales olímpicos de paz y hermandad”, según lo dijo un periodista griego. Ya en 2004, en Grecia, evidentemente la batalla quedó perdida para las medallas con el Coliseo. Si tiene una, consérvela.

Como parte del inmenso interés turístico que suscita, el Coliseo ha sido objeto de diversas guías especializados ya desde el siglo XIX, cuando los viajeros más ricos del mundo decidían visitarlo. Ante la ausencia del cine, la novelística decimonónica se hizo cargo de presentarlo de muy distintas formas. Desde que Lord Byron en su Manfredo le dedicara unos versos (que todo el visitante culto creía indispensable recitar, mejor aún si lo hacía entre sus ruinas), el Coliseo estuvo presente en novelas de Madame Staël o Nathaniel Hawthorne, pero también en los testimonios de personajes como Charles Dickens.

El más original –fiel a su genial humor–  fue Mark Twain en su exitoso libro Inocentes en el extranjero, donde “su mejor broma fue fingir que había encontrado en Roma un antiguo cartel con el programa de un espectáculo de gladiadores, así como una crítica de los actos publicada en el Diario Romano del Hacha de Guerra”.

Como ya se ha dicho, la exageración juega todo el tiempo con la historia del Coliseo, por eso la misión central de Beard es matizar, aclarar y en muchas ocasiones desmentir los innumerables datos falsos o abultados que algunos insisten en creer.  Las inverosímiles batallas navales, que hubieran supuesto inundar su espacio, son parte de las historias que han llegado hasta nuestros días. Dion Casio las contaba como ciertas y dice que Tito, durante la inauguración de este espacio, “llenó repentinamente la arena con agua, e introdujo en ella caballos y bueyes que habían aprendido a nadar”,  y que incluso recreó un combate naval entre las ciudades de Corcira y Corinto, en la Grecia del siglo V, a. C.

A estas le siguen muchos otros relatos que no pueden ser sino ficticios, como las batallas entre elefantes y grullas que también refiere Dion Casio. Pero quizás los “hechos” más imprecisos o falsos directamente son los que han tenido mayor difusión y que, merced a esta, ya todo mundo da por verdaderos. Aquí les dejo dos que no podemos dejar de mencionar en este vistazo a la obra de Bird y Hopkins.

Uno es que los emperadores giraban su dedo pulgar hacia abajo para significar que un gladiador debía morir, o hacia arriba si había clemencia, pero según nuestros historiadores todavía no sabemos a ciencia cierta “en qué sentido giraban los pulgares”.

Otro es el relacionado con el supuesto saludo que hacían los gladiadores al emperador justo al comenzar el sangriento espectáculo: Ave, Caesar, morituri te salutant (“¡Ave, César, los que van a morir te saludan!”). “Por desgracia –nos dice Beard– no hay el menor indicio de que se hubiese pronunciado esta frase en el Coliseo, y mucho menos de que fuera el saludo habitual de los gladiadores al emperador”.

El Coliseo de Beard y Hopkins es un verdadero tesoro, enorme sobre todo si consideramos su brevedad. Leerlo ha sido como ver una buena (y cierta) película de gladiadores.

@ArielGonzlez      FB: Ariel González

Etiquetas: coliseoMary Beard

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