William Hazlitt (1778-1830) fue un escritor inglés, ensayista y crítico literario. Un tanto heterodoxo, por ser lúdico, mordaz, imaginativo. Sus líneas de pensador intempestivo abarcaron temas como el placer de odiar, el humor, el ingenio, el arte de caminar. Esta vez comentaré brevemente un ensayo intitulado “Sobre la relación entre los tragasapos y los tiranos”. Él llamaba a aquellos ‘toadeaters’ para referirse a personas serviles, aduladores, lo que entre nosotros, mexicanos, conocemos como lambiscones, aquellos de quienes se aprovecha el poder dadas las debilidades del intelecto humano para dirigirlo hacia los peores propósitos. Y esto lo hace cuando considera que el ejercicio de la libre expresión no está de acuerdo con la existencia y el ejercicio descontrolado del poder arbitrario. Una de esas debilidades es el interés y la ambición en el mundo. En este sentido, la imbecilidad tiene más adeptos que el buen sentido y la inteligencia. Y es que los hombres flaquean cuando sienten las gracias del poder. Para esos débiles el encanto del poderoso es irresistible.
¿Estoy retratando a gentes como John Ackerman, un beneficiario de los favores del mandamás tabasqueño? Como él hay muchos que, ciegos ante los desatinos, enfundan la espada en furiosa defensa de los dichos y las acciones de su líder no importa si a la ruina nos lleva. Así, el académico ha tenido, en el colmo de su aprecio, el infortunio de calificarlo como “un científico”, a despecho de sus deficiencias académicas, de sus recelos ante la excelencia, de esa verde envidia que destila contra aquellos que aman el saber y a éste ofrendan sus vidas. Al lisonjero Ackerman bien le vendría aquello de que “si no tienes algo más hermoso que decir, mejor cállate”.
* * *
Mi reconocimiento y solidaridad con el personal de la salud que cumple con la sagrada vocación de salvar vidas en mitad de esta tragedia que tan profundamente ha herido a la sociedad mexicana y a la humanidad entera.