Rubén Cortés
El discurso antiestadounidense del presidente va a subir más decibeles aún, porque es el eje de su amenaza a los demócratas: si se meten en lo que hago y deshago en México, les abro la frontera en plena campaña electoral de ustedes… y los hundo.
Dominador como es de la demagogia en la política, el presidente de México le está jugando al nuevo de Estados Unidos la baraja de la migración masiva, que es la permitió a su maestro Fidel Castro a doblar a Washington por 50 años.
Sí: como siempre lo estuvo su santón Fidel Castro, hoy el presidente de México está metido de lleno en la política interna y en el proceso electoral de Estados Unidos. Sólo falta ver si tiene el talento político y el coraje personal de Fidel Castro para jugar así.
Pero, con su innegable dominio de la demagogia política, va a obligar a Biden a demostrar si fue sincero su discurso de campaña en favor de la migración, que le ayudó a ganar las pasadas elecciones contra Donald Trump.
Porque, diga lo que diga, el presidente mantiene su Ejército como policía migratorio de Estados Unidos: como acordó con Trump, a cambio de que la Casa Blanca no se meta en su construcción de un régimen censor de la libertad y del Estado de Derecho.
De ahí sus gustazos antiestadounidenses mañaneros: “Su Departamento de Estado es un departamentito”; “Estados Unidos no es gobierno mundial”, qué se cree; “los legisladores republicanos y algunos demócratas son hipócritas, irresponsables, grillos”.
En los hechos, su negociación es puramente castrista, burda, pero muy eficaz: abro mi frontera (mis costas, en el caso cubano) y te inundo de decenas de miles de migrantes en pocos días, si me haces la vida difícil con tus exigencias de democracia.
Con Trump le funciono como relojito suizo: soy tu migra particular, pero no me pones aranceles, me cubres las cuotas de petróleo en la OPEP, no me enjuicias al general Cienfuegos, no me tocas los pelos de la nariz con mis incumplimientos de convenios…
Recordemos que Trump hasta lo admitió en público: “Quiero agradecer al gran presidente de México. Gran caballero, un amigo mío. Estoy usando a México para proteger nuestra frontera, México tiene a 27 mil soldados en ello”.
Y, al igual que ante Trump, la carta migratoria es la espada de Damocles contra Bidel: por eso Ebrard aceptó en Estados Unidos blindar las fronteras mexicanas y advirtió: “Por México no cruzará cualquiera”. Bueno, hasta que quiera su jefe.
Pero, si algo demostró Fidel Castro fue que la política interna estadounidense es muy fácil de manipular por los dictadores, debido, paradójicamente, a los contrapesos de la democracia.
Este lo sabe.