Una de las joyas arquitectónicas del modernismo, el Capricho de Comillas, cumple 140 años desde que Antoni Gaudí (1852-1926) construyó este edificio con innumerables motivos decorativos de la naturaleza. Entre ellos, más de 6.000 girasoles, y música, con elementos de forja que su autor diseñó en clave de sol.
El Capricho de Gaudí es especial por muchos motivos pero, el más destacado, es el hecho de ser la primera casa acabada del arquitecto, que le atribuye un valor y unas características singulares. El artista catalán la diseñó para seguir al sol y capturar la luz.
Este edificio es una obra temprana de un joven Gaudí de apenas 30 años, que consiguió crear este particular “girasol arquitectónico” donde función y forma se integran de manera perfecta, ya que cada estancia se ubica en función a la posición que ocupa respecto al sol.
Se trata de una de las pocas obras del arquitecto que se pueden disfrutar fuera de Cataluña. Y junto con la Casa Vicens de Barcelona, es una de sus trabajos más antiguos.
Un repaso por 140 años de historia
Los colores, la montaña y el mar están integrados en esta obra arquitectónica. Llamada originalmente Villa Quijano, fue construida en Comillas a finales del siglo XIX por Gaudí para Máximo Díaz de Quijano, abogado y concuñado del marqués de Comillas, Antonio López y López, quien promovió una revolución arquitectónica en la villa.
Tras su construcción, en 1975, el Ayuntamiento de Reus (Tarragona), ciudad natal de Gaudí, quiso comprar El Capricho para trasladarlo piedra a piedra al nuevo parque de Sant Jordi.
Sin embargo, tras no conseguirlo, Pilar Güell Martos, la última descendiente de los López-Díaz de Quijano, vendió la propiedad al empresario Antonio Díaz por 16 millones de pesetas (algo más de 2,5 millones de euros).
Sus hijos, Antonio y Ernesto, se hicieron cargo del inmueble. Fue inaugurado como restaurante con el nombre de “El Capricho de Gaudí” en 1988, tras unas obras de rehabilitación que costaron 300 millones de pesetas (casi 50 millones de euros).
En 1992 la compañía japonesa Mido Development adquirió el edificio por 800 millones de pesetas (más de 130 millones de euros) y lo convirtió en otro restaurante.
No fue hasta 2009 cuando se transformó en un museo, que abrió sus puertas al público en julio de 2010 hasta la actualidad, como explican sus actuales propietarios.
Estancia a estancia
Esta casa, construida “en clave de sol”, fue pensada para el descanso y el recreo, por lo que su interior responde a esas dos finalidades.
Con una superficie de 720 metros cuadrados, se distribuye en tres plantas: el semisótano en donde encontraban la cocina; las despensas y los trasteros; la planta principal, en donde estaban las estancias de su primer propietario; y el desván destinado al servicio.
Las estancias van ubicándose en torno a un gran corazón central que es el invernadero, y desde ahí, tanto la luz como el color se reparten por los espacios de una manera nunca vista.
Gaudí distribuyó el espacio en base al recorrido del sol, situando las dependencias de actividades matutinas hacia el sur, y las vespertinas a poniente, mientras que las estivales quedan hacia el norte.
Una rareza arquitectónica
El Capricho es toda una rareza estética y arquitectónica y una de las obras más completas de Gaudí, en la que la naturaleza y la música están mejor reflejadas, no solo por los innumerables motivos decorativos que presenta el edificio, sino por el singular jardín que rodea la casa, diseñado también por el arquitecto.
Este jardín es una de las pocas obras paisajísticas de Gaudí que se conservan en la actualidad intactas.