El pasado domingo 24 de octubre se celebró el Día Internacional contra el Cambio Climático para continuar alertando a la comunidad mundial sobre los efectos nocivos y devastadores en el planeta.
Ya es bien aceptado, salvo algunos negacionistas, que en el último siglo la contaminación generada por la actividad humana ha venido acelerando este proceso, debido a las emisiones de gases de efecto invernadero, principalmente por la quema de combustibles fósiles, pero también hay otras causas entre ellas, el uso del suelo y el uso de la energía.
Por su parte, el Grupo Intergubernamental de expertos sobre el cambio climático de la ONU, en el Informe del 2021: Bases físicas, señalan que lejos de mitigarse, se ha intensificado con gran velocidad. Cabe señalar que los diversos instrumentos jurídicos como la Convención Marcode las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (1992), el cual México lo ha ratificado; el Protocolo de Kyoto (1995), del cual forma parte México y; el Acuerdo de París (2015) que quizá sea el más relevante y emblemágtico, ya que se acordó la respuesta mundial para mantener la temperatura por debajo de los 2°C.
Pero ello no ha sido suficiente, ni tampoco se han cumplido todos los componentes de dicho acuerdo de París, como el financiamiento, la transición energética para cambiar la matriz energética en cada país, o las medidas para lograr una mayor eficiencia energética, o revertir la desforestación, o transformar la producción y consumo a esquemas locales para reducir la huella de carbono. En sí, no se puede cantar victoria, ni presumir de grandes logros, por ello, los movimientos sociales cada vez se manifiestan más, así como la radicalización de posturas en voz de los líderes climáticos como Greta.
Si bien el estado de Querétaro sólo aporta menos del 3% de las emisiones nacionales y del total estatal, el mayor porcentaje se ubica en la zona metropolitana de Querétaro, es importante modificar el enfoque, a uno preventivo considerando que gran parte de las acciones tienen que ver con ejes transversales, es decir, con acciones, políticas y regulaciones en las distintas áreas sean éstas agropecuarias, movilidad, industrial, de comercio etc., y por ende, la acción interinstitucional y de coordinación es clave para lograr la mitigación y adaptación a fin de conseguir las metas de reducción de emisiones y los impactos negativos, como las inundaciones o, las islas de calor o, la baja de productividad en el campo.
Podemos afrontar el cambio climático como un reto, si entendemos que dicha tarea inicia con el liderazgo institucional que fijará la dirección o rumbo en función de la creación de un marco legal a observar por todos, luego estará la formulación de políticas orientadas a los objetivos y de ahí derivar las acciones y proyectos prioritarios, para lo cual es condición la presupuestación y los mecanismos e instrumentos económicos de captación de recursos financieros para soportar el conjunto de las acciones y proyectos, lo que implica, iniciar la internalización de los costos climáticos en todas las actividades económicas, bajo la corresponsabilidad de los sectores económicos y sociales. En paralelo, en cada municipio debe construirse un Fondo Ambiental conformado por aportaciones públicas y privadas, estatales y municipales, federales e internacionales y la corresponsabilidad social por la huella de carbono, el uso de energías tanto en los hogares como en los negocios, por la iluminación pública, el movimiento o flujo del agua potable y aguas residuales. En fin, afrontar el reto del cambio climático es responsabilidad de todos, pues de lo contrario, dejarnos ir con la inercia e irresponsabilidad, será ver como se van formando y dando los declives hasta llegar al colapso en donde no habrá ni recursos económicos suficientes, ni acciones que puedan revertir los impactos negativos que se ubicaran en el punto de inflexión o irreversibilidad.