En esta era donde el cambio climático es una constante innegable, México, particularmente Querétaro, enfrenta un desafío crítico. Testigo de un aumento dramático en fenómenos extremos, el país ve cómo las sequías y las inundaciones azotan con una severidad sin precedentes, impactando desde las ciudades hasta las comunidades rurales.
México, un país con una gran diversidad climática, enfrenta un desafío sin precedentes. Las regiones áridas y semiáridas se han vuelto más propensas a sufrir sequías prolongadas, mientras que las zonas costeras y de baja altitud experimentan inundaciones con mayor frecuencia e intensidad. Este patrón disruptivo no solo afecta la biodiversidad y los ecosistemas, sino también la economía y la seguridad de las personas.
La sequía, ese lento pero implacable enemigo, ha mermado los recursos hídricos de Querétaro, afectando tanto la agricultura como el suministro de agua para consumo humano. Campos antes verdes ahora yacen resecos, mientras que los reservorios de agua muestran niveles alarmantemente bajos. Como mencionaba en una columna anterior hace apenas poco menos de dos meses, el almacenamiento total de los embalses de Querétaro, apenas alcanzaban el 12%. Es desolador pensar que hace tan solo dos años, en octubre, el 61% de estas presas estaban a plena capacidad y, en conjunto, el estado alcanzaba un 95% de la capacidad total de almacenamiento considerando todas las presas del estado.
Por otro lado, las inundaciones, han devastado comunidades, arrasando hogares e infraestructuras. Estos fenómenos, lejos de ser eventos aislados, son claros indicadores del cambio climático y su impacto directo en las distintas temporadas del año.
Ante esta crítica situación, es necesario adoptar medidas de mitigación. La gestión integral del agua se convierte en una prioridad absoluta. Esto incluye la implementación de sistemas de captación de agua de lluvia, la reutilización de aguas residuales tratadas y la promoción de prácticas de conservación de agua en todos los sectores. Además, es crucial invertir en infraestructura resiliente al clima, capaz de soportar las condiciones extremas que se están volviendo la norma.
En el desafío de adaptarnos a las sequías severas e inundaciones devastadoras, potenciadas por el cambio climático, el manejo de las cuencas hidrográficas representa una aproximación alentadora. Este enfoque integral no solo aborda las necesidades inmediatas, sino que también fortalece la resiliencia a largo plazo de nuestros ecosistemas y comunidades.
La gestión integrada de estas cuencas se convierte en una estrategia viable. Esta gestión abarca desde la conservación de los bosques, que actúan como protectores del ciclo del agua, hasta la restauración de suelos y humedales, amortiguadores ante la escasez hídrica.
La recarga de acuíferos se presenta como un seguro para las poblaciones, acumulando agua en épocas de abundancia para garantizar su disponibilidad en tiempos de sequía. Sumado a esto, los sistemas de alerta temprana, basados en tecnología de punta y monitoreo constante, nos permiten anticipar y prepararnos mejor para los periodos secos.
No menos importante es la promoción de un uso eficiente del agua. Desde las técnicas de riego tecnificadas en la agricultura hasta los dispositivos de ahorro de agua en hogares e industrias, cada gota cuenta.
Ahora, volvamos nuestra atención hacia las inundaciones. Aquí, la naturaleza nos ofrece soluciones sabias y probadas. La restauración de zonas ribereñas y humedales crea barreras naturales que absorben y contienen las crecidas, protegiendo a las comunidades río abajo.
La infraestructura verde y azul, como parques inundables, estanques de retención y jardines de lluvia, todas prácticas de diseño urbano sensible al agua se convierten en una herramienta valiosa, ayudando a gestionar el exceso de agua de manera natural y eficiente. Estas soluciones, además de mitigar las inundaciones, embellecen y enriquecen nuestros espacios urbanos.
En el ámbito de la planificación urbana, una visión preventiva es fundamental. Evitar la construcción en zonas propensas a inundaciones o zonas de captación y establecer barreras protectoras, sean naturales o artificiales, son clave para asegurar un futuro seguro para nuestros asentamientos urbanos.
La educación y la conciencia pública también juegan un papel vital. Es esencial que los ciudadanos comprendan la gravedad de la situación y participen activamente en las iniciativas de conservación y protección del medio ambiente. La colaboración entre el gobierno, el sector privado y las comunidades es clave para desarrollar e implementar estrategias eficaces que aborden tanto las causas como los efectos del cambio climático.
La situación en Querétaro y en México es un llamado a la acción. Las secuelas de la inacción serán mucho más costosas que las inversiones requeridas para la mitigación y adaptación. Esta es una batalla que no podemos darnos el lujo de perder. Solo a través de un esfuerzo conjunto y sustentable podremos superar los desafíos que el cambio climático nos presenta.