La crítica de los lectores a mis colaboraciones sobre la serie de El Juego del Calamar es certera y severa: “Su error no es una simple omisión, de lo que nos trata de convencer en su artículo de defensa, es un auténtico hoyo negro, una especie de bache de los que a veces aparecen en el centro de la ciudad. Simplemente no explica por qué se encierra un buen número de personas para hacerlos participar en juegos infantiles mortales. Los concursantes son marginados y deudores, ya se sabe que lo que quieren es ganar dinero, pero los organizadores ¿Qué pretenden ellos? Tampoco aclara, algo en lo que Usted insiste, la serie de netflix es exitosa porque refleja de alguna manera nuestro sistema de convivencia. ¿Cómo? No sé si unos cuantos, o miles de lectores, esperamos su respuesta, de no ser satisfactoria, lo único que lo salva como analista es una que otra puntada. Nada más”.
Respondo. Efectivamente, tiene toda la razón, no expliqué los motivos de los organizadores del aterrorizante espectáculo porque personalmente me quedaron confusos, aparentemente los organizadores traficaban con los órganos de los participantes que fallecían, pero al final la narración enfatiza que el juego macabro está dirigido a millonarios aburridos que buscan una forma original de diversión y de apuesta, observando a seres humanos en la desesperación de luchar por el dinero y la sobre vivencia.
Ahora un ejemplo inventado, no lo tomen demasiado a pecho, me pueden acusar de tortura. Está Usted, estimado lector, en un cuarto con cuatro alta voces, en un rincón está la voz de López Gato El, hablando sobre lo inofensivo de la pandemia, en otro alta voz está la alcaldesa de la ciudad de México afirmando que adora a los migrantes y les envió a los policías a abrazarlos; en la tercera el Presidente en la mañanera refiriéndose a las virtudes del pueblo bueno; en la última, el gobernador, haciendo una apología sobre las empresas privadas y el espíritu justiciero de los empresarios. Ante semejante circunstancia usted puede salir por la ventana y tirarse de clavado al río Querétaro, aunque bien sepa que no tiene agua. A lo que voy, el tedio no es exclusivo de ricos extravagantes sino que a todos nos rodea un discurso público incongruente, chato, simplón, rutinario y asfixiante.
La serie exhibe una plaga de la época actual: el tedio. Toda actividad está sometida a una gran velocidad; la competencia en el mercado exige rapidez de reflejos; las necesidades y satisfacciones en el consumo se reciclan; las ofertas de diversión acosan sin discriminación. Súmele una ausencia de lo sagrado y espiritual en la vida. Al final de tantos cambios y acelere, aumenta la compulsión de más dinero y más placeres. Al final: el vacío existencial. La transgresión es ya lo único que emociona y puede ir desde espectáculos cada vez más brutales, tema del Calamar, la violencia inter familiar, la depresión, las drogas o el suicidio.
Estimados lectores, tomo una tregua. Les deseo una feliz navidad en compañía de sus seres queridos y el mejor de todos sus años. Les deseo salud, que es el punto de la operación aritmética de la vida, sin ella, todo es cero a la izquierda. Un abrazo muy afectuoso y chance hasta sin sana distancia.