Quizá no tenga relación directa con la anarquía, comprendida esta como una derivación filosófico-social de la libertad extrema, del individuo frente al Estado, pero la recurrencia de la ocupación callejera, el bloqueo, el cerco o en términos militares, el asedio o el sitio, son conductas colectivas con la misma finalidad: imponer un criterio, revertir una política o asumir de facto una posición de autoridad por encima de la fuerza legal.
Posiblemente el bloque más famoso en la historia de esta ciudad haya sido la ocupación del Zócalo y el Paseo de la Reforma durante en el 2006, cuando Andrés Manuel López Obrador perdió la elección presidencial, pero desplegó en cambio una organización masiva con la cual ganó desde entonces –junto con la previa concentración el día del desafuero–, el poder cuya plenitud hoy disfruta.
“Propongo –dijo AMLO en aquella ocasión– que nos quedemos aquí en asamblea permanente, hasta que resuelva el Tribunal, que permanezcamos día y noche hasta que se cuenten los votos y tengamos un presidente electo, con la legalidad mínima que nos merecemos los mexicanos…les informo que yo también viviré en este sitio mientras estemos en asamblea permanente”.
En esas palabras alguien podría evocar las llamas verbales del anarquismo.
Sin embargo, la cuña aprieta y el palo es el mismo.
Este inigualable agitador de masas, evolucionado a jefe de instituciones (respetadas o no, lo mismo da), también ha sufrido por las ocupaciones callejeras. Antes de la toma de Reforma, cuando era jefe de gobierno del, entonces Distrito Federal, enfrentó una marcha de decenas de miles, una exhibición de inconformidad extrema, conocida como “La marcha blanca” cuya concurrencia fue un éxito, pero cuyo resultado fue un fracaso. Nada cambió.
Convocada por organismos de la sociedad civil y la espontanea adhesión de grupos de la clase media, principalmente, la marcha fue una protesta generalizada por la inseguridad. La violencia y la intranquilidad no cesaron (peor aún, aumentaron con los años), y el origen mismo de la caminata común fue desvirtuado por quien debió atender los reclamos.
El maestro Carlos Illades lo analizaba de esta manera:
“…No es común la protesta pública de las clases medias —quizá con excepción de los estudiantes—, más si consideramos que la manifestación callejera surgió hace 200 años como el instrumento para expresar las demandas de las clases populares carentes de derechos políticos.
“Y en México todavía menos, pues el régimen autoritario, que organizó e integró en “sectores” del PRI a los distintos grupos sociales, reservó la calle para autocelebrarse en los desfiles oficiales, permitiendo únicamente a regañadientes (no exentos de macanazos o ataques directos a los manifestantes como puede apreciarse en la prensa nacional de los cincuenta, sesenta y sesenta) la protesta de los trabajadores, que pretendían emanciparse del corporativismo (maestros, ferrocarrileros, mineros); y de la oposición de izquierda, particularmente los comunistas.
“La estigmatización de la protesta de los subalternos, cuando no su criminalización, sobrevivió a la alternancia democrática.
“Tampoco es habitual que los medios de comunicación masiva den una amplia cobertura al emplazamiento y desarrollo de la protesta pública. La constante ha sido más bien la contraria: la movilización callejera se presenta en los medios obliterando sus antecedentes y propósitos, esto es, descontextualizada, y los resultados se exhiben con lujo de detalles sólo cuando la protesta adopta formas violentas.
“En esta política de la imagen, lo que los medios consideran aceptable destaca por la coherencia de su narrativa; y lo que desaprueban, lo presentan como irracional”.
Por su parte el directamente aludido, escurría el bulto de una manera hoy recurrente: exhibiendo una supuesta conjura en su contra:
“…El jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, resaltó que pese a la alta cantidad de participantes en la “marcha del silencio” de este domingo, habrá quienes pretendan “sacar raja política de este asunto”, pues algo que le queda claro es que “hubo mano negra o blanca” en la manifestación, sin embargo, aseguró que la intención fue rebasada por la ciudadanía. Citó tres puntos para justificar sus dichos: “la politiquería de las derechas; el oportunismo del gobierno federal –las mismas declaraciones del presidente— y el amarillismo de algunos medios de comunicación, explicó…”
Por eso no se necesita ser adivino para afirmar cuál va a ser la respuesta de esta mañana ante el mega-bloqueo de ayer: politiquería de los adversarios.
Pero esto queda para el registro de los días:
“El gobierno de la Ciudad de México informó que todos los bloqueos realizados este jueves por el Fuerza Amplia de Transportistas (FAT) fueron liberados antes de las 11:00 horas.
“El secretario de Gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres, informó en conferencia de prensa que los 16 puntos donde se registraron bloqueos por parte de la FAT fueron liberados antes de las 11:00 horas.
“Batres resaltó que se registraron menos bloqueos de los que se tenían previsto, y se liberaron las vialidades varias horas antes, ya que los transportistas tenían planeado mantener los cortes hasta las 3 de la tarde”.
Pero las consecuencias fueron atroces.
Los bloqueos de transportistas, sus huelgas y sus actitudes contestatarias tienen una larga eficacia en todas partes. Nada más recordemos la historia chilena. Y las consecuencias de la parálisis en rutas y ciudades.
“… (SE).- El primer indicio de la actitud que asumirían los transportistas de carga lo registró el diario La Nación , el 12 de septiembre de 1972. Denunció que los dirigentes de los camioneros tramaban paralizar el país. «Sus peticiones económicas son increíbles y provocarían un caos económico si se les conceden. Si se les niegan, van a un paro general que en cuatro días crearía el caos», señaló el periódico.
“A fines de septiembre de 1972, El Mercurio publicó una inserción. Por los camioneros firmaba León Vilarín; Rafael Cumsille, por el comercio minorista; Manuel Valdés, por los agricultores; Benjamín Matte, por la Sociedad Nacional de Agricultura; Jorge Martínez, por la Cámara de Comercio; Orlando Sáenz, por la Sociedad de Fomento Fabril; Luis Sanzi, por la pequeña industria; Jorge Fontaine, por la Confederación de la Producción y el Comercio. En ella incluyeron una carta al presidente de la República pidiéndole que pusiera fin a lo que consideraban el «asedio económico a la Papelera» si quería impedir que se iniciara «un movimiento de clamor nacional para reponer tan marcada injusticia».
Un año después hubo un golpe de Estado, cosa imposible en México. Pero valga como historia.