Para algunos se trata de una maniobra audaz, para otros, de un recurso de propaganda ruin y para los seguidores del gobierno, una traición a la patria, pero los opositores políticos abiertamente adversos a la Cuarta Transformación y (posiblemente) hasta los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, han puesto al gobierno en el banquillo de los acusados de violaciones de Derechos Humanos.
Y lo han hecho en un escenario incómodo para los principales funcionarios de México: la Organización de los Estados Americanos, a la cual el presidente ha calificado de sirvienta (organismo lacayo) de los Estados Unidos, y a cuyo secretario general, Luis Almagro, el canciller Marcelo Ebrard ha calificado como el peor en la historia del organismo
multilateral.
Almagro le respondió a MEC con elegancia diplomática: hablando de gestiones, le dijo, le deseo estabilidad para las obras hechas durante su gobierno en la ciudad de México, no se le derrumben como el Metro. “Mi solidaridad con las víctimas del mortal desplome”.
A la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la cual depende (al menos en la estructura administrativa, pues se gasta el seis por ciento de las aportaciones de los países miembros), van a ir a dar las acusaciones, entre otras la de alianza con el narcotráfico en deterioro y ofensa a los derechos políticos de los mexicanos, sometidos al miedo y represalias electorales de los carteles.
“Hemos presentado ante la @OEA_oficial
la relatoría de la situación que vive el país y de cómo se llevó a cabo el pasado proceso electoral; defenderemos contundentemente a las instituciones democráticas de México”, dice la información divulgada por Alejandro Moreno, presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI”.
Al asunto el presidente respondió con una declaración en apariencia conciliadora y con notable frialdad política. La sonrisa sardónica como parte de la cara de poker de un político profesional:
“Tienen derecho de quejarse (…) Lo entiendo, están muy desesperados porque se unieron todos y pensaron que con el dinero y los medios de comunicación iban a arrasar en la pasada elección”, mencionó.
“(SE).- El pasado 23 de agosto, la alianza opositora acudió ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos porque espera que las instancias internacionales hagan alguna recomendación al respecto.
“De esa manera, la supuesta injerencia criminal será expuesta en Washington D.C . ante Luis Almagro, secretario general de la OEA, bajo iniciativa de Alejandro Moreno, presidente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI); así como Marko Cortés de Acción Nacional (PAN) y Jesús Zambrano del Partido de la Revolución Democrática (PRD)”.
Hasta aquí la información.
Pero hay otro elemento al menos inoportuno: la entrevista (¿quién la autorizó?) del quejumbroso Félix Gallardo, quien desde el penal de Puente Grande, cuya “máxima seguridad” se escribe entre comillas desde la fuga del “Chapo” Guzmán, ofrece una doliente inocencia cuya falsedad conmueve hasta al presidente de la República,tocado por el soplo celestial del humanismo libertario, estrujado por la ceguera y sordera del narcotraficante, del “Jefe de jefes”.
Y por si algo hiciera falta en este cóctel de pugnacidad internacional, trasciende la intención (Milenio) de algunos ministros del Tribunal Electoral de denunciar la intervención y el acoso presidenciales expresados de forma abierta, sin velos de ninguna especie.
A esos integrantes del Poder Judicial, sin tapujos, el presidente los ha acusado de corruptos, antidemocráticos, parciales y obedientes de los poderes fácticos.
Por esa razón los ha conminado a renunciar a sus cargos, tanto como a los integrantes del Consejo General del INE. Las amenazas se legalizaran –opinan — mediante una iniciativa de ley cuyo texto para una Reforma Electoral los extinga. Así lo han declarado los dirigentes de Morena.
No importa cual sea el destino de estas quejas, si prosperarán o no. La idea ha sido sembrada y los ejemplos sobran. Al final, algo queda, así fuera una calumnia.