En una reciente de sus mañaneras –por cierto cada día más decadentes en audiencia y contenido–, López se refirió al periodista Ciro Gómez Leyva diciendo que escucharlo podía causar daño a la salud, incluso tumores en el cerebro. Horas después el periodista sufrió un atentado cerca de su domicilio. Las balas iban dirigidas a su cabeza. De no haber sido por el vehículo blindado, no lo hubiese contado. A renglón seguido, López lamentó el suceso. Pero setenta y dos horas después, volvió a la carga calificándolo como “vocero del conservadurismo”. ¿Qué significa? Nada. Un denuesto más en su retórica hueca y sin sentido. Un disparate emanado de su inveterada amargura.
Ciro no ha sido el primer periodista agredido ni será el último. Sólo en el año que está por concluir, han sido asesinados 17 periodistas. Infundado sería aseverar que López haya sido el responsable de esa violencia. Pero que es un incitador, no cabe duda. Su discurso envenenado por el odio la promueve con insano placer. El colmo de su hermenéutica, o de otra manera dicho, interpretación del suceso es que pudo tratarse de un autoatentado para perjudicar a su gobierno, gobierno que es él y nadie más. En este sentido, aflora de nuevo su oscuro narcisismo. Pues que la ‘verdadera víctima’ no fue Ciro, sino él, López, en la plenitud de su delirio. O sea que el verdugo de México por mil motivos, pasa a ser la víctima, el blanco de los ataques de quienes no pensamos como él, de quienes vemos en su supuesta cuarta transformación sólo un desastre, un ‘desgobirno’ que como un conductor errático nos lleva al precipicio.
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Ciertamente, deberíamos ver la catástrofe populista en un contexto hemisférico: Cuba, Venezuela, Nicaragua, Perú, Honduras… Una constelación de pueblos sometidos por autócratas enfermos de poder, enemigos de la democracia. De ahí que, en nuestro caso, López -un demagogo provinciano- intente destruir al INE en su autonomía, ya por el costo que representa, ya por la corrupción que le aqueja, a despecho de que ha sido esa institución la que haya validado su triunfo electoral. López: el estrangulador de un país cada día más empobrecido.