Único libro profético en el Nuevo Testamento, el Apocalipsis (Revelación) describe en su octavo capítulo –ya con símbolos. ya con palabras directas–, la actual circunstancia del desastre ambiental mexicano, quizá el más grave de todos los problemas nacionales, tanto por sus dimensiones como por la indiferencia de quienes deberían hacer algo por mitigar sus gravísimos efectos.
La tierra, el agua en el territorio; el mar, el aire, el cielo, los bosques y manantiales; las playas, los corales y todo cuanto queramos citar, están puestos en grave condición por una raza de bronce incapaz de cuidar algo, cualquier cosa, mientras los políticos únicamente persiguen –a través del juego del poder–condiciones favorables de honda patología emocional.
Los ciegos guían a los otros ciegos; los sordos cantan para quien o escucha; los locos imponen su imaginaria cordura y conducen a los demás orates por el camino final del precipicio. Lindo, pero mencioné al principio el libro bíblico:
Así describió Juan de Patmos (Juan Evangelista, 8. 7-12), el ambiente mexicano de estos días:
“…El primero tocó su trompeta y fueron arrojados sobre la tierra granizo y fuego mezclados con sangre.
“Y quemó la tercera parte de la tierra, la tercera parte de los árboles y toda la hierba verde.
“El segundo ángel tocó su trompeta y fue arrojado al mar, algo que parecía una enorme montaña envuelta en llamas. La tercera parte del mar se convirtió en sangre, entonces murió la tercera parte de las criaturas que viven en el mar; también fue destruida la tercera parte de los barcos.
“El tercer ángel tocó su trompeta y una enorme estrella, que ardía como una antorcha, cayó desde el cielo sobre la tercera parte de los ríos y sobre los manantiales.
“La estrella se llama Amargura. Y la tercera parte de las aguas se volvió amarga y por causa de esas aguas murió mucha gente.
“El cuarto ángel tocó su trompeta y fue asolada la tercera parte del sol, de la luna y de las estrellas, de modo que se oscureció la tercera parte de ellos.
“Así quedó sin luz la tercera parte del día y la tercera parte de la noche”.
Obviamente cuando el profeta mencionó la oscuridad en la tercera parte de la tierra, no pensaba en Manuel Bartlett ni los apagones de hoy y de ayer o mañana, no. En los textos hieráticos la oscuridad es símbolo de ignorancia, por eso se habla del oscurantismo de la edad media, precursor del Renacimiento.
Por eso cuando hace unos días la carismática y arrolladora candidata de Morena, la señora Sheinbaum anunció la llegada del Renacimiento, le puso una involuntaria zancadilla a su patrón, pues sólo hubo Renacimiento después del fanatismo medieval
Así lo dijo:
“Estamos hablando del renacimiento de México (…) los ojos del mundo están puestos en nuestro país, saben que la Cuarta Transformación va a continuar y nuestro movimiento es ejemplo mundial por la unidad…”
Más allá de la tontera como recurso oratorio en una campaña en la cual se coleccionan barbaridades y dislates, vale la pena analizar un poco estas frases tan fallidas: “los ojos del mundo están puestos en nuestro país”. ¿Quién dice?
La mitad del mundo no podría ubicar este país en un planisferio.
“Nuestro movimiento es ejemplo mundial por la unidad “¿Cuál unidad? ¿Unidad en torno a qué?
La imaginaria unidad en un país donde los poderes de la Unión se han desunido y el presidente le llama Inquisición al Instituto Nacional Electoral porque hace cumplir las leyes y frena sus intromisiones, se expresa más en su concepto opuesto: la polarización: cada uno en un polo.
–¿O ya no recuerda cómo les dio la razón a los empresarios de Nuevo León en su reciente visita a Monterrey cuando esto le dijeron?:
“…La polarización ha sido nuestro principal obstáculo tanto a nivel federal como a nivel estatal. Es necesario dejar atrás ese ánimo de confrontación y trabajar unidos en el desarrollo de nuestro estado, de nuestro país, pero lo más importante para mejorar la calidad de vida de todos los mexicanos”, le manifestó Fernando Canales Stelzer, ( hijo del ex gobernador Fernando Canales Clariond,,,).
“(CSP).- “Podemos no estar de acuerdo en algunas cosas. No se necesita en un país tener homogeneidad de pensamiento. Qué bueno que haya distintos pensamientos, eso es finalmente la democracia. Yo creo que lo que hay que poner por encima, pues es en lo que estamos de acuerdo (…) entonces a cada uno le corresponderá hacer su parte y en el proceso seguir dialogando, si es que hay alguna cosa en donde no nos pongamos de acuerdo”.
Tras este párrafo, digno de Mario Moreno, porque estamos de acuerdo en el acuerdo, pero en desacuerdo con lo no acordado, la unidad no existe como un valor vigente, extendido, permanente y envolvente. Mentira.
Pero todo esto son juegos palabreros. No tiene asidero con ninguna realidad. Una campaña es una oportunidad para ofrecer cosas y convencer a los débiles mentales (abundantes, por cierto). Quien crea en las promesas de campaña puede también podría creer en Santa Claus y sus regalos navideños o en la santidad de la Semana Santa.
Los hechos reales, visibles y contundentes a los cuales nadie les pone solución son muy graves: en la península maya un innecesario y carísimo tren devasta la selva y a pesar de las quejas y la sensatez de algunos, el bulldozer avanza y destruye. Los cenotes son hendidos por pilotes sacrílegos. Las ceibas mueren y el trenecito se descarrila al poco tiempo de su apresurado estreno.
A La candidata se le cae el Metro y al presidente su tren se le sale de la vía. Eso se llama congruencia.
Mientras tanto las llamas anunciadas por Juan, avanzan en el país. Se han registrado más de 150 incendios en los de por sí arruinados bosques de Veracruz o el estado de México –entre otros— y no hay agua ni para las escasas brigadas de cortafuegos. El presupuesto de la comisión forestal se fue al tren deforestador. Una genialidad. Y la IV T se alza de hombros mientras el país se ahoga con los humos y se tuerce por la sed y la anemia de los embalses, la ausencia de las lluvias y la contaminación producida por sus plantas generadoras y sus refinerías obsoletas.
La única refinería no contaminante en México es Dos Bocas. Un ejemplo de energía limpia, sin energía.