El 2 de noviembre no están los cuerpos, se encuentran unos metros bajo tierra, pero sí viven los recuerdos entre flores y canciones, entre baldes de agua que refrescan lo verde y lavan el cementerio hasta sacarle brillo.
El Panteón Municipal fue el punto de encuentro de familias que con hieleras, cubetas, escobas y flores llegaron desde temprano, aunque en menor cantidad que en otros años.
“Tú eres la tristeza, ay, de mis ojos…” suena una y otra vez; a ritmo de duetos, tríos, quintetos o mariachis, muchos lloran en silencio por el sufrimiento de un adiós, otros lo hacen abiertamente, sin pena.
Canciones, que van de los 150 a los 400 pesos dependiendo del número de músicos, voces e instrumentos, son parte del recuerdo cariñoso para aquella madre que se fue por cáncer o aquel esposo que partió por culpa del COVID.
En otras tumbas, en la que se recuerdan a los abuelos, como el señor Manuel Juárez lo agasajan con una cajetilla de cigarros, una botella de bacacho y la voz de Chente Fernández para recordar que el señor vivió a “Su Manera, que vivió la inmensidad sin conocer jamás fronteras”.
En breves epitafios se conoce un poco a quien no está, aquellos que comparten un espacio en el que una tumba data la vida de Benjamín Sánchez Guillén, nacido en 1919 y quien vio la última luz en 2022, una vida de 103 años, al lado de la de un jóven que vivió tan sólo 20 años, apenas una quinta parte que su vecino.
Llama la atención la mayor de las construcciones del cementerio, la de aquel gobernador que en vida justamente pasó a la historia por obras como el Estadio Corregidora o el Auditorio Josefa. La puerta del último recinto donde reposa Rafael Camacho Guzmán muestra el paso del tiempo y abandono, al interior de la cripta se ven costales de cemento y algunos ladrillos en el piso en donde descansó el ex gobernador de Querétaro.
Tras sortear algunas tumbas ya vacías por la campaña de exhumación de restos, las cuales son delimitadas con letreros de precaución, se observan familias completas que llaman a uno de tantos mariachis para continuar con la letra que reclama y ruega que ella viviera que sus ojitos jamas se hubieran cerrado para poder seguir mirándolos.
Caminos de pétalos naranjas contrastan con la tierra seca, son alfombra que va de la calzada principal a la última morada, la cual luce radiante, como si la fecha fatal hubiera acontecido hace unos días, pero que el amor de los González la mantiene como nueva, llena de color, a pesar de que su habitante yace en ella desde hace más de 20 años. Al lado el abandono de una lápida rota, con datos de 2022, pero que el tiempo ha maltratado rápidamente, son los contrastes, entre el amor y el olvido.
El tiempo lo cura todo, palabras, silencios, hechos, pensamientos, recuerdos que son sólo unos segundos que se han de volver siglos eternos, al menos ese es el consuelo y parece comprobarse, ya que unos viven la visita al panteón como una fiesta donde la convivencia es alegre, mientras que otros hacen evidente su dolor en forma de lágrimas y lamentos permanentes.
Pero no sólo Juan Gabriel se hace presente, el Buki, Marco Antonio Solís rivaliza en el hit parade del Día de Muertos.
“Si no te hubieras ido sería tan feliz…” Y mientras la gente va y viene, pasando siempre tan igual, con una letra que añora que todo era diferente cuando él o ella estaba, la diferencia es el ser, el estar y eso es justamente lo que realizaron ayer miles de personas en los panteones de Querétaro y de México.
“A mi mamá le encantaba el Buki, y esa era su canción favorita, por eso se la pedimos, para que la siga escuchando”.
El Mariachi Plata justamente canta por plata, por lo que acudieron cinco de sus 10 elementos para entonar por 350 pesos la canción solicitada.
“Ahora sólo venimos cinco para poder cobrar un poco menos (…) Creo que hay menos gente que el año pasado, esperamos que mejore”, comentó Jorge Jiménez, representante del mariachi, quien confirmó el gusto por el “top 3 panteonero”: “Amor Eterno”, “Hermoso Cariño” y “Si no te hubieras ido”.
Otro de los presentes es el señor Daniel García, quien con un pincel y pintura negra o blanca, desde 200 pesos retoca epitafios o pinta mensajes de amor para quienes ya se han ido.
“Ayer estuvo muerto, pero hoy ya va saliendo, aunque sí veo menos gente que hace un año, pero siempre me va mejor aquí que en el negocio”, comparte uno de tantos que sobreviven por la muerte, como el señor Gustavo, quien vende flores en ramos de 40 pesos. “Sólo le subimos cinco pesos, estamos casi igual, para salir a mano, esperemos que mejore, está medio muerto”, ejemplifica con esa palabra que reúne a todos en el cementerio de la Colonia Cimatario.
Al final, entre la vida que late en la superficie y los cuerpos en proceso de descomposición, es inevitable pensar en la certeza general, ya que todos los que caminamos entre tumbas algún día las habitaremos, será el tiempo que muchos en nombre de ese sentimiento infinito e inolvidable, tarde o temprano estén juntos para seguir amándose, en un amor eterno.