Metido hasta las cejas en el berenjenal de una campaña cada vez más fuera de su bronco dominio, con el movimiento de las importantes vidas negras encima, la ola femenina; con la mala administración de la pandemia, su crónica vocación para mentir sin rubor y la creciente rebeldía de sus falsedades económicas, Donald Trump busca congraciarse con tocos los sectores posibles en el complejo electorado estadunidense.
Por eso, tras la solución favorable a Estados Unidos en el pago mexicano de sus deudas hídricas, Trump ha tenido palabras de gratitud hacia el presidente de México, lo cual –todos sabemos— es tan falso como el resto de su política.
Las expresiones hacia el gran caballero del sur, le vienen mejor a éste, quien acaba de pasar por una breve escaramuza en torno del cumplimiento de las obligaciones del Tratado Comercial México Canadá (Temec), en cuyo clausulado se deben resolver los tratos equitativos, no discriminatorios, para las empresas americanas (especialmente en el campo de la energía) y la noción de soberanía tantas veces invocada –e incumplida–, por el gobierno mexicano.
Alabar a López Obrador en medio de una disputa –así sea en los medios–, por el interés de los empresarios americanos, es un aval de propaganda para el gobierno mexicano.
Y si a eso se agrega el almíbar disuelto en los millones y millones de metros cúbicos de agua derivados a EU, así haya sido a costa del consumo humano nacional, el panorama es redondo para ambos.
Excepto si dentro de unos cuantos días se les atraviesa Joe Biden en el camino.
Todos los tratados entre México y Estados Unidos, incluyendo los de agua, drogas, inspección fitosanitaria; medicamentos, servicios bancarios, mecanismos anti lavado de dinero, espionaje político tolerado, dependencia militar desde el Comando Norte y demás, llevarán en el futuro la marca de quien mande en la Casa Blanca.
Si es Trump, se endurecerán, porque no tiene otro camino. Y si es Biden, habrá una obsesión por marcar diferencias.
Nada en el mundo le gusta más a un político como presumir, soy distinto, soy diferente, ya no es igual. Frase dulce en su paladar. Casi siempre es una mentira bien presentada.
La política e Trump hacia México va a cambiar forzosamente si Biden llega a la Casa Blanca. No por errónea sino por ajena.
Biden tratará desde un principio de imponer su sello a esta relación y dejará muchas cosas como están, pero otras las va a cambiar. Y no todas para nuestro provecho.
En cuanto al tan celebrado arreglo por el agua, no es tal.
No es un arreglo coyuntural; es la aplicación de un tratado a través de una añeja comisión bilateral, la Comisión Intermacional de Límites y Aguas , creada hace 120 años, para vigilar y aplicar los tratados de algo tan remoto como la mutilación de 1847 y la posterior alianza en la Segunda Guerra.
(OEM) “…En 2019, nuestro país tuvo un déficit de 220 milímetros cúbicos, adicionales a los 432 milímetros correspondientes que debe entregar a más tardar en octubre , deuda que la Comisión Nacional del Agua pretendía comenzar a saldar en diciembre pasado, pero que se ha postergado nueve meses, debido a la oposición de productores de Chihuahua que no permiten abastecer del agua de las presas situadas en ese estado a Nuevo León y Tamaulipas…”
En el pago del agua adeudada, se deja muy en claro cómo México recurrió a la reserva para el consumo humano con el compromiso de compensar esos volúmenes, si fuera necesario, con agua estadunidense. Es como si la hubiéramos sacado de un tinaco para dárselo al vecino, quien se compromete a regresar una parte para el consumo cotidiano doméstico (no agrícola).
De acuerdo con la Secretaría de Relaciones Exteriores, el trabajo de la CILA es como Dorothy en el camino amarillo: va al reino de Oz, con todo y magia:
“…La CILA ejerce esta responsabilidad (vigilar y aplicar los tratados y convenios), a lo largo de su zona jurisdiccional fronteriza, manteniendo una relación de respeto mutuo y entendimiento, cultivando una mejor convivencia internacional, para de esta manera mejorar el bienestar de más de 12 millones de habitantes dentro de la zona fronteriza…”
Sin embargo los agricultores chihuahuenses no piensan de la misma forma. Se resolvió el problema al norte de la frontera, pero al sur de la línea, las cosas siguen igual o peores. La sequía no escucha los discursos, ni atiende campañas.