Sería ingenuo pensar que la gira de López por Centroamérica tenía como propósito visitar a nuestros hermanos menores, aunque, de paso repartió el oro y el moro, como suele decirse. El destino era Cuba, donde, para comenzar recibió la medalla “José Martí” de manos de Díaz Canel, la marioneta Raúl Castro. Con esa condecoración López se suma a una larga lista de opresores que incluyen a Hugo Chávez y Nicolás Madero. Al encuentro, López acudió con Marcelo Ebrard y autoridades militares mexicanas. Algo planearon, por supuesto relacionado con las estrategias para que López se mantenga en el poder. Cabe destacar que López no regresó solo. Por el contrario, importó de la Isla quinientos “médicos” a quienes pagará muy bien, aunque buena parte de su salario irá a parar a las arcas de esa dictadura pordiosera. ¿Médicos? No. Al menos en las brigadas anteriores (585) ningún médico acreditó tal condición profesional. ¿Esclavos de la dictadura? ¿Propagandistas, adoctrinadores? Como si en México no hubiese médicos competentes.
¿O no fueron éstos los que lucharon contra la pandemia sin recursos, sin insumos médicos, sin equipo de protección, con bajos sueldos y jornadas interminables? ¿Cuántos de ellos sacrificaron sus vidas por nosotros? Y ahora son sustituídos por mercenarios que cobran en dólares. ¿No es esto un agravio a los médicos mexicanos?, no solo a los graduados, sino incluso a los estudiantes de medicina de la UNAM, esa institución que se ha “derechizado” al decir de López, el defensor del crimen organizado con el que parece haber pactado, pues no hemos de tocarlos ni con el pétalo de una rosa.
Los “médicos” cubanos vienen porque vienen. Y si a los opositores no les gusta “que se vayan al carajo”, así dicho con su elegante léxico. Al carajo, también la cumbre de las Américas en franco desafío a Joe Biden. Dado que sus amigos de Venezuela, Nicaragua y Cuba no están invitados.
Pobre México en manos de este berrinchudo. La pandemia se debilita. No así la violencia. Es probable que Morena triunfe en las elecciones de junio. ¿Pero a costa de qué? De convertir acaso a nuestro país en un Narcoestado.
Me pregunto finalmente: ¿Por qué tanto ruido por la presencia de esos mercenarios? Qué impacto pueden tener en un país de dimensiones como el nuestro con una población de más de cientoveinte millones de habitantes? Ninguno. Son como una gota en el mar. Pongamos los ojos en otros asuntos: la salud, la educación, el empleo… El tema cubano no es más que un distractor.