Richard Gere es más que un actor con una filmografía que va de “El gigolo americano” a “O Cánadá” , pasando por “Infidelidad” “asuntos internos” “red corner” “la raíz del miedo” “otoño en Nueva York”. Su versatilidad no tiene límites: el padrote, el buen escritor que cuenta sus memorias en una entrevista, el esposo, el policía corrupto, el defensor burlado por un adolescente asesino. Pero lo que me interesa destacar aquí es su responsabilidad moral. De suerte que en cada conferencia para recibir algún premio no deja de politizar su discurso, así rompiese los protocolos de la Academia. Recientemente, ya lo escribí, repudió la elección de Trump como una vergüenza para ese gran país. Hace muchos años protestó públicamente por la violación de los derechos humanos en China y por la invasión del Tíbet.
Amén de su activismo, incomparable su filantropía. En España, donde hoy en día vive casado con Alejandra Silva, creó la ‘Fundación Pro Hogar’ para contribuir, en la medida de sus posibilidades, al problema de la vivienda en Madrid.
Por eso y por mil razones más, desde esta modesta tribuna, dejo constancia de mi admiración por su grandeza que atesora ese gran ser humano.








