El 26 de marzo, se conmemoró el Día Mundial del Clima, declarado así por la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU) para contribuir a crear conciencia en la sociedad sobre la importancia que tiene el cambio climático sobre el hombre y sus actividades. Sin embargo, los científicos plantean la hipótesis de que el estrés inflamatorio, aún no reconocido, se está propagando entre las personas a un ritmo sin precedentes y está afectando nuestra capacidad cognitiva para abordar el cambio climático, la guerra y otros problemas críticos.
En la revista IntraMed del 27 de marzo, se afirma lo siguiente: “… existe la sensación de que mucho anda mal a nivel individual, comunitario, nacional y global. Informes recientes sugieren que la población mundial está sometida a más estrés que nunca. Este proceso está empeorando, dada la exposición común a las preocupaciones sobre el cambio climático y la salud planetaria, la agitación social, la incertidumbre económica, la inseguridad alimentaria, la guerra y, para muchas personas, la impresión de oleadas aparentemente interminables de enfermedades que afectan al planeta. La delimitación cada vez mayor de factores estresantes ha llevado al término ´exposoma´, utilizado para definir la suma de exposiciones ambientales nocivas”
Se ha planteado la hipótesis de que la inflamación, actúa como un impulsor integrado y de múltiples escalas que conecta la mayoría o todos los factores estresantes que afectan a los individuos con una disfunción social a gran escala y, en última instancia, con impactos a escala planetaria en el medio ambiente, que a su vez impulsan el estrés inflamatorio a través de un efecto de bucle de retroalimentación positivo.
Se argumenta que estos procesos inflamatorios y neuronales interdependientes, y la transmisión interindividual de factores estresantes ambientales, microbianos e informativos, amplificados a través de comunicaciones globales digitales de alto rendimiento (es decir, Internet y las redes sociales), culminan en un proceso desbocado y multiescalar de retroalimentación que podría afectar negativamente la toma de decisiones y el comportamiento humano y, en última instancia, perjudicar nuestra capacidad para abordar los factores estresantes individuales y globales. A escala, esto podría tener consecuencias sociales y ambientales de gran alcance, contribuyendo potencialmente a las respuestas caóticas y contraintuitivas de grandes sectores de la población mundial a factores estresantes tan diversos como el cambio climático global, los conflictos y las pandemias.
Por otra parte, un artículo publicado en Frontiers in Science, el autor Vodovotz presenta dos hipótesis innovadoras. La primera explica cómo el estrés inflamatorio en el cuerpo puede afectar nuestro pensamiento y comportamiento. La segunda explica cómo este efecto en los individuos podría extenderse a poblaciones enteras e impulsar la disfunción social y la degradación ambiental.
En conjunto, estas representan un cambio de paradigma en la forma en que vemos la inflamación: ya no es un proceso biológico restringido a los individuos, sino un impulsor multiescala que conecta los factores estresantes que afectan a los individuos con las acciones perjudiciales de los colectivos, con impactos a escala planetaria. Asimismo, el artículo presenta un modelo matemático para probar esta novedosa idea. Basándose en simulaciones preliminares, los autores sugieren estrategias para reducir el estrés y desarrollar la resiliencia en los individuos y las sociedades. Argumentan que tales intervenciones son más cruciales que nunca dado el aumento del estrés en todo el mundo y la creciente preocupación global por desafíos como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la guerra y la incertidumbre económica.
Ahora bien, hay varios factores que previenen un peligroso estado inflamatorio a nivel social, incluidas las normas, las leyes y la confianza en las instituciones, la ciencia y la medicina. Los autores sugieren que estos controladores se han amplificado junto con el estrés, y así han mantenido estable el sistema. Sin embargo, también señalan que las normas e instituciones sociales están siendo cada vez más cuestionadas. El desafío que ven es cómo prevenir una nueva era adversa de inestabilidad causada por una combinación de estrés global y colapso ecológico.
En este día mundial del clima hay que recordar que las principales variaciones climáticas que se han detectado durante el último tiempo responden al vertiginoso desarrollo industrial, así como el crecimiento poblacional generando diversas consecuencias, tales como el efecto invernadero, calentamiento global, contaminación ambiental, sobreexplotación de recursos naturales, escases de agua y afectación de la capa de ozono.
Por su parte, el Secretario General de las Naciones Unidas António Guterres, expresó que la era del calentamiento global ha terminado. Y la era de la ebullición global ha llegado”, advirtió desde julio del año pasado.
Y en el informe anual de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) se revelaron datos desalentadores sobres los indicadores climáticos, como: “El año 2023 se registró como el más cálido en la historia, con temperaturas promedio cercanas a 1.45 °C por encima de los niveles preindustriales”. Este documento también señaló que la última década fue la más caliente registrada, evidenciando los impactos profundos del cambio climático, que incluyen eventos climáticos extremos como olas de calor, incendios forestales y huracanes intensificados.
Entre los datos alarmantes, el informe destacó que casi un tercio de los océanos del mundo experimentaron olas de calor marinas a lo largo de 2023, afectando severamente ecosistemas marinos y cadenas alimenticias esenciales, con más del 90% de las zonas oceánicas sufriendo este fenómeno en algún momento del año. Además, se reportó la pérdida más significativa de hielo glaciar y una reducción histórica en la extensión del hielo marino antártico, comparables al tamaño de Francia y Alemania juntos.
Asimismo, el calentamiento global continúa haciéndose sentir con fuerza en América Latina, donde se registraron temperaturas superiores a la media, particularmente en México y América Central, así como en vastas áreas de América del Sur.
Este fenómeno se vio exacerbado por el evento de El Niño, que trajo consigo alteraciones significativas en los patrones de lluvias, con condiciones más secas de lo normal desde el sur de México hasta el norte de Sudamérica y condiciones más húmedas de lo normal en partes de Chile.
Urge que todos hagamos un esfuerzo mayor para mitigar el cambio climático.